Europa debe seducir al Mediterráneo, no imponerle valores

Stefano Sannino alerta: la UE necesita una oferta atractiva y humilde para forjar alianzas reales con el sur, más allá de la visión paternalista.

El Mediterráneo no es un mero escenario geográfico: es un crisol de civilizaciones, religiones, lenguas y culturas que une tres continentes y 22 países. Con más de 46.000 kilómetros de costa compartida, esta región es vital para el futuro de la Unión Europea, especialmente en un mundo marcado por la incertidumbre geopolítica y la competencia global con potencias como Estados Unidos y China.

En este contexto, la UE ha lanzado recientemente el Pacto por el Mediterráneo, una estrategia renovada para fortalecer la cooperación con sus vecinos del sur. Pero, según Stefano Sannino, director general para Oriente Medio, Norte de África y el Golfo en la Comisión Europea, esta iniciativa no puede limitarse a una relación asistencialista. "La UE tiene que ofrecer algo más que la visión paternalista de nuestros valores como universales", advierte Sannino, quien subraya la necesidad de una propuesta genuinamente atractiva y mutuamente beneficiosa.

Durante la tercera edición de European Bridges, organizada por EL PERIÓDICO y Agenda Pública en la Universitat de Barcelona, Sannino defendió un enfoque más humilde y colaborativo. "No podemos imponer desde la arrogancia occidental lo que otros países deben hacer", afirmó. En su opinión, la cooperación debe basarse en el diálogo, el respeto y la reciprocidad, no en la condicionalidad o la superioridad moral.

Este llamado a la humildad diplomática resuena con el espíritu de la Declaración de Barcelona de 1995, que buscaba una asociación política y económica más profunda entre Europa y el Mediterráneo. Sin embargo, tres décadas después, los resultados han sido limitados. "Europa es más débil que en 1995", señaló Dolors Camats, directora de la Fundació Catalunya Europa, "y eso hace que mirar al sur sea cada vez más necesario". Camats añadió que una cooperación más estrecha con el Norte de África podría haber generado beneficios económicos y sociales más tangibles para ambas regiones.

Los desafíos compartidos son numerosos y urgentes: el cambio climático, la migración, la autonomía energética y la bomba demográfica en el sur del Mediterráneo exigen respuestas conjuntas. La UE no puede abordar estos temas en solitario, ni tampoco imponer soluciones desde arriba. La clave está en construir puentes reales, no solo simbólicos.

Sannino, con una larga trayectoria diplomática que incluye su paso como secretario general del Servicio Europeo de Acción Exterior, insiste en que la UE debe dejar de ver al Mediterráneo como una frontera a controlar y empezar a verlo como un puente a construir. Esto implica invertir en proyectos concretos, fomentar el intercambio cultural y económico, y reconocer que los países del sur tienen sus propias prioridades, valores y visiones del futuro.

La nueva estrategia europea debe ser más que un documento de intenciones. Debe traducirse en acciones tangibles: financiación para infraestructuras sostenibles, programas de movilidad estudiantil y laboral, cooperación en seguridad energética y apoyo a la gobernanza democrática sin imposiciones. Solo así podrá la UE convertirse en un socio de confianza, no en un tutor paternalista.

En un mundo cada vez más multipolar, el Mediterráneo se convierte en un escenario estratégico donde Europa debe demostrar su capacidad de liderazgo cooperativo. No se trata de imponer modelos, sino de coconstruir soluciones. Como dijo Sannino: "El Mediterráneo no es una tontería". Es una oportunidad histórica que la UE no puede desperdiciar.

Referencias