Belén retoma las celebraciones navideñas tras dos años de luto

La ciudad sagrada busca revitalizar su economía con la vuelta de las festividades, mientras la región aún lidia con las secuelas del conflicto

En el corazón de la plaza del Pesebre de Belén se alza un imponente abeto de 15 metros, iluminando el espacio que comparte con uno de los lugares más venerados del cristianismo: la basílica construida sobre la gruta que, según la tradición, acogió el nacimiento de Jesús. Esta escena, que se repite cada diciembre, adquiere un significado especial este año. El consistorio municipal ha decidido recuperar las tradicionales festividades navideñas, incluido el simbólico encendido del árbol, tras dos años de suspensión como gesto de duelo y solidaridad con las víctimas palestinas en la Franja de Gaza.

La interrupción de las celebraciones respondía a una tragedia humanitaria sin precedentes. Desde el ataque de Hamás contra Israel en octubre de 2023 y la posterior escalada bélica, la ciudad ha permanecido en un silencio sobrio, alejando a visitantes y fieles. Ahora, con un alto el fuego establecido en Gaza desde octubre, las autoridades locales vislumbran una oportunidad para reactivar la vida comunitaria y económica. "Tras dos años de silencio, hemos decidido reavivar la esperanza y el espíritu navideño para fortalecer la resiliencia de la gente. Mucha gente perdió la esperanza y, cuando eso sucede, es el fin", reflexiona el alcalde Maher Nicola Canawati en declaraciones recogidas en el Ayuntamiento.

Una economía al borde del colapso

La decisión de retomar las festividades no obedece solo a motivos simbólicos, sino a una necesidad económica imperiosa. Belén vive una situación de extrema vulnerabilidad: el 85% de su población depende directa o indirectamente del turismo. La ausencia de peregrinos y visitantes durante los últimos dos años ha provocado un desastre socioeconómico sin paliativos. Hoteles que antes registraban ocupación plena ahora lucen vacíos o han cerrado definitivamente. Las tiendas especializadas en artículos religiosos—crucifijos, iconos, figuras para belenes—han visto desaparecer su clientela.

Este colapso del sector turístico ha generado un efecto dominó devastador. Taxistas, restauradores, guías turísticos y comerciantes han visto desvanecerse sus ingresos. La consecuencia es dramática: la tasa de desempleo ha saltado del 14% al 65% en este periodo, una cifra que refleja la ruina de una ciudad cuya existencia gira en torno a su legado espiritual.

La compleja realidad tras el alto el fuego

Aunque oficialmente existe una tregua en Gaza, la realidad sobre el terreno dista mucho de la paz. El ejército israelí continúa causando víctimas en la Franja, con una media de cinco fallecimientos diarios. Paralelamente, la violencia de los colonos, las incursiones militares y la expansión de los asentamientos judíos se intensifican en Cisjordania, territorio ocupado militarmente por Israel desde 1967.

Belén, situada en esta área de conflicto, comparte las dificultades con el resto de la región. Israel ha revocado los permisos de entrada a su territorio para la mayoría de los trabajadores temporeros palestinos. Además, el Gobierno de Benjamín Netanyahu retiene cientos de millones de shekels correspondientes a impuestos recaudados que, por acuerdos internacionales, debería transferir a la Autoridad Nacional Palestina. Esta retención de impuestos ha provocado que los funcionarios públicos solo perciban una fracción de sus salarios.

Una ciudad única en su dependencia

Lo que hace aún más crítica la situación de Belén es su estructura económica. A diferencia de otras urbes cisjordanas como Nablus, Hebrón o Ramala, que cuentan con tejidos industriales, comerciales o administrativos más diversificados, Belén tiene una dependencia casi exclusiva de su atractivo religioso. No posee industrias significativas, su sector agrícola es mínimo y el empleo público es reducido.

Su verdadero patrimonio es simbólico: para cientos de millones de cristianos en todo el planeta, Belén es la cuna de su fe, junto con Jerusalén y Nazaret. Esta identidad espiritual, que durante siglos ha sido su mayor fortaleza, se ha convertido en su talón de Aquiles ante la inestabilidad regional.

El regreso de los visitantes

En las calles que rodean la plaza del Pesebre empiezan a aparecer, tímidamente, los primeros turistas extranjeros. Se detienen para fotografiarse con el árbol, intercambian sonrisas con un Papá Noel que reparte campanadas navideñas. Es un primer paso, casi simbólico, hacia la normalidad. Sin embargo, el flujo es aún escaso y la recuperación será lenta.

Los comerciantes observan con cautela este retorno. "Necesitamos que la gente vuelva a sentirse segura viajando aquí. Sin peregrinos, no hay futuro para nosotros", comenta un vendedor de souvenirs cuyo negocio ha perdido el 90% de sus ingresos. Sus palabras reflejan el sentir generalizado: la esperanza de que las celebraciones navideñas sirvan como señal de que Belén está de nuevo abierta al mundo.

Una Navidad entre la esperanza y la incertidumbre

La decisión de celebrar la Navidad representa un acto de resistencia cultural y económica. Es un intento por reclamar la normalidad en un contexto de ocupación militar permanente. Las luces del árbol iluminan no solo la plaza, sino también la resiliencia de una comunidad que se niega a desaparecer.

No obstante, los desafíos son monumentales. La ocupación continúa, los asentamientos se expanden y la violencia no cesa. La economía local está en ruinas y la dependencia del turismo la hace extremadamente vulnerable a los vaivenes del conflicto. El retorno de las celebraciones es un paso necesario, pero insuficiente si no se acompaña de una mejora sustancial de las condiciones de vida.

Para los cristianos de todo el mundo, Belén sigue siendo un faro de fe. Para sus habitantes, es un lugar de supervivencia diaria. Esta Navidad, el árbol de 15 metros en la plaza del Pesebre no solo celebra un nacimiento histórico, sino que enciende una llamada de atención sobre la necesidad de paz, estabilidad y dignidad para quienes viven en la tierra donde, según la tradición, la luz del mundo vio la luz por primera vez.

Referencias

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