La vuelta de Xavi Pascual al banquillo del FC Barcelona no pudo ser más dramática. En su primer partido de vuelta en la Euroliga, el técnico catalán vio cómo su equipo caía por un solo punto (74-73) ante el Anadolu Efes en Estambul, en un final que dejó un sabor agridulce y muchas preguntas sobre el arbitraje. La derrota, aunque ajustada, fue el resultado de una combinación de errores tácticos, malos porcentajes y una decisión arbitral que, en el último segundo, cambió el rumbo del partido.
Pascual, que en la previa había afirmado con convicción que "vengo para ganar", se encontró con una realidad más compleja de lo esperado. A pesar de que el Barça llegó a liderar el partido por 12 puntos y que el Efes jugó sin tres de sus jugadores clave, el equipo azulgrana no supo mantener la ventaja. El tercer cuarto fue especialmente nefasto: 23-9 a favor del equipo turco, un parcial que desinfló por completo la moral del conjunto catalán.
Pero si hay un dato que resume la noche del Barça, ese es el de los triples: 7 de 31. Un porcentaje ridículo para un equipo que, en teoría, cuenta con tiradores de calidad. La falta de acierto desde la línea de tres puntos fue el principal lastre del equipo, que no logró encontrar el ritmo ofensivo necesario para mantener la ventaja. En un deporte donde cada punto cuenta, fallar 24 tiros de tres es una sentencia.
La polémica llegó en los últimos segundos. Con el marcador empatado y apenas tres décimas de segundo en el reloj, el árbitro pitó una falta personal sobre un jugador del Barça. La decisión fue cuestionada por jugadores, entrenadores y aficionados, ya que muchos consideraron que no hubo contacto suficiente para merecer la falta. Dos tiros libres de Cordinier, ejecutados con frialdad, dieron la victoria al Efes. Un final que, para muchos, huele a arbitraje de casa: en los momentos clave, el balón siempre parece inclinarse hacia el equipo local.
Sin embargo, no todo fue negativo para Pascual. A pesar de la derrota, el entrenador mostró algunos brotes verdes que podrían ser la base para un futuro más prometedor. En primer lugar, amplió el plantel y dio minutos a jugadores que no habían tenido oportunidades recientes, como Fall, quien aprovechó su tiempo en cancha y demostró que puede aportar. También destacó la actuación de Willy Hernangómez en el primer tiempo, no solo por su aporte ofensivo, sino por su capacidad para generar juego colectivo.
Otro punto positivo fue la estructura táctica que Pascual está intentando implantar. El Barça ya no juega con un solo jugador que busca el balón para sí mismo, como ocurría con Punter en etapas anteriores. Ahora, el equipo parece tener una idea más clara: pasar el balón, jugar con orden, masticar los segundos y buscar la mejor opción. Es un cambio de filosofía que, aunque aún está en pañales, promete mejorar el rendimiento colectivo.
Claro está, hay aspectos que aún deben pulirse. La defensa sigue siendo una asignatura pendiente, y los jugadores estrella —Clyburn, Punter y Shengelia— parecieron desubicados y poco efectivos. Su rendimiento fue muy por debajo de lo habitual, pero eso puede deberse a que aún no se han adaptado completamente al sistema de Pascual. Cuando logren integrarse en el engranaje colectivo, el Barça podría dar un salto de calidad significativo.
En resumen, la derrota en Estambul no debe verse como un fracaso, sino como un paso necesario en el proceso de reconstrucción que Pascual está liderando. El equipo mostró signos de mejora, pero también evidenció fallos que deben corregirse. El 7 de 31 en triples es inaceptable, y el arbitraje, aunque no puede controlarse, debe servir como lección para no depender de decisiones externas en los momentos clave.
La Euroliga es un torneo impredecible, y los partidos se ganan o pierden por detalles. Pascual tiene trabajo por delante, pero también tiene una base sobre la que construir. Si logra mejorar la eficiencia en el tiro, consolidar el sistema de juego y ajustar la defensa, el Barça podría convertirse en un equipo competitivo en la segunda mitad de la temporada. Por ahora, la derrota duele, pero no es un golpe mortal. Es una oportunidad para aprender, ajustar y volver más fuertes.