Julio Baptista, exdelantero brasileño con una carrera marcada por momentos brillantes y episodios polémicos, ha vuelto a la actualidad con una entrevista en La Gazzetta dello Sport donde repasa su paso por el fútbol europeo con una mezcla de nostalgia, autocrítica y reivindicación. Desde Madrid, donde se forma como entrenador, Baptista no solo recuerda sus goles y logros, sino también las sombras que marcaron su trayectoria, especialmente en la Roma.
El brasileño, conocido como ‘La Bestia’ en el Sevilla por su potencia y goleador instinto —donde marcó 47 goles—, recuerda con emoción su etapa en la Roma, donde coincidió con la muerte del presidente Franco Sensi. "Llevé su ataúd junto a Totti. Le vi llorar y entendí lo que significaba ese club para su gente. Nunca había visto algo igual", confiesa. Pero también evoca el dolor de sentirse marginado con la llegada de Claudio Ranieri: "Me sentí traicionado. Estaba bien, jugaba con Brasil, pero en Roma no contaba. Él nunca me explicó nada. Me fui porque necesitaba volver a sentirme futbolista".
Baptista lamenta que, en la capital italiana, se recuerden más sus errores que sus chilenas o sus goles decisivos, como el cabezazo bajo la lluvia en un derbi contra la Lazio. "Hice cosas grandes en la Roma, pero algunos prefieren quedarse con lo negativo", afirma. Su paso por el Real Madrid, el Arsenal —donde firmó una noche mágica con cuatro goles en Anfield— y sus casi fichajes por el Milan y el Inter de Mourinho (donde finalmente se llevó a Sneijder) completan un currículum que, según él, podría haber sido aún más brillante.
Hoy, a sus 43 años, Baptista mira hacia el futuro con una misión clara: convertirse en entrenador. Pero no solo por pasión, sino también por justicia. "¿Cuántos entrenadores negros ves en las cinco ligas principales? Yo no veo muchos. Me gustaría pensar que es solo una coincidencia, pero lamentablemente no lo creo. Hay menos oportunidades", denuncia. Su voz suena firme, sin amargura, pero con una clara intención de romper barreras. "Espero ser yo quien revierta esta tendencia. Nunca digas nunca...".
Este llamado a la diversidad en los banquillos no es solo personal, sino un reflejo de una realidad estructural en el fútbol europeo. Aunque hay avances —como la presencia de entrenadores como Patrick Vieira o Vincent Kompany—, la representación sigue siendo mínima. Para Baptista, la solución no es solo cambiar actitudes, sino también abrir puertas desde las academias y los cuerpos técnicos. Su mensaje es claro: el talento no tiene color, pero las oportunidades sí deben ser equitativas.
Para los jóvenes futbolistas que sueñan con ser entrenadores, Baptista ofrece un consejo práctico: "No esperen a que les den una oportunidad. Prepárense, estudien, demuestren. Y si no les abren la puerta, la derriben con méritos". Su historia, con sus altibajos y su lucha por la visibilidad, es un ejemplo de resiliencia y ambición en un deporte que aún tiene mucho por mejorar en materia de inclusión.