Salva Ballesta, exdelantero de 50 años con una carrera extensa en el fútbol español, ha compartido en una entrevista con 'Radio Marca' una historia personal que refleja cómo el amor por un equipo puede transformarse radicalmente. Aunque hoy es reconocido como un colchonero de corazón, su pasado revela una pasión muy distinta: era un madridista apasionado en su juventud.
Con apenas 17 años, Ballesta tuvo la oportunidad de probar suerte en las instalaciones del Real Madrid. "Me hicieron una prueba y luego nunca más me llamaron. Quizá se les olvidó el teléfono", bromeó con ironía. Aunque no logró fichar por el club blanco, su admiración por el equipo no disminuyó. Su ídolo era Hugo Sánchez, y su cuñado, Juani —miembro del grupo 'Cantores de Hispalis'— le consiguió un póster firmado por el propio 'Gordillo' y otros jugadores merengues. "Era más del Madrid que hijo de mi padre", confesó con una sonrisa.
Sin embargo, todo cambió cuando llegó al Atlético de Madrid. Su fichaje no fue por contrato formal, sino por palabra: firmó con don Jesús Gil de viva voz. Ese momento marcó un antes y un después en su vida deportiva y emocional. "El Atlético es como a las reses cuando les pones el hierro incandescente de la ganadería. Es para toda la vida", afirmó con convicción.
Para Ballesta, el Atlético no fue solo un club, sino una familia. "Encontré una familia y unos compañeros increíbles. Yo terminaba de entrenar por la mañana y por la tarde me iba al estadio para estar con ellos, con mi familia deportiva", recordó. Esa conexión humana y el sentido de pertenencia lo hicieron sentirse parte de algo más grande. "Fue tanta la unión que me hice del Atlético a muerte y lo tengo en mi corazón", aseguró.
A pesar de su profundo amor por el Atlético, Ballesta es claro en una cosa: no es antimadridista, ni antinada. Su lealtad no se basa en el odio hacia otros equipos, sino en el cariño y la identidad que construyó en el Calderón. Su historia es un ejemplo de cómo el fútbol puede transformar no solo carreras, sino también corazones.
Hoy, Salva Ballesta es un símbolo de lealtad y pasión colchonera. Su trayectoria, que incluye pasos por equipos como el Racing de Santander, el Málaga o el Levante, siempre lleva la huella del Atlético. Su mensaje es claro: el fútbol no solo es juego, es identidad, es pertenencia, es familia. Y para él, esa familia tiene los colores rojiblancos.
Su historia invita a reflexionar sobre cómo las experiencias personales pueden redefinir nuestras pasiones. No se trata de renunciar al pasado, sino de abrazar el presente con autenticidad. Y en el caso de Ballesta, ese presente es, sin duda, el Atlético de Madrid.