El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha sorprendido este viernes al incorporar por primera vez a Aliança Catalana en su barómetro mensual, una decisión que ha generado controversia política y metodológica. La inclusión de esta formación de ideología independentista en el sondeo electoral ocurre pese a las reiteradas declaraciones de su líder, Sílvia Orriols, quien ha negado categóricamente cualquier intención de presentarse a las elecciones generales españolas.
Los datos publicados este viernes reflejan que Aliança Catalana obtendría un 0,5% de estimación de voto a nivel estatal, una cifra que, si bien es modesta, resulta significativa por el contexto en el que se produce. La formación que lidera Orriols, surgida del activismo independentista más radical, no solo niega su participación en los comicios nacionales, sino que incluso ha anunciado su intención de modificar sus estatutos para eliminar legalmente esa posibilidad.
La decisión del CIS, dirigido por José Félix Tezanos, resulta aún más llamativa cuando se analiza el impacto en el resto de formaciones catalanas. Junts, el partido liderado por Carles Puigdemont, experimenta un desplome histórico al registrar únicamente un 0,8% de intención de voto, prácticamente a la par con una formación que, según sus propios dirigentes, no competirá en estas elecciones. Por su parte, ERC se consolida como la principal fuerza independentista en el ámbito estatal con un 2,1% de estimación, casi triplicando el respaldo a Junts.
El panorama general del sondeo sitúa al PSOE como vencedor del pulso electoral con un 31,4% de los votos, manteniendo su liderazgo pese a los escándalos de corrupción que afectan a su organización en Madrid. El PP se situaría en segunda posición con un 22,4%, seguido de Vox con un 17,6%. La izquierda plural se fragmenta entre Sumar, que alcanzaría un 7,8%, y Podemos, que obtendría un 4,1%, rozando el umbral del 5% que marca la Ley D'Hondt.
La polémica metodológica de la inclusión de Aliança Catalana no es baladí. En una entrevista concedida el pasado sábado en el programa Faristols de Ràdio 4, Sílvia Orriols dejó clara su postura: "Aliança Catalana no somos españoles y no tenemos por qué" presentarnos a unas elecciones del Estado español. La dirigente independentista argumentó que su formación tiene previsto celebrar un congreso el próximo año para modificar sus estatutos y eliminar definitivamente la posibilidad de concurrir a comicios generales.
Esta declaración pone en cuestión la utilidad informativa de incluir a Aliança Catalana en un sondeo de intención de voto para unas elecciones en las que, según sus propios estatutos futuros, no participará. La metodología del CIS establece que las formaciones incluidas en el barómetro suelen ser aquellas con representación parlamentaria o con intención declarada de concurrir a las elecciones, lo que hace más inexplicable la decisión de Tezanos.
El contexto catalán añade capas de complejidad a esta decisión. La encuesta se elaboró durante la primera semana de diciembre en Catalunya mediante entrevistas telefónicas a 560 personas, una muestra que, si bien es estadísticamente válida, refleja una realidad política en constante evolución. Los datos del CIS coinciden con las tendencias que ya apuntaban otros estudios, como los del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de la Generalitat.
El último barómetro del CEO, de hecho, dibuja un escenario aún más preocupante para Junts. En unas hipotéticas elecciones al Parlament de Catalunya, la formación de Puigdemont se desplomaría desde los 35 escaños actuales hasta una horquilla de 19-20 diputados. Precisamente esa misma proyección alcanza Aliança Catalana, que pasaría de sus dos escaños actuales a situarse en la misma franja que Junts.
Este empate técnico entre una formación con trayectoria parlamentaria consolidada y otra que niega su participación en el ámbito estatal refleja la fragmentación del voto independentista y el descontento de una parte de la base electoral con las opciones tradicionales. ERC, según el CEO, saldría reforzada con 22-23 escaños, superando los 20 actuales, mientras que el PSC, a pesar de gobernar la Generalitat, caería de 42 a 38-40 diputados, demostrando su incapacidad para capitalizar el ejercicio del poder.
La decisión del CIS de incluir a Aliança Catalana puede interpretarse como un intento de reflejar la realidad política catalana con mayor precisión, pero también como una herramienta que influye en la percepción pública. La simple inclusión en el sondeo otorga visibilidad y legitimidad a una formación que, según sus propios dirigentes, no compite en el terreno que mide el estudio. Esto genera un debate sobre la función del CIS: ¿debe reflejar todas las opciones políticas existentes o solo aquellas que participan activamente en el proceso electoral?
El impacto en Junts es evidente. La formación de Puigdemont, ya debilitada por las tensiones internas y la competencia con ERC, ve cómo el CIS prácticamente la equipara con una formación que, según sus propias palabras, no se presenta. La percepción de debilidad puede afectar a su capacidad de negociación tanto en Madrid como en Barcelona, donde ya ha perdido la hegemonía del independentismo.
Para ERC, los datos son una confirmación de su estrategia de moderación y negociación. La formación republicana consolida su posición como interlocutor viable tanto con el Gobierno central como con la base independentista, logrando mantener un electorado estable mientras sus competidores se fragmentan.
La situación de Aliança Catalana, paradójicamente, se ve beneficiada por esta inclusión. Aunque niega su intención de concurrir a generales, aparece en los medios como una opción con peso específico, reforzando su discurso de representar a un sector del independentismo descontento con las vías tradicionales. La visibilidad mediática, incluso en un contexto en el que declina participar, fortalece su marca política para futuras contiendas autonómicas o municipales.
El debate sobre la metodología del CIS no es nuevo. José Félix Tezanos ha sido criticado en el pasado por supuestas inclinaciones partidistas en la confección de los sondeos. Esta decisión, aunque técnicamente justificable por el crecimiento de Aliança Catalana en otros estudios, alimenta las suspicacias sobre la instrumentalización del centro de investigación para enviar mensajes políticos.
La realidad es que el panorama electoral catalán se ha vuelto más complejo. La aparición de nuevas formaciones, la fragmentación del voto independentista y la dificultad de las encuestas para captar intenciones que no se materializarán en urnas crean un escenario de incertidumbre. El CIS ha optado por reflejar una realidad política que existe, aunque no necesariamente se traduzca en candidaturas electorales.
En última instancia, la inclusión de Aliança Catalana en el barómetro del CIS, pese a las negativas de sus dirigentes, refleja la dificultad de los institutos de investigación para adaptarse a una política catalana donde las fronteras entre lo institucional y lo movimentista se difuminan. La formación de Sílvia Orriols existe, tiene representación parlamentaria autonómica y un electorado creciente, pero niega la legitimidad del marco estatal en el que se enmarca el sondeo. Esta contradicción plantea preguntas sobre cómo medir la realidad política en contextos de desafección institucional.
Los próximos meses serán decisivos. Si Aliança Catalana cumple su promesa de modificar los estatutos para prohibir concurrir a generales, el CIS deberá decidir si continúa incluyéndola en sus barómetros estatales. Mientras tanto, Junts deberá luchar contra la percepción de irrelevancia que transmiten los datos, y ERC intentará capitalizar su posición de fuerza estable. La política catalana, una vez más, desafía las categorías tradicionales de la investigación electoral.