La historia de Josele Román es un reflejo de las luces y sombras del mundo del espectáculo. Con una trayectoria que abarca seis décadas y más de un centenar de películas, esta actriz se consolidó como una de las caras más reconocibles del cine español de los años setenta. Sin embargo, detrás del glamour y el éxito profesional, se esconde una realidad marcada por las dificultades económicas y personales que la han obligado a tomar decisiones drásticas.
Josele Román saltó a la fama en la época del denominado cine de destape, un género que definió una década y que le abrió las puertas de una industria en plena ebullición. Su talento y presencia en pantalla le garantizaron un lugar privilegiado durante años, pero la inestabilidad propia del sector pronto dejó sentir sus efectos. La falta de oportunidades constantes la llevó a explorar otros caminos profesionales, una decisión que cambiaría el rumbo de su vida.
En un momento de escasez de roles cinematográficos, la actriz decidió apostar por la música rock. Esta elección, lejos de resultar un éxito, generó un impacto negativo en sus finanzas y tensiones familiares que aún recuerda con pesar. "En mi casa estaban enfadadas conmigo", confiesa, aludiendo a las consecuencias de una inversión que no rindió los frutos esperados. El mundo de la música, tan diferente al cine, resultó ser un terreno movedizo que contribuyó al deterioro de su situación económica.
El punto de inflexión llegó cuando las deudas se acumularon hasta convertirse en una carga insostenible. Para hacer frente a una deuda bancaria que amenazaba su estabilidad, Román se vio obligada a vender su piso en Madrid, una propiedad cargada de valor sentimental por ser familiar. La transacción, aunque necesaria, supuso un golpe emocional y material difícil de digerir. "Tenía una deuda porque le saqué un crédito que era hipotecario a la casa", explica la actriz, reconociendo que esta medida extrema fue su única salida para evitar un colapso financiero total.
La venta del inmueble no resolvió todos sus problemas. A las secuelas de esa decisión se suma una situación de precariedad en su pensión de jubilación, que fue reducida de manera arbitraria tras un error administrativo. Actualmente, la cantidad que percibe apenas le permite cubrir los gastos básicos, dejándola en una posición de vulnerabilidad que resulta paradójica para alguien que tanto ha contribuido a la cultura española.
Este caso no es aislado en el ámbito del entretenimiento nacional. La inestabilidad laboral, la falta de protección social para los profesionales del sector y los errores burocráticos han dejado a varios artistas en situaciones similares. La historia de Josele Román sirve como ejemplo de cómo el éxito profesional no garantiza la seguridad económica, especialmente en una industria tan volátil como el cine.
A sus más de sesenta años de carrera, la actriz mira hacia atrás con una mezcla de orgullo por su trabajo y tristeza por las circunstancias que le ha tocado vivir. Su voz se suma a la de otros compañeros que demandan un mayor reconocimiento y protección para los veteranos del sector. La situación de Román pone de manifiesto la necesidad de revisar los sistemas de apoyo a los artistas que, tras años de contribución cultural, se encuentran abandonados a su suerte.
La trayectoria de esta intérprete es un recordatorio de que la fama es efímera y que las instituciones deben garantizar la dignidad de aquellos que han dedicado su vida al arte. Mientras tanto, Josele Román continúa afrontando cada día con la resiliencia que le ha caracterizado, esperando que su caso sirva para visibilizar una realidad que afecta a muchos profesionales del mundo del espectáculo.