Último soldado español en el Sáhara: 50 años después

El capitán Perote recuerda con emoción la salida de España del Sáhara tras la Marcha Verde, un episodio que marcó su vida y la historia del territorio.

Cincuenta años han pasado desde que España abandonó el Sáhara, su 53ª provincia, en una retirada apresurada y poco explicada. Para muchos, como el coronel Perote, ese momento sigue vivo como si fuera ayer. A sus 86 años, aún se le humedecen los ojos al evocar a sus compañeros, especialmente al sargento de la Legión que cayó en un atentado en los últimos días del protectorado. Perote, el último militar en evacuar El Aaiún, asegura: «Ni en mil vidas olvidaría cómo nos fuimos de allí».

La Marcha Verde, organizada por Marruecos en 1975, fue una movilización masiva de civiles que sirvió como escudo humano para presionar a España. Este gesto, respaldado por las fuerzas armadas marroquíes, aceleró la salida española y cambió el destino del territorio. Hoy, medio siglo después, el conflicto sigue vigente, con la propuesta de autonomía saharaui bajo control marroquí recientemente presentada en Naciones Unidas.

Perote llegó al Sáhara en 1968 como teniente de la Legión, donde vivió con su esposa e hijos hasta la evacuación. Su experiencia refleja la vida cotidiana de miles de militares y civiles que se asentaron en un territorio desértico, entre el Atlántico y las fronteras con Marruecos, Mauritania y Argelia. Desde el siglo XIX, España administró la región mediante acuerdos con tribus locales, especialmente los Tekna, evitando conflictos armados.

La situación cambió radicalmente en la década de 1950, cuando se descubrieron enormes yacimientos de fosfatos en Bucraa. El territorio pasó de ser una colonia marginal a una provincia estratégica, integrada legalmente en España en 1958. Se construyeron cuarteles, se fomentó la sedentarización de la población nómada y se impusieron costumbres españolas.

Entre 6.000 y 12.000 militares, muchos con sus familias, fueron destinados allí. La vida en el Sáhara era dura, pero también marcada por la convivencia y el compromiso. Hoy, Perote, desde su café en Melilla, sigue recordando con orgullo y dolor aquellos días. Su testimonio es un recordatorio de una historia que, aunque lejana, sigue sin cerrar sus páginas.

Referencias