El Observatorio Vera Rubin, ubicado en Chile, está a punto de cambiar radicalmente nuestra comprensión del universo. Aunque aún no ha comenzado oficialmente su programa científico, sus primeras imágenes de prueba ya han revelado un hallazgo asombroso: una corriente estelar gigantesca que se extiende junto a la galaxia Messier 61, con un tamaño comparable al de nuestra propia Vía Láctea.
Este descubrimiento, publicado recientemente en el repositorio arXiv y pendiente de revisión por pares, fue posible gracias a la excepcional sensibilidad de los instrumentos del observatorio, capaces de captar luces extremadamente tenues que otros telescopios han pasado por alto durante décadas. La estructura, que se asemeja a una estela serpenteante de estrellas, mide aproximadamente 50 kiloparsecs —es decir, unos 163.000 años luz—, lo que la convierte en una de las corrientes estelares más grandes jamás observadas.
Messier 61, también conocida como NGC 4303, es una galaxia espiral barrada que ha sido estudiada repetidamente por astrónomos de todo el mundo. Sin embargo, hasta ahora, esta inmensa cola estelar permanecía invisible. "Es notable que esta estructura haya pasado desapercibida durante tanto tiempo", reconocen los investigadores en su estudio. Su descubrimiento subraya cómo la tecnología moderna puede revelar lo que antes era invisible, incluso en objetos cercanos y bien conocidos.
Los científicos creen que esta corriente estelar es el resultado de un canibalismo galáctico: la galaxia M61 habría absorbido una galaxia enana más pequeña, cuyas estrellas quedaron dispersas en una larga cola gravitacional. Este proceso no solo deja rastros en la galaxia víctima, sino también en la agresora. De hecho, los investigadores sugieren que la colisión pudo desencadenar un starburst —una explosión de formación estelar— hace unos 10 millones de años, cuando el gas de la galaxia enana se comprimió al ser arrastrado.
Este fenómeno no es único. Nuestra propia Vía Láctea también tiene una estructura similar: la Corriente de Sagitario, formada por los restos de la Galaxia Enana Elíptica de Sagitario. Aunque mucho más pequeña, esta corriente también es un testimonio de la voracidad gravitacional de nuestra galaxia, que ha ido devorando a sus vecinas más pequeñas a lo largo de miles de millones de años.
El equipo del Vera Rubin espera que este hallazgo sea solo el primero de muchos. "Esperamos un tesoro de subestructuras que se revelarán alrededor de otras galaxias con futuros datos de Rubin", afirman los autores. La capacidad del observatorio para detectar objetos débiles y estructuras difusas promete abrir una nueva era en la astronomía, permitiendo a los científicos estudiar con detalle los procesos de formación y evolución galáctica.
Este descubrimiento también tiene implicaciones más profundas. La teoría de que las galaxias crecen mediante la fusión con otras más pequeñas —conocida como acreción jerárquica— se ve reforzada por este hallazgo. Cada corriente estelar es como una huella digital cósmica, que nos permite reconstruir la historia violenta y dinámica de las galaxias.
En resumen, el Observatorio Vera Rubin no solo está ampliando nuestros horizontes visuales, sino también nuestra comprensión del universo. Lo que antes era invisible, ahora se revela con claridad, y lo que antes parecía tranquilo, resulta ser un escenario de colisiones y transformaciones constantes. Este hallazgo es un recordatorio de que, incluso en el vecindario galáctico más cercano, aún hay mucho por descubrir.