Cillian Murphy ha construido una reputación no solo como uno de los actores más versátiles de su generación, sino también como un verdadero entusiasta de la música con un gusto excepcionalmente ecléctico. Lejos de limitarse a los clásicos de su juventud o las bandas sonoras de sus películas, el intérprete irlandés demuestra una curiosidad constante por descubrir nuevos sonidos y artistas contemporáneos. Un ejemplo claro de esta apertura fue su reciente confesión sobre Gesse, banda que conoció gracias a su hijo y con la que admitió estar completamente obsesionado. Esta disposición para explorar propuestas actuales convive en perfecta armonía con su profundo respeto por los pilares fundamentales de la historia del rock y el pop.
En una reveladora conversación mantenida hace algunos años con el medio Two Paddocks, Murphy desglosó parte de su lista de canciones fundamentales, ofreciendo una visión privilegiada de sus referentes artísticos. Entre los títulos mencionados figuraban "Sweet Thing" de Van Morrison, la icónica "Rock & Roll" de The Velvet Underground y "Someday" de The Strokes. Sin embargo, fue al hablar de Paul McCartney cuando su entusiasmo alcanzó nuevas cotas, centrándose específicamente en una balada que considera una joya irrepetible del catálogo del exbeatle.
La pieza en cuestión, "Maybe I'm Amazed", forma parte del primer álbum en solitario de McCartney, publicado en 1970 tras la ruptura de The Beatles. Para Murphy, esta composición representa la síntesis perfecta entre la emotividad de una balada de amor y la energía desbordante del rock. Sus palabras al respecto no dejan lugar a dudas: la describe como "prácticamente perfecta", un elogio que cobra mayor relevancia viniendo de alguien con su nivel de exigencia artística. La canción, grabada en su totalidad por McCartney -quien interpretó todos los instrumentos-, cuenta con un solo de guitarra que el actor irlandés califica directamente de "increíble". Esta capacidad de fusionar la vulnerabilidad lírica con la potencia instrumental convierte el tema, en opinión de Murphy, en una de las declaraciones de amor más poderosas y auténticas del rock clásico.
La elección de esta canción como favorita revela mucho sobre los criterios estéticos del actor. No se trata simplemente de nostalgia o admiración por un mito viviente, sino de un análisis concreto de los elementos técnicos y emocionales que conforman una obra maestra. El hecho de que McCartney asumiera la totalidad de la responsabilidad creativa en ese primer disco en solitario añade, para Murphy, un valor extra a la composición. La autenticidad y la visión personal se convierten así en méritos fundamentales a la hora de evaluar la calidad de una pieza musical.
Curiosamente, el intérprete de Thomas Shelby no se quedó solo en la faceta más romántica de la discografía post-Beatles. Como contrapunto a la pasión desbordante de "Maybe I'm Amazed", Murphy seleccionó otra pieza igualmente significativa pero diametralmente opuesta en tono y contenido: "God" de John Lennon. Esta canción, incluida en el álbum John Lennon/Plastic Ono Band de 1970, representa para el actor un ejercicio de honestidad brutal y valentía artística. La letra, que desmonta ídolos y desafía convicciones establecidas, le parece "excepcionalmente audaz y valiente", una obra simultáneamente desgarradora y llena de esperanza. La crudeza de la voz de Lennon en esta grabación, lejos de ser un defecto, se convierte en un elemento esencial que refuerza la autenticidad del mensaje. Esta yuxtaposición entre las dos canciones demuestra la capacidad de Murphy para apreciar matices y contrastes dentro del mismo movimiento artístico.
Más allá de los Beatles y sus derivas, el actor ha manifestado en múltiples ocasiones una fascinación profunda por figuras más experimentales y marginales. En particular, su devoción por Frank Zappa revela una dimensión menos conocida de su personalidad melómana. En declaraciones a The AV Club, Murphy confesó que uno de los discos que más ha marcado su percepción musical es Hot Rats, publicado en 1969. Esta obra, considerada una de las cumbres del catálogo zappiano, representa un punto de entrada ideal para quienes no están familiarizados con la compleja y a menudo desafiante propuesta del músico californiano.
El actor irlandés es consciente de que muchos puristas consideran Hot Rats como el álbum más accesible de Zappa, pero precisamente esa cualidad es lo que lo hace valioso como puente de conexión. Según su propia experiencia, si un oyente logra conectar con las estructuras jazz-rock de este disco, probablemente podrá adentrarse sin problemas en obras más complejas como Weasels Ripped My Flesh. Esta perspectiva pedagógica refleja no solo pasión, sino también comprensión de los mecanismos de apreciación artística progresiva.
Las razones que Murphy esgrime para justificar su admiración por Zappa van más allá de la mera preferencia estética. Destaca especialmente la individualidad y la sofisticación del compositor, calificándolo directamente de "genio puro, único en su clase". En un mundo donde la tendencia a la homogeneización es constante, la figura de Zappa representa la defensa irrestricta de la autonomía creativa. Murphy valora profundamente esa capacidad de no dejarse arrastrar por la corriente, de mantener una visión personal inquebrantable sin importar las presiones comerciales o críticas. Esta cualidad, que él mismo ha demostrado a lo largo de su carrera actoral, encuentra un paralelismo perfecto en la trayectoria del músico estadounidense.
La reflexión del actor sobre Zappa concluye con una constatación que podría aplicarse perfectamente a su propia filosofía de trabajo: "Nunca tomó decisiones fáciles". Esta frase resume el compromiso con la excelencia artística por encima de la comodidad, un principio que Murphy parece aplicar tanto en su selección de roles como en sus elecciones musicales. La admiración que profesa por aquellos creadores que se mantienen fieles a su visión, aunque ello implique un camino más arduo, habla de una ética del trabajo artístico profundamente arraigada.
El perfil melómano de Cillian Murphy resulta ser, en última instancia, un reflejo de su personalidad creativa. Su capacidad para valorar tanto la emotividad directa de McCartney como la complejidad experimental de Zappa, pasando por la honestidad cruda de Lennon, demuestra una sensibilidad amplia y madura. No se trata de un simple consumidor pasivo de música, sino de un analista que busca en cada obra los elementos que la convierten en memorable y significativa. Esta pasión compartida por la autenticidad, la innovación y la excelencia técnica configura un mapa de gustos que va mucho más allá de lo superficial, revelando a un artista que entiende y respeta el proceso creativo en todas sus formas.