Aunque el monte Everest alcanza los 8.849 metros y sigue creciendo milímetros cada año, la Tierra tiene un límite natural para la altura de sus montañas. Según estudios geológicos, aunque teóricamente podría llegar a los 45.000 metros, en la práctica esto es imposible. La razón está en las leyes físicas que rigen nuestro planeta.
La presión es el límite. Cuando una montaña supera los 5.000 metros de altura, la presión en su base hace que las rocas se vuelvan plásticas, es decir, capaces de deformarse y fluir como masa de levadura sobre una mesa. Este fenómeno, explicado por el geólogo Haakon Fossen de la Universidad de Bergen, impide que las montañas sigan creciendo verticalmente sin colapsar.
El Himalaya, donde se encuentra el Everest, es el resultado de la colisión de dos placas tectónicas hace unos 50 millones de años. En los primeros 15 a 20 millones de años, la formación de montañas es más intensa. Después, el sistema alcanza un equilibrio: cuanto más alta es la montaña, mayor es la presión que la empuja hacia abajo.
Pero no solo la presión frena el crecimiento. La erosión también juega un papel clave. Glaciares, viento, lluvia y nieve desgastan constantemente las cumbres. Hannah Pomella, del Instituto de Geología de Innsbruck, señala que la tectónica no puede compensar la velocidad con la que los glaciares “mordisquean” las montañas. Rachel Headley, citada por la BBC, añade que el agua —en cualquiera de sus formas— es el principal agente erosivo que limita la altura.
Además, hay un factor de estabilidad. Aurora Elmore, experta en geología, explica que cuando una montaña se vuelve demasiado empinada, pierde estabilidad y termina colapsando. Es como construir una torre de bloques: si la base no puede soportar el peso, todo se viene abajo.
En resumen, la altura máxima de las montañas no es un capricho de la naturaleza, sino el resultado de un equilibrio entre fuerzas tectónicas, presión interna y erosión externa. El Everest y el K2 son excepciones, pero incluso ellos están sujetos a estas leyes. La Tierra, en su sabiduría geológica, ha establecido un techo natural que no podemos superar… por ahora.