En un sector tradicionalmente dominado por hombres, Maxime Carmignac se erige como una voz clara y necesaria. Con una trayectoria de más de una década al frente de Carmignac en el Reino Unido, y con la mirada puesta en asumir el liderazgo global de la gestora fundada por su padre, Edouard Carmignac, Maxime no solo representa un relevo generacional, sino también un cambio cultural profundo en la industria financiera.
Durante una entrevista en Madrid, donde visitó brevemente las oficinas de la gestora en el distrito financiero de la Castellana, Maxime habló con naturalidad y humildad sobre el peso de la responsabilidad que se avecina. "Nunca diría que estoy preparada al 100%. Mi objetivo es hacer siempre lo mejor por nuestros clientes, ayudarles a alcanzar sus metas vitales", confesó. Su enfoque no es de arrogancia, sino de aprendizaje continuo y respeto por la herencia que está a punto de recibir.
Vestida de rojo —un color que contrasta con los tonos grises y azules que dominan los trajes de la banca—, Maxime no solo rompe esquemas visualmente, sino también en su visión estratégica. Para ella, el futuro de la inversión no solo depende de los mercados, sino de quién controla el capital. Y aquí entra su predicción más impactante: el 70% de la riqueza mundial pasará a manos de las viudas en los próximos 30 años. Un dato que no es una proyección casual, sino el resultado de tendencias demográficas, sociales y económicas que ya están en marcha.
Este cambio no es solo numérico, sino estructural. Las mujeres, cada vez más independientes, educadas y con mayor acceso a la riqueza heredada, están transformando el panorama financiero. Maxime lo sabe y lo exige: la industria debe despertar. "Tenemos que adaptarnos a este nuevo rol de la mujer como inversora principal. No se trata de hacer marketing femenino, sino de entender sus necesidades, sus prioridades y sus valores", subraya.
Aunque Carmignac tiene raíces profundas en Francia —con 37 años de historia y una reputación sólida como gestora independiente—, Maxime insiste en que el país no es su principal mercado. Solo el 6,5% de los activos gestionados pertenecen a inversores franceses. "Francia no es el motor de nuestro crecimiento, ni lo ha sido nunca", explica. Y aunque la actual crisis política en el país galo preocupa a muchos observadores europeos, para ella no es un factor determinante. "¿En qué país no hay inestabilidad hoy? Mira Bélgica: dos años sin gobierno y sigue funcionando. El problema no es solo francés, es global", añade.
Según Maxime, lo que realmente está en juego es un cambio más profundo: la fragmentación de los sistemas políticos, la pérdida de confianza en las instituciones y la incapacidad de los gobiernos para ofrecer soluciones sostenibles. "El BCE está sosteniendo los mercados con tipos de interés altos y rescates. No es una solución, es un parche", advierte. Y aunque reconoce que la situación no es ideal, tampoco es catastrófica. "Estamos en un momento de transición, no de colapso. Y eso nos da oportunidades".
Su visión no se limita a la economía. Maxime ve en la mujer no solo una inversora, sino una agente de cambio social. "Cuando una mujer hereda riqueza, no solo invierte, también decide cómo se usa. ¿En educación? ¿En salud? ¿En sostenibilidad? Eso cambia el mundo", explica. Y por eso, Carmignac está adaptando sus productos, su comunicación y su estrategia para conectar con este nuevo perfil de inversor.
La transición de Edouard a Maxime no es solo un relevo familiar, sino un símbolo. Un paso hacia una industria más inclusiva, más consciente y más humana. "Mi padre es un hombre increíblemente energético. Lo he visto agotar a equipos enteros en viajes de trabajo. Pero también me ha enseñado que el éxito no se mide por el ritmo, sino por el impacto", confiesa con una sonrisa.
En un mundo donde la volatilidad política y económica es la norma, Maxime Carmignac ofrece una brújula clara: centrarse en las personas, entender sus necesidades y adaptarse al cambio. Porque, como ella misma dice, la riqueza del futuro no está en los mercados, sino en las manos de quienes saben cómo usarla.
Y si el 70% de esa riqueza va a parar a las mujeres, la industria financiera tiene una oportunidad única: no solo de crecer, sino de transformarse. Maxime Carmignac no solo lo ve, lo está construyendo.