El Madrid se hunde en el Bernabéu: el Celta le propina una dolorosa lección

Dos goles de Swedberg, lesión de Militao y expulsiones: el conjunto blanco cosecha solo 6 puntos de 15 posibles en un mes para olvidar

El Real Madrid sufrió una derrota inesperada y contundente en su feudo del Santiago Bernabéu ante un Celta de Vigo que demostró una superioridad evidente durante los noventa minutos. El conjunto blanco, que pareció priorizar el duelo europeo ante el Manchester City, pagó caro sus rotaciones con una actuación deslucida que le costó tres puntos vitales en la lucha por el liderato de LaLiga.

La crisis de resultados del equipo merengue se agudiza: únicamente ha conseguido 6 puntos de 15 posibles en las últimas cinco jornadas, una cifra que evidencia el bajón futbolístico del último mes. La derrota ante los gallegos no solo supone un varapalo en la tabla, sino que también deja un reguero de problemas: la lesión de Militao y las expulsiones de Fran García y Carreras complican aún más el panorama de cara a los decisivos compromisos próximos.

El encuentro arrancó con un Madrid falto de ritmo e intensidad, dos características que habían definido su mejor versión al inicio de la temporada. El técnico optó por modificar el once inicial, introduciendo cambios significativos en la defensa: Asencio ocupó la banda derecha, Carreras actuó como central y Fran García se situó en el lateral izquierdo. Valverde asumió la capitanía y el rol de interior derecho, mientras que Bellingham repetía en la posición de interior zurdo, tal como ocurrió en San Mamés. Sin embargo, la similitud táctica no se tradujo en un rendimiento comparable.

El Celta, por su parte, salió al césped con una idea clara y una ejecución impecable. Borja Iglesias se convirtió en el eje ofensivo del equipo, magnífico en la salida de balón y generando constantes problemas a la zaga madridista. Bryan Zaragoza, como elemento desequilibrador, aportó velocidad y verticalidad a un conjunto gallego que se mostró completo, solidario y sin complejos ante el campeón de Europa.

La primera mitad transcurrió con un dominio territorial del Madrid, pero sin la profundidad necesaria para desestabilizar a un rival bien plantado. El balón circulaba con excesiva parsimonia, los pases eran mayoritariamente de seguridad y faltaba el movimiento sin balón que caracterizó al equipo en sus mejores momentos. La sensación era similar a las épocas anteriores, cuando la solución a los problemas dependía exclusivamente del talento individual.

Precisamente, una jugada de inspiración individual pudo cambiar el rumbo del partido. Vinicius filtró un pase a la espalda de la defensa, Mbappé dejó el balón para Arda Güler, pero el remate del joven turco se marchó desviado. Fue la ocasión más clara del conjunto blanco en los primeros cuarenta y cinco minutos.

El Celta, lejos de amedrentarse, respondió con contundencia. Borja Iglesias bajó una pelota en mediocampo, se giró con elegancia y sirvió un pase milimétrico para Pablo Durán, que se encontró solo ante el portero. Aunque su remate careció de la fuerza necesaria, dejó claro que los visitantes no habían venido de turismo al Bernabéu.

La gran ocasión madridista antes del descanso llegó mediante un cabezazo de Bellingham, que obligó a lucirse a Radu, el meta gallego que volvió a demostrar su calidad con una mano salvadora. El portero rumano se ha consolidado como uno de los puntos fuertes del Celta, capaz de dar puntos a su equipo en momentos críticos.

La segunda mitad comenzó con el mismo guion: un Madrid lento y predecible, y un Celta ordenado y peligroso en transiciones. La lesión de Militao, que tuvo que ser sustituido tras un esfuerzo desesperado por evitar un mano a mano, supuso un duro golpe para la defensa blanca. El brasileño se rompió el muslo y se sumó a la lista de bajas que ya preocupa al cuerpo técnico.

El desenlace del partido llegó con los dos goles de Swedberg, el delantero que aprovechó la pasividad defensiva madridista para sentenciar el encuentro. El primero, tras una pérdida de balón en mediocampo que el Celta castigó con una rápida transición. El segundo, en una jugada similar donde la falta de intensidad del Madrid fue evidente.

Las expulsiones de Fran García y Carreras en los minutos finales fueron la guinda a una noche para olvidar. Ambos jugadores vieron la tarjeta roja por entradas temerarias, dejando al equipo con nueve jugadores en el césped y evidenciando la frustración que invadía al conjunto blanco.

El análisis del rendimiento madridista resulta preocupante. El equipo ha perdido la identidad que le hizo brillar al inicio de curso, cuando el ritmo, la presión y el movimiento constante eran sus señas de identidad. Ahora, el balón vuelve a circular lentamente, las transiciones son predecibles y la solución se busca en el talento individual de jugadores como Vinicius o Bellingham, en lugar de en un juego colectivo sólido.

El Celta, en cambio, merece todos los elogios. El equipo de Claudio Giráldez ejecutó a la perfección su plan: defender con orden, salir rápido al contraataque y aprovechar los espacios que dejaba un rival descolocado. Borja Iglesias fue el mejor sobre el campo, demostrando por qué es uno de los delanteros más completos de la competición. Bryan Zaragoza, con su desborde constante, generó peligro cada vez que tocó el balón.

La derrota deja al Madrid en una situación comprometida en la tabla. La distancia con el Barcelona, su principal perseguidor, se reduce y la presión aumenta de cara a los próximos compromisos. El choque ante el Manchester City en Champions adquiere ahora una mayor trascendencia, pero también un mayor riesgo, dados los problemas físicos y disciplinarios que arrastra el equipo.

El calendario no da tregua y el Madrid deberá encontrar rápidamente soluciones a una crisis que, si bien no es estructural, sí que está afectando al rendimiento del equipo. La falta de intensidad, las lesiones en defensa y las decisiones arbitrales en contra han creado un cóctel explosivo que el cuerpo técnico debe gestionar con inteligencia.

El Bernabéu, que acostumbra a ser un fortín, se convirtió en el escenario de una derrota que duele por la forma, no solo por el resultado. Los aficionados vieron a un equipo sin alma, sin la chispa que les hizo campeones de Europa y del mundo. La temporada está lejos de acabar, pero las alarmas ya han saltado en la capital española.

El Celta, mientras tanto, celebra una victoria que le sienta como un anillo al dedo. Los gallegos demostraron que con trabajo, orden y talento se puede competir de tú a tú contra cualquier rival. La temporada de los celestes pinta cada vez mejor, y esta victoria les da un impulso anímico y puntual invaluable.

En definitiva, una noche negra para el Real Madrid que debe servir como punto de inflexión. O se recupera la esencia del juego que llevó al equipo a la cima, o la crisis puede convertirse en algo más que un simple bajón temporal. El tiempo jugará a favor o en contra, pero lo cierto es que el conjunto blanco necesita una reacción inmediata si quiere mantener vivo su sueño de revalidar el título liguero.

Referencias

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