Óscar Puente arremete contra críticos del PSOE: Madina y García-Page en el punto de mira

El ministro de Transportes responde con dureza a las voces disidentes de su partido tras el caso de corrupción de Santos Cerdán

El ministro de Transportes y Movilidad, Óscar Puente, ha vuelto a situar el foco de sus críticas en miembros disidentes del PSOE. Durante una visita institucional a la planta de Hitachi Rail en Pistoia, Italia, donde se producen los trenes de alta velocidad que opera Iryo en nuestro país, el dirigente socialista aprovechó la ocasión para responder con dureza a las declaraciones del exdirigente del partido Eduardo Madina.

La confrontación surgió tras las palabras de Madina en una entrevista radial, donde el exlíder socialista afirmó que la actual legislatura española había llegado a su fin, argumentando el ingreso en prisión del exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán. Este último enfrenta acusaciones de presuntamente encabezar una red de cobro de sobornos a cambio de manipulación en la adjudicación de contratos públicos.

A través de su perfil oficial en la red social X, Puente desató un contundente contraataque: "El que estás acabado eres tú. Desde hace mucho tiempo". El mensaje no quedó ahí, ya que añadió que Madina "pasea su rencor por las tertulias radiofónicas", recordándole que "se creía la esperanza blanca del socialismo español y ha acabado de comentarista, pero sin canal propio". Esta última alusión apuntaba directamente a la trayectoria de Pablo Iglesias, quien tras abandonar Podemos fundó su propio medio de comunicación.

Este episodio no representa un hecho aislado en la relación entre ambos políticos. Hace aproximadamente medio año, cuando Madina cuestionó la selección de perfiles como Leire Díez y Koldo García por parte de la dirección actual del PSOE -ambos vinculados a presuntos casos de corrupción-, Puente ya le calificó como "el que faltaba del cuarteto de los resentidos", asegurando que estos críticos "no ganarían hoy en el partido ni una asamblea en su pueblo".

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, constituye otra de las dianas habituales del ministro. La particularidad radica en que Page representa el único mandatario autonómico del PSOE que ostenta una mayoría absoluta en su territorio. Las diferencias entre ambos llegaron a su punto álgido durante la reunión a puerta cerrada del Comité Federal del pasado 5 de julio, convocada tras el encarcelamiento de Cerdán.

En esa cita, todos los miembros del Gobierno -muchos de ellos simultáneamente líderes territoriales del partido- expresaron su descontento con la postura del presidente castellanomanchego. Page había instado a Pedro Sánchez a someterse a una cuestión de confianza en el Congreso de los Diputados, considerando la gravedad de la situación, o de lo contrario, convocar elecciones anticipadas.

La intervención más vehemente corrió nuevamente por cuenta de Puente. En una alocución cuyo audio terminó filtrándose al diario El País, el ministro acusó a Page de "hipocresía insoportable". El motivo de tal calificativo fue la aparente contradicción entre sus palabras previas, cuando alertó que algunos compañeros de partido ignoraban si llegarían "a cumplir el fin de semana en el mismo cargo" o si tendrían que "verse en una cárcel", y su posterior felicitación a la Ejecutiva del PSOE por su labor.

Esta estrategia comunicativa de Puente, consistente en responder directamente y sin filtros a las voces críticas dentro del partido, ha generado un debate interno sobre la cohesión del PSOE. Mientras algunos sectores aplauden la defensa contundente de la gestión de Sánchez, otros consideran que estos enfrentamientos públicos debilitan la imagen de unidad que el partido intenta proyectar.

El contexto de estas tensiones no puede desvincularse del caso de corrupción que sacude al PSOE. La detención de Santos Cerdán, histórico dirigente socialista y exmano derecha de Pedro Sánchez, ha abierto una crisis sin precedentes en la formación. Las acusaciones de cobro de comisiones ilegales en la contratación pública han obligado al partido a adoptar una postura defensiva, mientras la oposición exige responsabilidades políticas.

Puente ha situado en la diana de sus dardos a compañeros de fila que, a su juicio, aprovechan la situación para posicionarse políticamente. La defensa de la gestión gubernamental se ha convertido en su principal bandera, justificando los ataques como necesarios para proteger la legitimidad del Ejecutivo.

El panorama actual del PSOE refleja una organización en pleno proceso de contención de daños. Las voces disidentes, aunque minoritarias, cuentan con cierto peso mediático que el liderazgo oficial considera peligroso. La reacción de Puente, lejos de ser espontánea, responde a una estrategia calculada de contrataque inmediato.

La figura de Eduardo Madina simboliza para el ministro a aquellos dirigentes que no superaron la derrota interna frente a Sánchez. Su referencia a la "esperanza blanca" no es casual, evoca aquella etapa en que Madina representaba la renovación del partido. El contraste con su actual condición de comentarista ocasional sin plataforma propia busca minimizar su influencia.

Por su parte, García-Page encarna el desafío desde el poder territorial. Su mayoría absoluta le confiere una autoridad que otros barones socialistas no poseen, lo que convierte sus críticas en una amenaza real para la estabilidad del Gobierno central. La acusación de "hipocresía" pretende desacreditar su posición, presentándola como oportunista.

Esta guerra de declaraciones evidencia las fracturas internas que el PSOE preferiría mantener ocultas. La capacidad de Puente para monopolizar la actualidad con sus ataques personales distrae la atención de los problemas de fondo, pero también revela una cierta desesperación por controlar el relato.

El futuro inmediato del partido pasa por gestionar las consecuencias del caso Cerdán sin que las divisiones internas se profundicen. La táctica de responder a cada crítico con insultos directos puede resultar efectiva a corto plazo, pero plantea dudas sobre la madurez democrática de la formación.

Mientras tanto, el ministro continúa con su labor institucional en Transportes, pero sus intervenciones políticas tiñen cada vez más su perfil público. La línea entre la gestión ministerial y la defensa partidaria se difumina, creando un modelo de político híbrido que combina ambas funciones sin complejos.

La estabilidad del Gobierno de coalición depende en gran medida de la percepción pública de unidad del PSOE. Cada crítica interna que Puente contesta con virulencia busca evitar que las grietas se conviertan en brechas incontrolables. Sin embargo, la intensidad de sus ataques puede estar generando el efecto contrario, alimentando el espectáculo de un partido en guerra consigo mismo.

La situación requiere un equilibrio delicado entre la contención de daños por la corrupción y la proyección de una imagen de fortaleza institucional. El ministro de Transportes se ha erigido como el principal artillero de esta batalla comunicativa, con resultados que generan debate tanto dentro como fuera de las filas socialistas.

Referencias

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