María Corina Machado: una década en busca de la 'salida' para Venezuela

La líder opositora ha pasado de la marginalidad al liderazgo absoluto, superando inhabilitaciones y persecución para encabezar el desafío electoral contra el chavismo

En la antesala de las elecciones presidenciales de 2013 en Venezuela, un grupo de periodistas internacionales recibió una declaración contundente en una residencia caraqueña. María Corina Machado, entonces una figura emergente del antichavismo, dejaba clara su postura: el régimen controlaba el Consejo Nacional Electoral, anulaba reclamaciones de fraude y eliminaba líderes opositores mediante inhabilitaciones o prisión. Ante este escenario, la única vía posible era la 'salida' del chavismo y de Nicolás Maduro. Aquella noche, en una reunión que transgredía la ley seca electoral, la ingeniera caraqueña de 46 años perfilaba lo que sería su cruzada durante la siguiente década.

La muerte de Hugo Chávez en marzo de 2013 había desatado una crisis de sucesión en la revolución bolivariana. Maduro, su delfín designado, se enfrentaba a las urnas con la ventaja del luto oficial y la maquinaria estatal a su favor. La oposición, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), apostaba de nuevo por Henrique Capriles, quien ya había disputado una cerrada contienda contra el líder fallecido. Machado, hija de un empresario expropiado por el régimen y activista en proyectos de reinserción infantil, representaba un ala más radicalizada dentro de la coalición.

El veredicto electoral de abril de 2013 resultó ser el más ajustado de la era chavista. Capriles perdió por escasos puntos porcentuales, denunció irregularidades masivas, pero no logró revertir el resultado. La cercanía de la victoria no se tradujo en una transición democrática. Al contrario, consolidó la división interna en el antichavismo: mientras unos abogaban por la vía institucional y el diálogo, otros, como Machado, defendían la confrontación directa.

Durante los años siguientes, el liderazgo opositor cambió de manos varias veces. Irrumpió Leopoldo López, fundador de Voluntad Popular, cuyo carisma movilizó masivas protestas en 2014. Su encarcelamiento en la cárcel militar de Ramo Verde, seguido de arresto domiciliario y eventual exilio en España, convirtió a su esposa Lilian Tintori en la voz pública de su causa. Sin embargo, la estrategia de presión callejera no logró su objetivo.

El ciclo se repitió en 2019 con Juan Guaidó, también de Voluntad Popular. Como presidente de la Asamblea Nacional, proclamó un gobierno interino y obtuvo el reconocimiento de medio centenar de países. Durante meses, la comunidad internacional trató a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela. Pero el apoyo diplomático no se materializó en un cambio de régimen. La 'salida' seguía siendo una quimera.

Mientras tanto, Machado transitaba su propio camino de resistencia. En 2014, junto a López y el entonces alcalde de Caracas Antonio Ledezma, promovió la Unidad Democrática, una plataforma para forzar la renuncia de Maduro mediante movilizaciones masivas. Las protestas se extendieron durante meses, pero fueron duramente reprimidas, con decenas de muertos y cientos de detenidos. El régimen respondió con su habitual mano dura: procesó a Machado por instigación a la violencia, le impidió salir del territorio nacional y la inhabilitó políticamente.

Esta condena, lejos de silenciarla, la convirtió en un símbolo de la persecución política. Durante años, operó en las franjas del activismo, manteniendo contacto con sus seguidores mientras la justicia chavista mantenía su veto. La oposición, entretanto, seguió fragmentada entre quienes defendían participar en elecciones y quienes las rechazaban como fraudulentas por anticipado.

El punto de inflexión llegó en 2023. Con Chávez muerto desde hacía una década y Maduro consolidando un régimen autoritario bajo una fachada electoral, Machado decidió romper su ostracismo oficial. Se inscribió en las primarias de la oposición, un proceso interno para elegir un candidato unitario. El resultado fue contundente: obtuvo el 92,3% de los votos, una victoria aplastante que la situó como líder indiscutible del antichavismo.

Este respaldo masivo refleja un cambio de ciclo en la oposición venezolana. Tras años de liderazgos masculinos que no lograron desalojar al chavismo, la militancia ha recurrido a una figura que ha pagado personalmente el precio de la confrontación. Su trayectoria de expropiación familiar, activismo social y persecución judicial le otorga una credibilidad difícil de cuestionar.

La estrategia de Machado combina elementos de sus predecesores. Mantiene la retórica radical de la 'salida' que ya esgrimía en 2013, pero ahora con el respaldo de una victoria electoral interna sin precedentes. Ha logrado unificar buena parte de la oposición dispersa, aunque el régimen mantiene su inhabilitación y le niega el acceso a la tarjeta electoral.

El desafío actual supera los límites nacionales. La comunidad internacional, que antes respaldó a Guaidó, ahora observa con cautela. Los acuerdos de Barbados entre oposición y régimen, mediados por Noruega, han generado expectativas de un proceso electoral más transparente. Sin embargo, el chavismo sigue controlando instituciones clave y ha vetado formalmente la candidatura de Machado.

La líder opositora ha respondido con una intensa gira internacional, buscando sostener la presión diplomática. Su discurso ha evolucionado: ya no solo habla de 'salida', sino de reconstrucción nacional, de un plan para recuperar la democracia y la economía. Reconoce que el cambio requiere más que voluntad política; necesita un consenso nacional y apoyo externo sostenido.

La paradoja de Machado radica en su fortaleza electoral y su debilidad institucional. Es la candidata más popular de la oposición, pero legalmente impedida de presentarse. El régimen la acusa de golpista y promotora de sanciones internacionales; sus seguidores la ven como la única capaz de liderar una transición.

A una década de aquella noche de 2013, el término 'salida' ha dejado de ser ambiguo. Para Machado y sus millones de seguidores, significa un cambio de régimen mediante elecciones libres. Para el chavismo, representa una amenaza golpista respaldada por el imperialismo. La realidad es que Venezuela sigue atrapada entre una crisis humanitaria sin precedentes, una diáspora masiva y un sistema político que se resiste a la alternancia.

La historia de María Corina Machado resume la tragedia y la resiliencia del antichavismo. De ser una voz disonante en la oposición a convertirse en su principal referente, su trayectoria refleja la evolución de una lucha que ha costado vidas, libertades y patrimonios. La pregunta ya no es si quiere la 'salida', sino si el régimen permitirá que esa salida pase por las urnas. Mientras tanto, Venezuela espera, y Machado continúa su largo camino.

Referencias

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