Amelia del Castillo: la mujer que quebró los cimientos del fútbol machista español

La histórica fundadora del Atlético de Pinto dejó un legado indeleble al convertirse en la primera presidenta de un club de fútbol en España durante la dictadura franquista

El fútbol español pierde a una de sus figuras más emblemáticas y revolucionarias. Amelia del Castillo, madre de la comunicadora Gema Santos, ha fallecido este fin de semana, dejando atrás una trayectoria que trascendió lo meramente deportivo para convertirse en un símbolo de la lucha por la igualdad en una época oscura para los derechos de la mujer en España.

Su nombre quedará para siempre vinculado al Atlético de Pinto, el club que dio vida el 15 de octubre de 1963 en plena dictadura franquista. En un contexto social donde las mujeres tenían prohibido hasta soñar con roles de liderazgo en el deporte rey, Del Castillo no solo fundó una entidad, sino que se convirtió en su primera presidenta de la historia del fútbol español, un hito que tardaría décadas en ser superado.

Los obstáculos que tuvo que sortear desde el primer día fueron de una magnitud difícil de imaginar hoy. La Federación Española de Fútbol mantenía una normativa implacable que vetaba a las mujeres como jugadoras, entrenadoras o árbitras. Sin embargo, Del Castillo encontró una escapatoria en el vacío legal: la presidencia de clubes no estaba explícitamente prohibida para su género. "Era la única vía que no prohibían. Lo demás lo prohibían todo, pero de presidentas no había absolutamente nada escrito", explicó en una entrevista concedida a MARCA en 2022.

Pero ser presidenta no significaba estar exenta del machismo institucional y social. Sus aspiraciones iniciales eran muy diferentes: "Yo quise ser entrenadora, tener el título, pero la Federación Española de Fútbol no lo permitió. Sólo me dejaban ir a clases teóricas y como un favor muy especial". La discriminación no venía solo de las instituciones, sino también de su propio entorno. Con dolorosa sinceridad, recordaba los insultos: "Cuando yo me sentaba en el banquillo fíjate lo que me llamaban, de todo. Unas me llamaban marimacho y otras fulanilla".

Convirtiéndose así en presidenta, entrenadora y delegada simultáneamente, Del Castillo sostuvo con sus propias manos un club modesto en una lucha constante por la supervivencia económica. Los recursos escaseaban y las ayudas eran inexistentes para una mujer en su posición. La inventiva se convirtió en su mejor aliada: organizó rifas, solicitó donaciones y, en un acto de audacia, decidió escribir directamente a Vicente Calderón, entonces presidente del Atlético de Madrid.

La respuesta del poderoso mandatario colchonero superó todas las expectativas. "Se conoce que le caí bien. A partir de ahí fue el padrino del equipo", recordaba con gratitud. Ese apoyo se materializó en equipaciones, balones, asistencia médica y, fundamentalmente, en la ayuda para cerrar el campo, un requisito indispensable para que el club pudiera competir en categorías oficiales.

Durante una década, Del Castillo demostró que el liderazgo no tenía género. Sus jugadores la respetaban y el club funcionaba, pero la presión institucional acabó por hacerse insoportable. En 1973, el alcalde de Pinto le entregó un ultimátum que le forzó a abandonar el cargo. "Luché hasta donde pude luchar", resumió con dignidad, aceptando su salida para preservar la existencia del club que tanto le había costado mantener.

El reconocimiento oficial tardó en llegar, pero cuando lo hizo, fue contundente. En el año 2000, el Atlético de Pinto la nombró presidenta de honor y su estadio pasó a llevar su nombre. La emoción de Del Castillo fue desbordante: "Fue un premio muy grande, la guinda del pastel. Fue como ganar la Champions". Su historia trascendió fronteras, llegando incluso a la CBS de Nueva York, que se desplazó hasta España para entrevistarla, fascinada por la figura de una mujer dirigiendo un equipo masculino en los años sesenta.

Entre todas las fotografías que atesoraba su memoria, había una que destacaba por encima del resto: aquella en la que aparecía sentada en el banquillo dando instrucciones. "Muy pocas mujeres se han visto ahí. Entonces nunca, y ahora poco. No podía jugar con ellos, pero estaba participando de su alegría", reflexionaba.

El legado de Amelia del Castillo se resume en una frase que hoy resuena con más fuerza que nunca: "Cuando tienes una ilusión y luchas por ella, aunque te cueste esfuerzo, lo puedes conseguir entonces, ahora y en el futuro". Una vida entera dedicada a demostrar que los sueños no entienden de normas arbitrarias ni de prejuicios sociales.

Su figura representa mucho más que un hito deportivo; es un testimonio vivo de la resistencia, la inteligencia y la determinación de quienes se atreven a romper moldes en las épocas más adversas. El fútbol español le debe un capítulo entero en su historia, y la sociedad española, un reconocimiento permanente como pionera de la igualdad.

Referencias

Contenido Similar