El aeropuerto de Málaga se prepara para un salto histórico. Tras consolidarse como el cuarto aeródromo más transitado de la red Aena —con casi 25 millones de pasajeros en 2024—, ahora mira hacia el futuro con un ambicioso plan de expansión que busca llevar su capacidad a los 36 millones de viajeros. Las obras, que comenzarán en 2028, supondrán una inversión de 1.500 millones de euros y no solo aumentarán la capacidad, sino que transformarán la experiencia del viajero y la eficiencia operativa del aeropuerto.
La Terminal 3, inaugurada en 2010, fue clave para el auge turístico de la provincia. En aquel entonces, el aeropuerto recibía unos 12 millones de pasajeros anuales. Hoy, esa cifra se ha duplicado, y el crecimiento no muestra signos de detenerse. Según Pedro Bendala, director del aeropuerto, el proyecto no es solo una ampliación física, sino una transformación “casi filosófica” diseñada para enfrentar los desafíos de las próximas décadas.
Entre los cambios más visibles, se encuentra la expansión de la superficie terminal: de 80.000 a 140.000 metros cuadrados, lo que representa un aumento casi del 100% en espacio útil. Además, se demolerán la Terminal 1 y los diques B y C, para dar paso a una nueva estructura destinada exclusivamente al tráfico No Schengen, con un sistema de control de fronteras centralizado. También se duplicará el número de pasarelas, pasando de 26 a 48, lo que permitirá una mayor fluidez en las operaciones y reducirá los tiempos de espera.
Uno de los objetivos clave es mejorar el confort del viajero. Las aerolíneas y los pasajeros han demandado más comodidad, especialmente en el acceso a las aeronaves. Por eso, se potenciará el estacionamiento de contacto próximo, que permite embarcar y desembarcar directamente desde la terminal, sin necesidad de autobuses ni largas caminatas. Aunque el aeropuerto no sufre saturación generalizada, en las horas punta del verano —especialmente en julio y agosto—, las colas pueden alargarse. En esos meses, la media diaria superó los 92.000 pasajeros, lo que evidencia la necesidad de una mayor capacidad.
Sin embargo, el aeropuerto aún enfrenta desafíos estructurales. La segunda pista, inaugurada en 2012, ha funcionado a media capacidad debido a limitaciones operativas, incluso obligando a desmontar parte de la torre de Canal Sur para ganar espacio. Las nuevas obras buscan resolver este problema, optimizando el uso de la infraestructura existente y mejorando la eficiencia de las operaciones aéreas.
Otro punto crítico es la accesibilidad. Los accesos al aeropuerto, especialmente en temporada alta, tienden al colapso. Aunque el proyecto del Acceso Norte ya cuenta con informe de impacto ambiental favorable desde mayo, su ejecución se ha retrasado durante más de 20 años. La ampliación del aeropuerto no será completa sin una solución integral a este problema, que afecta tanto a los viajeros como a la movilidad urbana de la región.
En un contexto más amplio, la gestión de los aeropuertos andaluces también está en el punto de mira. El consejero de Turismo de la Junta de Andalucía, Arturo Bernal, ha señalado que se está evaluando la posibilidad de crear una “Aena andaluza”, una empresa pública-privada que podría gestionar los aeropuertos de la región. Esta iniciativa, aún en fase de estudio, busca dar más autonomía a Andalucía en la gestión de sus infraestructuras aeroportuarias, alineándose con el modelo actual de Aena pero con un enfoque regional.
La ampliación del aeropuerto de Málaga no es solo una obra de ingeniería, sino un proyecto estratégico que busca posicionar a la ciudad como un hub turístico y logístico de primer nivel en el sur de Europa. Con una inversión de 1.500 millones, el objetivo es claro: no solo triplicar la capacidad, sino hacerlo de forma sostenible, accesible y eficiente. La transformación del aeropuerto será un motor de crecimiento para la economía local, generando empleo, atrayendo más turismo y mejorando la conectividad internacional de la región.
En resumen, el aeropuerto de Málaga está a punto de dar un salto cualitativo y cuantitativo. Con una visión a largo plazo, el proyecto busca no solo responder a la demanda actual, sino anticiparse a las necesidades futuras del turismo y el transporte aéreo. La ampliación, que comenzará en 2028, será un hito para la ciudad y para toda Andalucía, consolidando su papel como destino turístico de primer orden y como puerta de entrada al sur de Europa.