El tifón Kalmaegi, conocido localmente como Tino, ha dejado un rastro de destrucción en Filipinas, con al menos 52 muertos y 13 desaparecidos tras azotar el archipiélago entre martes y miércoles. Las autoridades han confirmado que más de 706.000 personas en 241 municipios han resultado afectadas, y cerca de 437.000 han sido evacuadas como medida preventiva, especialmente en la región central de las Bisayas.
La provincia de Cebú ha sido la más golpeada, con más de 40 fallecidos y graves inundaciones que han dejado calles sumergidas, vehículos arrastrados y viviendas destruidas. Las imágenes de la zona muestran a habitantes refugiados en techos, mientras las corrientes arrastran contenedores y escombros. Según el subdirector de la Oficina de Defensa Civil, Rafaelito Alejandro, el impacto fue tan severo que el presidente Ferdinand Marcos Jr. declaró el estado de calamidad nacional para movilizar recursos y acelerar la respuesta de emergencia.
Kalmaegi tocó tierra en siete ocasiones en su recorrido por el país, con vientos sostenidos de hasta 130 km/h y amenaza de marejadas ciclónicas de hasta tres metros en la costa de Palawan. Tras cruzar Filipinas, el sistema se dirige ahora hacia el mar de China Meridional, con rumbo a Vietnam, donde las autoridades ya preparan medidas de prevención.
Entre las víctimas se encuentran seis soldados que perdieron la vida cuando su helicóptero se estrelló en Mindanao durante una misión de rescate. Además, el tifón ha afectado a casi dos millones de personas en más de 360 localidades, y más de medio millón se encuentran desplazadas, según el Consejo Nacional para la Reducción y Gestión del Riesgo de Desastres (NDRRMC).
Filipinas, uno de los países más vulnerables a fenómenos meteorológicos extremos, enfrenta anualmente unos 20 tifones durante la temporada de lluvias, que se extiende desde junio hasta diciembre. Los expertos advierten que el cambio climático está intensificando la fuerza y frecuencia de estas tormentas, lo que exige una mayor preparación y resiliencia en las comunidades costeras.
Mientras el país se recupera del desastre en el centro, las autoridades en Luzón —donde se encuentra Manila— ya monitorean la formación de una nueva tormenta tropical que podría convertirse en un supertifón antes de tocar tierra el próximo lunes. La situación sigue en evolución, y las alertas meteorológicas permanecen activas en múltiples regiones.
La respuesta internacional y la coordinación entre agencias locales serán clave en las próximas semanas para brindar ayuda humanitaria, restablecer servicios básicos y reconstruir las zonas más afectadas. El tifón Kalmaegi no solo deja cifras trágicas, sino también una llamada de atención sobre la necesidad de invertir en infraestructuras resilientes y sistemas de alerta temprana ante el aumento de eventos climáticos extremos.