El pesquero congelador 'Santa Isabel', construido en 1972 durante los Juegos Olímpicos de Múnich y la masacre de Bogside, ha vuelto a la ría de Vigo. Con casi 85 metros de eslora y más de 2.200 toneladas de arqueo bruto, este veterano arrastrero portugués llegó el lunes a un muelle vigués con 35 personas a bordo y un historial que bien podría ser guion de película de terror marítimo.
Una vida en alta mar llena de sombras
El buque vio la luz en los astilleros públicos de Viana do Castelo (ENVC), hoy rebautizados como West Sea tras su desaparición en 2014. Desde entonces, ha cambiado de manos más veces que una baraja de cartas: Empresa de Pesca de Aveiro Lda., Santanas & Ferreira, Traz Peixe —las tres portuguesas— y finalmente A.C. Fishing Co. Ltd., con sede en las lejanas Seychelles. Esta última figura como propietaria actual en los registros de la Organización Marítima Internacional (OMI).
Aquí empieza el primer enigma: la base de datos oficial señala que el 'Santa Isabel' navega bajo pabellón ucraniano, tal y como se lee en su casco. Sin embargo, este lunes atracó en Vigo con pabellón de Belize, uno de los llamados "pabellones de conveniencia" que tantas suspicacias despiertan en el sector marítimo. La empresa de Seychelles, por cierto, tiene como única dirección registrada la escueta y poco reveladora "Victoria, Mahe Island, Seychelles".
La inmovilización que estremeció el sector
Mayo de 2023 marcó un punto de inflexión dramático para el 'Santa Isabel'. La Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF) alertó a las autoridades marítimas españolas, lo que desencadenó una inspección sin precedentes. La Capitanía Marítima de Vigo ordenó su inmediata inmovilización en el muelle de Beiramar tras detectar lo que los expertos calificaron como deficiencias muy graves.
Los inspectores de la Dirección General de la Marina Mercante no se anduvieron con rodeos. Encontraron nada menos que 53 deficiencias que iban desde problemas estructurales hasta vulneraciones flagrantes de los derechos laborales. La tripulación denunció pagos atrasados y condiciones deplorables.
El informe técnico era demoledor: corrosión generalizada en el casco, espesor insuficiente en las chapas de acero, pérdida de estanqueidad en zonas críticas, válvulas y bocas del sistema contraincendios inoperativas, sistemas de alarma y seguridad fuera de servicio, equipos de navegación disfuncionales, luces de navegación fundidas, radiobaliza expirada y cartas náuticas caducadas. Ni siquiera los chalecos salvavidas contaban con luces de emergencia funcionales.
Una reparación fugaz y una desaparición misteriosa
Ante la presión, la armadora —entonces de capital portugués— accedió a trasladar el buque al astillero San Enrique para una supuesta reforma en profundidad. Sin embargo, los datos de posicionamiento revelan una estancia de apenas un mes en las instalaciones. Posteriormente, el 'Santa Isabel' permaneció amarrado en Rande antes de desvanecerse por completo de los sistemas de seguimiento.
Ni el AIS (Sistema de Identificación Automática) ni el VMS (Sistema de Seguimiento de Buques Pesqueros) registraron su rastro durante meses. No hubo señal ni siquiera durante el traslado desde Vigo hasta Aveiro, donde reapareció en abril de 2024. Esta desaparición deliberada de los radares es una práctica altamente sospechosa que sugiere operaciones fuera del marco legal.
Faenas en aguas canadienses y el retorno a Vigo
Durante los últimos cuatro meses, el buque ha estado operando en los Grandes Bancos de Terranova, una de las zonas pesqueras más ricas y reguladas del planeta. El 13 de noviembre hizo escala en un puerto canadiense antes de emprender el viaje de regreso a Galicia.
Ahora, el 'Santa Isabel' vuelve a Vigo con su tripulación de 35 personas, sus 53 deficiencias —¿corregidas?— y su pabellón cambiado. Las autoridades portuarias y la Guardia Civil del Mar tendrán que decidir si se permite que este buque fantasma, con su historial de incumplimientos, vuelva a faenar en aguas comunitarias.
¿Una amenaza flotante para la seguridad?
El caso del 'Santa Isabel' no es aislado. Representa un problema sistémico en la industria pesquera global: buques envejecidos, banderas de conveniencia, inspecciones laxas y tripulaciones vulnerables. La seguridad de la vida humana en el mar está en juego, al igual que la sostenibilidad de los recursos pesqueros.
La Unión Europea ha endurecido su normativa con el Reglamento de Control de la Pesca, pero buques como el 'Santa Isabel' demuestran las lagunas. Su registro en Seychelles, pabellón ucraniano y operaciones con bandera de Belize crean un entramado jurídico que dificulta cualquier acción efectiva.
El futuro incierto de un veterano problemático
Mientras tanto, en Vigo, el 'Santa Isabel' permanece atracado. Las autoridades deben decidir: ¿se le permite zarpar de nuevo? ¿Se exige una nueva inspección exhaustiva? ¿Se contacta con las autoridades de Belize y Ucrania para clarificar su situación legal?
La tripulación, compuesta probablemente por trabajadores de países en desarrollo, sigue a bordo. Sus salarios, sus condiciones de trabajo y su propia seguridad dependen de decisiones que se toman en oficinas lejanas de las que ellos no tienen voz ni voto.
El 'Santa Isabel' es más que un buque viejo. Es un símbolo de los excesos de una industria que prioriza el beneficio por encima de la seguridad, que explita banderas de conveniencia para eludir responsabilidades y que deja a sus trabajadores en la más absoluta precariedad.
Mientras la ría de Vigo acoge de nuevo a este veterano de 52 años, la pregunta persiste: ¿cuántos 'Santa Isabel' navegan por nuestros mares sin que nadie los controle? La respuesta, como el propio buque, permanece en la niebla del océano.