El excuñado del Rey Felipe VI ha concedido su primera entrevista televisiva tras salir de prisión, un encuentro de 57 minutos donde desgrana con crudeza su experiencia carcelaria y su proceso de reconstrucción personal. La conversación, emitida por RTVE y mantenida íntegramente en catalán con el periodista Jordi Basté, supone un hito inédito en la trayectoria mediática de un hombre que siempre se ha caracterizado por su hermetismo y su rechazo a la exposición pública. Desde que dejó el balonmano profesional, Urdangarin había evitado sistemáticamente los micrófonos, pero esta vez ha decidido romper su silencio de forma contundente.
El peso de la condena y la gestión emocional
Durante la conversación, Urdangarin se muestra especialmente crítico consigo mismo, algo que sorprende en alguien acostumbrado históricamente a la protección de los focos institucionales. "No estoy orgulloso de cómo gestioné emocionalmente mi situación", reconoce con una sinceridad que resulta desarmante. El exduque de Palma admite haber caído en un "bucle negativo" durante los primeros meses de su reclusión, un periodo que describe como absolutamente demoledor para su estabilidad mental y emocional. "Me estaba rompiendo", confiesa sin ambages, revelando la profunda crisis psicológica que atravesó en soledad y que casi le consume por completo.
Su arrepentimiento no se centra tanto en los hechos que le llevaron al banquillo -fue condenado a cinco años y diez meses por fraude, prevaricación, tráfico de influencias y delitos fiscales- sino en cómo afrontó internamente esa realidad que le desbordó por completo. "Preocupé a la gente que estaba fuera", señala, consciente de que su sufrimiento interior se trasladaba inevitablemente a sus seres queridos, generando un círculo de angustia que se extendía más allá de los muros de la prisión y que afectaba directamente a su entorno más cercano.
Una experiencia que "no desea a nadie"
La frase más contundente de la entrevista llega cuando describe su paso por la cárcel de Brieva, en Ávila, donde cumplió "mil días" en un módulo de mujeres, una circunstancia atípica que le marcó profundamente y que le aisló aún más del resto de la población penitenciaria. "No se lo deseo a nadie", afirma rotundo, con un tono que deja entrever el trauma permanente y las secuelas emocionales. Esta declaración resume el calvario vivido entre rejas, una experiencia que, según sus propias palabras, le supuso una suerte de "doble castigo", especialmente agravado durante la pandemia de COVID-19, cuando las restricciones a visitas y comunicaciones lo aislaron aún más de su familia.
El confinamiento sanitario le privó de los escasos contactos que mantenía con su entorno familiar, intensificando el sentimiento de soledad y desarraigo que ya era inherente a su situación. Sin embargo, también destaca la "condición humana" de los funcionarios que lo custodiaban, un pequeño resquicio de empatía en un contexto tan hostil como el sistema penitenciario español, donde la burocracia y la frialdad suelen primar sobre el trato individualizado.
Deporte y meditación como salvavidas
Para sobrevivir a ese "bache oscuro" que amenazaba con consumirle por completo, Urdangarin se agarró a dos pilares fundamentales: el deporte y la introspección. Solicitó libros de autoayuda, mindfulness y yoga, herramientas que le ayudaron a recomponerse mentalmente poco a poco y a encontrar un punto de paz interior. "El deporte fue mi medicina", asegura con convicción, convencido de que sin esa válvula de escape habría caído en la desesperación total y absoluta.
Incluso dentro de la prisión, donde solo podía pedalear en una bicicleta estática en un espacio reducido, mantuvo su pasión por el ciclismo como ritual diario imprescindible. Ahora, en libertad, disfruta de largas rutas al aire libre, una actividad que le permite conectar con la naturaleza y con su nueva realidad lejos de los muros. También aprovechó el tiempo para formarse, estudiando para obtener el título de entrenador de balonmano, el deporte que le dio gloria en su juventud y que ahora ve renacer en su hijo con mayor intensidad.
