El Manchester United logró una trabajada victoria ante el Newcastle United en un encuentro correspondiente a la Premier League que estuvo marcado por el drama, la tensión y un gol de antología. En una noche donde los Red Devils parecieron tocar fondo en varios tramos del duelo, la magia individual y la solidez defensiva bajo palos les permitieron espantar los fantasmas de la crisis y sumar tres puntos vitales para sus aspiraciones europeas.
El choque, disputado en Old Trafford bajo un frío que anunciaba la Navidad, comenzó con un primer aviso tempranero de los locales. Un cabezazo poderoso de Casemiro obligó al guardameta visitante a intervenir, insinuando que el United buscaría imponer su ritmo desde el inicio. Sin embargo, esa impresión resultó engañosa. Durante más de quince minutos, el Newcastle ejerció un dominio territorial abrumador que dejó en evidencia las carencias del sistema de Rúben Amorim y la dificultad de los centrocampistas locales para filtrar balones hacia la delantera.
La presión de los Magpies casi se tradujo en gol. Bruno Guimaraes, desde la ejecución de un córner, ejecutó un remate directo que rozó el poste y que solo la atenta intervención de Radek Lammens evitó que se convirtiera en tanto. El portero belga, que esta temporada ha alternado la titularidad con André Onana, se erigió como figura anticipada de un encuentro que se le complicaría a su equipo en exceso.
Cuando peor pintaba el panorama para el United, cuando Amorim gesticulaba frustrado en el banquillo y la afición empezaba a impacientarse, llegó el momento de inspiración que cambió todo. Tras un saque de banda de Diogo Dalot, la pelota llegó a las botas de Matthijs Cunha. El delantero, sin pensárselo dos veces y con la técnica que le caracteriza, ejecutó una volea de efecto zidanesque que se coló por la escuadra, imposible para el arquero rival. Un golazo que resucitó a los suyos y cambió por completo la dinámica del partido, devolviendo la confianza a un vestuario que la tenía por los suelos tras los últimos resultados.
A partir de ese instante, el United creció. El tanto le dio confianza y permitió controlar mejor los espacios, mientras el Newcastle, golpeado anímicamente, perdió algo de su ímpetu inicial. Cunha, además de su gol, participó activamente en las transiciones y estuvo cerca de cerrar su doblete antes del descanso, pero su remate se marchó desviado por muy poco. La conexión con Joshua Zirkzee empezaba a funcionar, y las bandas con Alejandro Garnacho y Amad Diallo generaban peligro.
El segundo acto, sin embargo, se convirtió en una pesadilla para los intereses de los mancunianos. Amorim, con la mente puesta en el calendario congestionado y en la prevención de suspensiones, decidió retirar del campo a Casemiro cuando el brasileño acumulaba una amonestación y corría riesgo de perderse el próximo compromiso de copa. La decisión, tácticamente comprensible, resultó desastrosa en la práctica y expuso la falta de recursos del banquillo.
El sistema con tres centrales que implementó el técnico luso no hizo más que desnudar las fragilidades del conjunto. El Newcastle se hizo gigante, monopolizó el balón y asedió sin piedad el área defendida por Lammens. El portero, lejos de venirse abajo, protagonizó una actuación antológica. Parada tras parada, el belga se convirtió en un muro infranqueable. Sus intervenciones ante Joelinton, Anthony Gordon y Bruno Guimaraes evitaron la igualada en múltiples ocasiones, y cada rechace era celebrado como un gol por la grada.
El sufrimiento se prolongó hasta el descuento. Amorim introdujo cambios defensivos, retirando a Lisandro Martínez y Luke Shaw para dar entrada a Tyrell Malacia y al joven Jonny Fredricson, buscando cerrar filas y aguantar el resultado. El Newcastle, por su parte, refrescó su ataque con la entrada de Joelinton, Harvey Barnes y Wissa, buscando frescura en los últimos metros.
El VAR revisó una posible mano de Martínez dentro del área, pero la jugada fue correctamente desestimada tras comprobar que el balón impactó primero en su pecho. La tensión era palpable. Cunha, ya en el tramo final, dispuso de una ocasión clarísima para sentenciar, pero su definición fallida provocó los lamentos de Joshua Zirkzee, que reclamaba pase desde la banda.
Los minutos finales fueron un correcalles constante. Joelinton, el más incisivo de los suyos, probó fortuna en dos ocasiones más, pero Lammens respondió con seguridad. Incluso un error del belga al filo del noventa, cuando dejó escapar un balón aéreo, casi se paga caro, pero la defensa logró despejar antes de que Lewis Miley aprovechara el regalo. La inexperiencia casi costó cara.
El colegiado añadió siete minutos de descuento que se hicieron eternos para la parroquia local. Manuel Ugarte, con una intervención providencial, rechazó con el pecho un disparo de Joelinton que ya cantaba gol. La amarilla para Sandro Tonali por una dura entrada y otra para Cunha por perder tiempo cerraron las acciones destacadas del encuentro.
Cuando el silbato final sonó, el alivio fue mayúsculo en Old Trafford. El United sumó tres puntos que sabe a oro puro, no solo por la victoria en sí, sino por cómo se consiguió. La imagen de un equipo que sufre pero resiste, que encuentra en la calidad individual una vía de escape cuando el sistema flaquea, es un patrón que se repite pero que, al menos esta vez, tuvo final feliz.
El balance final deja lecciones claras para el cuerpo técnico. Por un lado, la efectividad de Lammens bajo palos ofrece una alternativa fiable en la portería y plantea dudas sobre quién debe ser el titular indiscutible. Por otro, la dependencia de Casemiro en la medular queda patente; sin él, el equipo pierde equilibrio, personalidad y capacidad de salida. Amorim debe trabajar urgentemente en una alternativa táctica que no implique desguazar la columna vertebral del once cuando se produzcan rotaciones forzosas.
El Newcastle, pese a la derrota, demostró ser un rival de altura. Su dominio territorial y su capacidad para generar ocasiones hablan de un equipo bien trabajado por Eddie Howe. Sin embargo, la falta de puntería y el acierto del portero rival les dejaron sin premio. Los Magpies se quedan con las manos vacías y se hunden un poco más en la zona media de la tabla, lejos de las posiciones europeas que aspiran a ocupar y cada vez más cerca de la zona de peligro.
La victoria navideña del Manchester United llega en el momento justo. Espanta miedos, reconforta a una afición exigente y da oxígeno a un Amorim que necesitaba un resultado positivo para validar su proyecto. Queda mucho por pulir, pero el carácter y la calidad individual, esa que aparece cuando más se necesita, sirvieron para superar un examen complicado. La Premier League no perdona los errores, pero tampoco niega el premio a quienes saben sufrir y acertar en los momentos decisivos. El camino es largo, pero este triunfo puede ser el punto de inflexión que necesitaban.