La música española despide a una de sus figuras más irreverentes y auténticas. Jorge Martínez, voz inconfundible y alma creativa de Ilegales, ha fallecido este martes a los 70 años en el Hospital Central de Asturias tras una breve pero intensa batalla contra un cáncer de páncreas de especial virulencia. Su deceso pone fin a una carrera de cuatro décadas que ayudó a dibujar el mapa sonoro de varias generaciones.
La noticia llega apenas dos meses y medio después de que la banda anunciara la suspensión indefinida de su gira de presentación. El pasado mes de febrero, el grupo comunicó con lacónico pesar que todos los conciertos previstos quedaban cancelados "por tiempo indefinido" debido a los problemas de salud que afectaban a su líder. En aquel momento, una veintena de fechas quedaron en el aire, incluidas las presentaciones del flamante disco Joven y arrogante, trabajo que prometía ser el caballo de batalla de un 2025 lleno de energía para la formación.
El agresivo tumor que aquejaba a Martínez no dio tregua. Durante las dos últimas semanas, el músico permaneció hospitalizado en Oviedo, rodeado de sus seres queridos y de los compañeros que habían compartido escenario con él durante décadas. Fuentes cercanas al artista confirman que, incluso en sus últimos días de lucidez, su mente no dejó de girar en torno a la creación musical.
Roberto Nicieza, ex batería de Australian Blonde y amigo entrañable del vocalista, compartió con este medio los últimos deseos del artista: "Pensó en música hasta el final. La última vez que hablamos me dijo que había que editar una canción que tenía inconclusa. Y me contó un sueño que había tenido, casi pesadilla para él: un concierto suyo que había sonado mal". Esta devoción por el oficio, hasta en los momentos más críticos, define perfectamente la ética de un hombre que vivió para y por el rock.
Precisamente, esa actitud vital era lo que pretendía capturar el último álbum de estudio. En una de sus últimas entrevistas, concedida a la presentación de Joven y arrogante, Martínez reflexionaba sobre el título: "Es una postura inherente al rock and roll. La arrogancia no se debería perder nunca. La juventud evidentemente se pierde por una cuestión vital, aunque a mí todavía me queda juventud y también arrogancia". Palabras que ahora resuenan como un testamento artístico.
Los orígenes de esta pasión se remontan a su adolescencia en Asturias, cuando ya tocaba en orquestas de música popular. Durante los últimos coletazos del franquismo, como tantos otros músicos de su época, se vio obligado a sacarse el carnet profesional que expedía el Sindicato Nacional del Espectáculo para poder actuar con garantías. Fue su primera toma de contacto con la burocracia y las trabas, algo que marcaría su carácter contestatario.
Curiosamente, antes de consagrarse al rock, Martínez inició estudios de Derecho. Pronto comprendió que aquel no era su camino. El llamado de los escenarios era más fuerte. Tras su paso por formaciones como Madson y Los Metálicos, a principios de los ochenta fundó la banda que le haría legendario: Ilegales. Con ella, grabó más de una decena de discos y realizó giras por todo el planeta, convirtiéndose en una de las referencias más sólidas del rock de nuestro país.
Aunque la banda decidió disolverse en 2011, Martínez nunca abandonó la esencia que le definió. Creó Jorge Ilegal y los Magníficos, un proyecto que le permitía regresar a sus raíces en las orquestas pero manteniendo intacto su espíritu. Siempre fue tajante al respecto: seguía componiendo como Ilegal y no tenía sentido sacar su música bajo ningún otro nombre. La coherencia era su bandera.
Con su partida, el panorama musical español pierde a uno de sus pilares más genuinos. Martínez representaba una generación que no solo hizo rock en castellano, sino que redefinió el género en España, ayudando a un país entero a comprenderse a sí mismo a través de la electricidad de las guitarras y la crudeza de sus letras. Su legado, como el de todos los grandes artistas, trascenderá las décadas. La estrella se ha apagado, pero la luz que emitió seguirá viajando durante mucho tiempo.