La familia, en el centro del daño colateral
La entrevista también aborda con delicadeza la relación con Cristina de Borbón, de quien se separó en 2022 tras décadas de matrimonio y dos décadas de vida en la familia real. Urdangarin la califica como "uno de los amores de mi vida", y reconoce que el caso Nóos y su posterior encarcelamiento fueron factores determinantes en la ruptura definitiva. El daño colateral sobre su familia, especialmente sobre sus cuatro hijos, constituye una de sus mayores pesadumbres y fuentes de remordimiento permanente que le desvelan por las noches.
Curiosamente, dedica especial atención a su hijo Pablo, jugador de balonmano del Granollers y recientemente convocado con la selección española. A través de una videollamada incluida en la entrevista, Urdangarin no oculta su orgullo paternal, afirmando que el joven supera en talento a lo que él fue como deportista, incluida su condición de medallista olímpico en Sidney 2000. Es el único de sus hijos que aparece en la conversación, lo que sugiere un vínculo especial o quizás una mayor exposición pública del joven deportista que sigue los pasos de su padre.
Un futuro con proyectos "arrancando"
A sus 57 años, Urdangarin se define como un hombre "discreto", adjetivo que justifica su silencio mediático desde que abandonó el balonmano profesional. Sin embargo, ahora asegura tener "proyectos que están arrancando", aunque no detalla en qué consisten ni su naturaleza, manteniendo el misterio sobre su futuro profesional y personal.
Lo que sí queda claro es su intención de mirar hacia adelante, aunque con la carga de haber sufrido "estigmatización" tras salir de prisión. Reinsertarse en la sociedad no resulta sencillo cuando tu nombre está asociado a uno de los mayores escándalos de la corona española del siglo XXI. La sombra del caso Nóos planea sobre cualquier iniciativa que emprenda, creando una barrera invisible pero palpable que le obliga a redoblar esfuerzos.
La entrevista como terapia
El encuentro con Jordi Basté, a quien conoce desde los años ochenta del periodismo deportivo, tiene un cariz más terapéutico que informativo. Basté mismo lo presenta como "una charla" más que como un interrogatorio periodístico, lo que permite a Urdangarin desplegar una vulnerabilidad inusual en alguien tan marcado por el desprestigio público. La familiaridad entre ambos facilita un clima de confianza que trasciende la mera entrevista y se acerca a una sesión de desahogo emocional.
A lo largo de 57 minutos, el exduque desgrana una vida que, en sus propias palabras, "no ha sido precisamente llana". Desde la gloria olímpica hasta la cárcel, pasando por la vida en la familia real y su posterior caída en desgracia, su trayectoria dibuja un arco dramático difícil de superar. La conversación se convierte en un ejercicio de catarsis pública, algo inédito en su historia personal y familiar.
Más allá del escándalo
Lo más sorprendente de la entrevista es la humanización de un personaje que, durante años, fue el blanco perfecto de la crítica y el morbo mediático. Sus lágrimas, su autocrítica y su deseo de redención dibujan a un hombre consciente de sus errores y dispuesto, al menos en el plano personal, a asumir las consecuencias sin excusas ni justificaciones. No busca la compasión, pero sí la comprensión.
El mensaje final es claro: la prisión deja marca, pero también ofrece una oportunidad para la reflexión. Para Urdangarin, esos mil días representan un antes y un después definitivo. Ahora solo le queda demostrar si es capaz de escribir un nuevo capítulo lejos de los focos y del escándalo que cambió su vida para siempre. La sociedad, mientras tanto, observa con mezcla de escepticismo y curiosidad el renacer de quien fuera duque de Palma.
El impacto mediático y social
La entrevista ha generado un intenso debate en redes sociales y en los medios de comunicación. Mientras algunos aplauden su valentía al mostrarse vulnerable, otros critican que busca redimir una imagen irremediablemente dañada. La polarización es inevitable cuando se habla de un personaje tan controvertido. Sin embargo, lo cierto es que pocas veces un miembro de la familia real -por afinidad- ha mostrado tanta crudeza emocional en público. La entrevista ha superado en audiencia las expectativas, convirtiéndose en trending topic durante horas y demostrando que el interés por su figura persiste.