Blas Martín: 'Quisiera pagar 2.000 euros a mis empleados'

El soldador profesional denuncia la falta de relevo generacional y explica por qué no puede pagar más sin rendimiento.

En un contexto económico que muestra signos de mejora, con la tasa de paro juvenil en España reduciéndose hasta el 24,5% a mitad de 2025 —el mejor dato desde 2008—, persiste un problema estructural en muchos sectores productivos: la escasez de relevo generacional. Blas Martín, soldador profesional y propietario de un pequeño taller de carpintería metálica, ha puesto el foco en esta brecha con una sinceridad que refleja tanto la frustración como la esperanza de muchos empresarios del sector industrial.

Martín no es un empresario cualquiera. Su taller, aunque pequeño, es un ejemplo de cómo se puede construir un negocio sostenible en un sector tradicional. Pero su mayor preocupación no es la competencia ni los costes de materiales, sino la dificultad para encontrar jóvenes dispuestos a aprender oficios esenciales como la soldadura, la fontanería o la electricidad. "Faltan electricistas, fontaneros, gente en las obras...", señala en una entrevista para el canal de YouTube 'Sector Oficios Podcast'.

Lo que más le sorprende —y le preocupa— es la actitud de muchos jóvenes que, al buscar empleo, exigen salarios elevados desde el primer día, sin considerar que el aprendizaje y la experiencia son fundamentales para crecer en cualquier oficio. "Los jóvenes dicen que no van a venir a trabajar aquí por 1.200 euros, pero no entienden que a los tres meses pueden estar cobrando 1.500, y al año, 1.700 o 1.800 euros", explica Martín. Para él, el problema no es el salario inicial, sino la falta de paciencia y la expectativa de resultados inmediatos.

Y es que, según su experiencia, los oficios manuales no solo ofrecen estabilidad, sino también una remuneración competitiva con el tiempo. "Es un oficio muy bien pagado y con los fines de semana libres", asegura. Pero esa recompensa no llega de la noche a la mañana. Requiere esfuerzo, dedicación y, sobre todo, la voluntad de aprender. "Si el chaval me saca el trabajo adelante, a mí no me importa pagar 2.000 euros", afirma con convicción. Pero añade una condición clave: "Lo que no puedo hacer es sacarme el dinero de mi bolsillo para pagar".

Esta afirmación resume el dilema de muchos pequeños empresarios: quieren pagar bien, pero no pueden asumir costes fijos que no se traduzcan en productividad. Y aquí entra otro factor crítico: el sistema de Seguridad Social. Martín denuncia que, actualmente, el coste de contratar a un joven en prácticas es el mismo que el de un profesional con 20 años de experiencia. "Un seguro de un peón son casi 1.000 euros, y tengo que pagar lo mismo por una persona de prácticas que por otra con décadas de experiencia", explica. Esta igualdad en los costes fiscales desincentiva la contratación de aprendices, ya que las empresas prefieren optar por perfiles más consolidados.

"Hay muchas cosas que no están bien en el sector", reconoce. "Una empresa te pide experiencia desde ya. Lo veo normal, porque tienes que pagar lo mismo por alguien que tienes que enseñar que por alguien que ya sabe hacerlo". Esta realidad crea un círculo vicioso: los jóvenes no pueden adquirir experiencia porque nadie los contrata, y las empresas no los contratan porque no tienen experiencia.

En su taller, Martín tiene actualmente a un joven en prácticas. Y aunque no espera que se quede para siempre, sí quiere que, cuando se vaya, lo haga con una formación sólida y una experiencia real. "Reivindico la importancia de enseñarle bien, para que, si no se queda, donde vaya tenga cierta experiencia y trabaje bien", dice. Para él, formar a los jóvenes no es solo una obligación, sino una inversión en el futuro del sector.

La situación que describe Martín no es única. Muchos oficios tradicionales están en riesgo de desaparecer por falta de relevo. Y aunque el paro juvenil esté bajando, ese descenso no se traduce necesariamente en una mayor participación de los jóvenes en sectores productivos clave. La solución, según Martín, pasa por cambiar la mentalidad: los jóvenes deben entender que el éxito en un oficio se construye con tiempo, esfuerzo y paciencia. Y las empresas, por su parte, necesitan un marco fiscal más flexible que incentive la formación y la contratación de aprendices.

En definitiva, Blas Martín no solo es un soldador profesional, sino también un defensor de los oficios manuales y un puente entre generaciones. Su mensaje es claro: está dispuesto a pagar bien, pero solo si hay rendimiento. Y para lograr ese rendimiento, hay que empezar desde abajo, con humildad y ganas de aprender. Porque, como él mismo dice, "el oficio no se aprende en un día, pero vale la pena".

Referencias