Caos en Málaga: 24 vuelos desviados por el temporal de lluvia

La alerta roja de la Aemet paraliza el aeropuerto de Málaga con fuertes precipitaciones que obligan a desviar decenas de vuelos a Sevilla, Almería y Granada

La provincia de Málaga vivió una noche de intensa tensión ante la llegada de un temporal de lluvias excepcional que activó la alerta roja por parte de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Las precipitaciones torrenciales no solo causaron estragos en las calles y carreteras, sino que provocaron un caos operativo sin precedentes en el Aeropuerto de Málaga, donde 24 aeronaves que debían aterrizar en la capital costasoleña tuvieron que ser desviadas a otros aeródromos andaluces. La situación, que se prolongó durante toda la noche, dejó a miles de pasajeros en una situación de incertidumbre y obligó a las autoridades a tomar decisiones urgentes para garantizar la seguridad de los viajeros y las tripulaciones.

El Aeropuerto de Málaga, uno de los principales puntos de entrada de turistas a la Costa del Sol y un nodo estratégico para la conectividad aérea del sur de España, vio interrumpidas sus operaciones nocturnas por un fenómeno meteorológico que superó todas las previsiones. De los 444 vuelos programados para llegar a la instalación aeroportuaria durante la jornada, dos docenas se vieron forzados a buscar alternativas en tierras andaluzas, mientras que otros diez tuvieron que mantenerse en espera, sobrevolando la provincia hasta recibir autorización para aterrizar.

Los destinos alternativos elegidos para estos vuelos desviados fueron los aeropuertos de Sevilla, Almería y Granada, considerados los más cercanos y con capacidad suficiente para absorber el flujo de aeronaves reubicadas de emergencia. Esta decisión, tomada por los controladores aéreos en coordinación con las autoridades meteorológicas y aeroportuarias, buscaba minimizar los riesgos asociados a las condiciones climatológicas extremas que imperaban en la zona malagueña.

Entre las aeronaves afectadas figuraban conexiones procedentes de importantes ciudades europeas como Bristol, Bruselas, Milán y Glasgow, además de vuelos domésticos originarios de Valencia y Barcelona. Los pasajeros de estos vuelos, muchos de ellos turistas que iniciaban sus vacaciones en la Costa del Sol o residentes que regresaban a sus hogares, se encontraron con la desagradable sorpresa de aterrizar en una ciudad diferente a la prevista, con las consiguientes complicaciones logísticas para completar su viaje.

La situación fue particularmente crítica durante un intervalo de veinte minutos, concretamente entre las 23.50 y las 00.10 horas, cuando diez aeronaves que habían sobrevolado la provincia a la espera de condiciones mejoras recibieron finalmente luz verde para completar su aproximación y aterrizar en Málaga. Estos vuelos, que procedían de destinos tan diversos como Copenhague, Mánchester, Helsinki, Valencia o Barcelona, habían estado en espera en el espacio aéreo cercano, consumiendo combustible y generando ansiedad entre sus ocupantes mientras los equipos de tierra trabajaban contra reloj para garantizar las condiciones mínimas de seguridad en las pistas.

El protocolo de actuación ante alerta roja establecido por Aemet contempla la suspensión de actividades al aire libre y la toma de medidas preventivas en infraestructuras críticas. En el caso de la aviación, esto se traduce en la reducción de operaciones, el aumento de márgenes de seguridad en las aproximaciones y, en casos extremos como el vivido, la desviación completa del tráfico aéreo hacia aeropuertos alternativos. La decisión de mantener abierto el espacio aéreo malagueño para al menos diez vuelos demuestra el equilibrio entre seguridad y operatividad que deben mantener las autoridades en situaciones de emergencia.

Las consecuencias de este temporal se extendieron más allá de la simple alteración del tráfico aéreo. Los pasajeros desviados tuvieron que hacer frente a retrasos considerables en sus itinerarios, muchos perdieron conexiones con otros vuelos, transportes terrestres reservados o compromisos personales y profesionales. Las compañías aéreas, por su parte, tuvieron que activar sus protocolos de contingencia, ofreciendo alojamiento, transporte terrestre alternativo o reembolsos a los afectados, según la normativa europea de derechos de los pasajeros.

Desde el punto de vista meteorológico, este evento forma parte de una perturbación extraordinaria que afectó a gran parte del litoral mediterráneo español. Los modelos de predicción habían anticipado precipitaciones intensas, pero la magnitud y persistencia del fenómeno superó las expectancias, colapsando sistemas de drenaje urbano, causando inundaciones en zonas bajas y generando situaciones de riesgo que justificaron plenamente la activación de la alerta roja.

La resiliencia del sistema aeroportuario andaluz quedó patente en la capacidad de absorción de los aeropuertos alternativos. Sevilla, Almería y Granada gestionaron con eficiencia el flujo adicional de aeronaves, demostrando la importancia de contar con una red de infraestructuras coordinada capaz de responder a emergencias de esta naturaleza. La cooperación interadministrativa entre gestores aeroportuarios, servicios meteorológicos, control aéreo y operadores resultó crucial para minimizar el impacto de la crisis.

Para los viajeros afectados, la experiencia supuso una lección sobre la incertidumbre inherente a los desplazamientos aéreos en época de cambio climático, donde los fenómenos meteorológicos extremos se están volviendo más frecuentes e impredecibles. Las historias compartidas en redes sociales durante esas horas reflejaban la mezcla de frustración, resignación y comprensión ante una situación que, si bien molesta, respondía a criterios de seguridad irrenunciables.

Las autoridades aeroportuarias han anunciado una revisión de los protocolos de actuación ante fenómenos meteorológicos extremos con el objetivo de optimizar la comunicación con los pasajeros y mejorar la coordinación con las aerolíneas en futuros eventos similares. La lección aprendida en esta ocasión apunta a la necesidad de reforzar la previsión y la información en tiempo real a los usuarios, permitiendo que anticipen posibles alteraciones y puedan tomar decisiones informadas sobre sus viajes.

El balance final de esta noche de caos aéreo deja claro que, pese a los avances tecnológicos en predicción meteorológica y gestión del tráfico aéreo, la naturaleza sigue imponiendo sus propias reglas. La capacidad de adaptación y respuesta de los sistemas de transporte, combinada con la comprensión y paciencia de los viajeros, resulta fundamental para superar con éxito las crisis que, como esta, ponen a prueba la eficiencia de nuestras infraestructuras más críticas.

Referencias

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