El mundo del espectáculo español ha amanecido con una noticia que trasciende el ámbito cultural. Eduardo Casanova, el polifacético creador madrileño de 34 años, ha decidido hacer pública su condición de seropositivo a través de un emotivo comunicado en redes sociales. "Hoy rompo este silencio tan desagradable y doloroso después de muchísimos años", confesaba este jueves en su perfil de Instagram, acompañando sus palabras de un adelanto del documental que Jordi Évole ha producido sobre su historia.
La revelación no es un simple anuncio personal, sino un acto reivindicativo consciente. Casanova reconoce que "un silencio que guardamos y sufrimos muchísimas de las personas con VIH" ha pesado sobre él durante años. Su decisión de dar la cara responde a un deseo profundo: "Lo hago por mí, pero deseo que esto pueda ayudar a más gente". En el vídeo promocional, el periodista le pregunta directamente por qué se expone así cuando "todo el mundo me ha dicho que no haga esto". La respuesta del artista es contundente: "Porque es insoportable".
Este gesto convierte a Casanova en el primer personaje de su relevancia en España que visibiliza abiertamente el VIH. Aunque figuras internacionales como Magic Johnson, Freddie Mercury o Conchita Wurst ya habían abierto el camino, el panorama nacional carecía de un referente con este nivel de exposición mediática y conexión con el público joven. Su anuncio llega en un momento crucial, cuando la lucha contra el estigma asociado al virus sigue siendo una batalla pendiente en la sociedad española.
La reacción de las asociaciones especializadas no se ha hecho esperar. Carmen Martín, presidenta de la Coordinadora Estatal de VIH y sida (Cesida), ha celebrado la noticia como "un acto de generosidad y compromiso para luchar contra el estigma que todavía hoy nos afecta a las personas que convivimos con el virus". En declaraciones a los medios, Martín subraya el valor simbólico de esta decisión: "Todavía nadie había puesto nunca en el debate público lo que significa cargar con el miedo al rechazo y con lo injusta que es esa situación".
El contexto de esta revelación no puede entenderse sin Silencio, la miniserie que Casanova estrenó el pasado 1 de diciembre en Movistar+, coincidiendo con el Día Mundial del Sida. Como showrunner, guionista y director, el artista ha plasmado en esta ficción su visión más personal sobre la evolución del VIH desde los inicios de la pandemia hasta la actualidad. La obra mezcla humor, vampiros, crítica social y reivindicación en una propuesta transgresora que ya anticipaba su necesidad de romper con el mutismo impuesto.
En una entrevista reciente, Casanova describía "Silencio" como "mi primera serie completamente mía", diferenciándola de proyectos anteriores como la biografía de Nacho Vidal donde ya dejó su sello distintivo. "El silencio que viven hoy las personas con VIH es terrorífico", advertía entonces, palabras que cobran ahora un significado mucho más profundo y personal. La producción contó con la colaboración de organizaciones como Apoyo Positivo, que ya han mostrado su orgullo por el paso dado por el creador.
La estrategia comunicativa de Casanova es clara: "Lo hago cuando yo quiero. Cuando yo puedo. Lo hago a mi manera, a través del cine, que es mi forma de comunicarme". El documental, que se estrenará en salas comerciales "pronto; el año que viene", según sus propias palabras, se presenta como la pieza central de este proceso de visibilización. "Ya habrá tiempo para explicar más cosas", añade, dejando entrever que esta es solo la primera parte de un proyecto más ambicioso.
El impacto social de esta noticia va más allá del ámbito estrictamente sanitario. En una época donde la discriminación hacia las personas con VIH persiste en ámbitos laborales, sociales y afectivos, contar con un referente joven, creativo y sin filtros como Casanova supone un golpe de efecto contra los prejuicios. Su figura pública, asociada a la transgresión y la autenticidad, resulta ideal para conectar con audiencias que quizás nunca antes se habían planteado la realidad de vivir con el virus en el siglo XXI.
Desde el punto de vista médico, el VIH ha dejado de ser una sentencia de muerte para convertirse en una enfermedad crónica manejable con tratamiento. Sin embargo, el estigma social continúa siendo la barrera más difícil de superar para las más de 160.000 personas estimadas que viven con el virus en España. Muchas mantienen su diagnóstico en secrecho por miedo al rechazo, a la soledad o a las consecuencias en su entorno profesional y personal.
La intervención de Casanova llega para humanizar una estadística. Poner cara y voz a una realidad que, aunque presente, permanece invisible en los discursos públicos. Su mensaje, lejos de buscar victimismo, apela a la empatía y la normalización. No pide compasión, sino comprensión. No busca protagonismo, sino herramientas para que otros puedan vivir sin miedo.
El documental de Jordi Évole, conocido por su capacidad para abordar temas sensibles con profundidad y cercanía, promete ser un trabajo que contextualice esta decisión personal dentro del panorama social español. La colaboración entre ambos profesionales, cada uno referente en su campo, anticipa un producto que equilibrará la intimidad del relato con el rigor informativo.
Mientras tanto, la comunidad LGTBIQ+ y los colectivos activistas ya han movilizado sus redes para difundir el mensaje de Casanova. La interseccionalidad entre la orientación sexual y el VIH sigue siendo un terreno complejo donde los estereotipos abundan. La visibilidad de un creador queer con VIH ayuda a desmontar la asociación automática y simplista que aún persiste en amplios sectores de la población.
La industria del entretenimiento español, que ha visto en Casanova a uno de sus talentos más prometedores desde su etapa en "Aída", ahora debe posicionarse. Su apoyo no solo marca la diferencia para el artista, sino que establece un precedente sobre qué tipo de sociedad queremos construir. Una donde el miedo no dicta las normas, donde la salud no es motivo de vergüenza y donde la creatividad sirve para transformar realidades.
El tiempo dirá si este anuncio marca un antes y un después en la percepción del VIH en España. Lo que es innegable es que Eduardo Casanova ha cumplido su promesa: romper el silencio con la misma intensidad con la que crea sus universos ficcionales. Y en ese gesto, tan personal como político, ha regalado a miles de personas la posibilidad de sentirse menos solas. Quizás esa sea la mejor definición de lo que debe ser el arte: una herramienta para que todos podamos vivir con un poco más de libertad.