El presidente francés, Emmanuel Macron, ha calificado a Brigitte Bardot como quien encarnaba «una vida de libertad» que aportó «un brillo universal a Francia». La icónica actriz y cantante, uno de los últimos mitos del séptimo arte galo, falleció este domingo a los 91 años, según confirmó su propia fundación. Con su desaparición, el mundo del espectáculo pierde a una figura que trascendió las pantallas para convertirse en un emblema cultural de todo un siglo.
La noticia ha conmocionado a la sociedad francesa, que en apenas un año ha visto desaparecer a dos de sus máximas estrellas: primero Alain Delon en 2024, y ahora la musa de Saint-Tropez. Macron no dudó en utilizar sus redes sociales para expresar el pesar oficial: «Sus películas, su voz, su gloria deslumbrante, sus iniciales, sus penas, su generosa pasión por los animales, su rostro convertido en Marianne; Brigitte Bardot encarnaba una vida de libertad. Existencia francesa, brillo universal. Ella nos conmovía. Lloramos a una leyenda del siglo».
Una carrera fulgurante en la gran pantalla
Aunque su trayectoria cinematográfica fue relativamente breve, Bardot se consolidó como icono del cine francés y símbolo erótico de las décadas de 1950 y 1960. Su nombre quedará para siempre ligado a títulos fundamentales como Y Dios creó a la mujer (1956), La verdad (1960) y El desprecio (1963), películas que no solo marcaron una época, sino que redefinieron la imagen de la mujer en la pantalla.
Su magnetismo y belleza la convirtieron en una de las primeras estrellas globales del cine europeo, capaz de rivalizar con las divas de Hollywood. Las iniciales «BB» se convirtieron en un distintivo universal, reconocido en cualquier rincón del planeta. Sin embargo, a pesar de su éxito desmedido, Bardot decidió abandonar prematuramente el mundo del cine, dejando un legado cinematográfico intenso pero corto.
La faceta musical y su colaboración con Gainsbourg
Más allá de la interpretación, Bardot desarrolló una exitosa carrera musical que, curiosamente, resultó más extensa que su paso por el celuloide. Su colaboración con Serge Gainsbourg, figura controvertida y genial de la canción francesa, dio lugar a uno de los temas más provocadores de la historia: J'taime… moi non plus, grabado en 1967. La canción, con sus gemidos sensuales que escandalizaron a la época, sigue siendo objeto de análisis y, para muchos, un hito de la liberación sexual en la música.
Esta faceta artística demostró que Bardot no era solo una cara bonita, sino una mujer con capacidad para explorar diferentes territorios creativos, siempre bajo su propias reglas y sin temor a la controversia.
El activismo animalista como segunda vida
Tras abandonar los focos de la farándula, Bardot encontró en la defensa de los animales su nueva razón de ser. Su compromiso no fue una mera pose de celebridad, sino una lucha constante que la llevó a lugares remotos como Canadá para denunciar la caza de focas en los años 1970. Esas imágenes, donde la ex diva del cine se enfrentaba a cazadores en medio de hielos, se convirtieron en un símbolo del activismo ecologista de la época.
En 1986 creó la Fondation Brigitte Bardot, que se ha convertido en una de las organizaciones más activas de Francia en materia de protección animal. Su dedicación a esta causa le valió reconocimientos, pero también le granjeó enemistades, especialmente cuando sus posturas se entremezclaron con sus opiniones políticas.
Las sombras de un legado controvertido
No todo en la biografía de Bardot es luminoso. La actriz generó numerosas polémicas por sus postulados reaccionarios y xenófobos, mostrando en varias ocasiones su cercanía a Jean-Marie Le Pen y a su hija Marine Le Pen, líder de la ultraderecha francesa. Estas posiciones ideológicas la convirtieron en una figura incómoda para muchos de sus admiradores progresistas.
Además, sus declaraciones sobre inmigración y su visión tradicionalista de las relaciones entre hombres y mujeres le valieron duras críticas del movimiento feminista. Paradójicamente, quien había simbolizado la liberación femenina en pantalla defendía en la vida real concepciones que muchos consideraban arcaicas y discriminatorias.
Los últimos años en el ostracismo
Durante sus últimos años, Bardot vivió prácticamente recluida en Saint-Tropez, en dos propiedades que le servían de refugio lejos del bullicio mediático. Su salud se había deteriorado notablemente, con serias dificultades para caminar, lo que la mantuvo alejada de la vida pública.
A pesar de su aislamiento físico, su presencia simbólica nunca desapareció. Cada declaración suya, cada polémica, seguía generando titulares, demostrando que el peso de su mito seguía vigente incluso en la era digital.
Reacciones políticas divididas
La muerte de Bardot ha generado reacciones encontradas en el espectro político francés. Mientras Macron la ensalzaba como símbolo nacional, Marine Le Pen expresaba su «pesar inmenso» y la definía como «extraordinariamente francesa». «Era increíblemente francesa: libre, indomable, íntegra. La echaremos muchísimo de menos», escribió la líder ultraderechista en redes sociales.
Esta dualidad en los homenajes refleja la complejidad de una figura que, al mismo tiempo, representó la modernidad y la tradición, la liberación y la intolerancia, el glamour y la soledad.
Un legado imposible de encasillar
Brigitte Bardot no fue una mujer fácil de definir. Fue actriz, cantante, activista, icono de belleza y figura controvertida, todo al mismo tiempo. Su rostro, que llegó a representar a Marianne, la figura alegórica de la República Francesa, simboliza esta contradicción: un símbolo oficial de la libertad que, en la práctica, defendía posturas que limitaban las libertades de otros.
Su impacto en la cultura popular es innegable. Desde las pasarelas hasta las protestas ecologistas, desde las portadas de las revistas hasta los manifiestos políticos, Bardot dejó huella en múltiples ámbitos. Su muerte cierra una época del cine francés, pero también abre el debate sobre cómo recordar a las figuras complejas de nuestra historia reciente.
Francia pierde a una de sus últimas leyendas vivas, pero gana un mito que perdurará en el tiempo, con todas sus luces y sombras. Brigitte Bardot fue, sobre todo, una mujer que vivió según sus propias reglas, sin pedir permiso a nadie, y esa actitud, más que cualquier película o canción, es quizás su legado más duradero.