La competencia por un puesto en el once inicial del Atlético de Madrid no entiende de pausas. En este escenario de máxima exigencia, Thiago Almada ha transformado su condición de suplente en una oportunidad para brillar, aunque su ambición claramente apunta a un lugar entre los titulares. La lesión muscular que sufrió durante el parón de septiembre interrumpió un momento dulce para el futbolista argentino, quien hasta entonces había sido intocable para Diego Pablo Simeone.
El contratiempo físico dejó a Almada fuera de combate durante varias semanas, precisamente cuando estaba consolidándose como pieza clave del esquema colchonero. Desde su recuperación, el ex jugador del Vélez Sarsfield ha visto cómo sus compañeros aprovechaban la oportunidad y, pese a participar en los cuatro encuentros posteriores a su alta médica, siempre lo ha hecho saliendo desde el banquillo.
Este nuevo rol, lejos de desanimarlo, ha potenciado su rendimiento. En apenas 77 minutos repartidos en segundas partes, el centrocampista ha demostrado una efectividad asombrosa: ha marcado en dos ocasiones y ha regalado una asistencia decisiva. Estas cifras hablan por sí solas de su capacidad de incidencia, pero también de una mentalidad competitiva que no acepta el conformismo.
El encuentro contra el Sevilla FC sirvió como escaparate perfecto para sus cualidades. Saltó al césped en el minuto 68, con el marcador ya favorable por 1-0, y se instaló en la banda izquierda con libertad para moverse hacia el interior. Su conexión con el juego fue inmediata, combinando con veteranos como Koke y creando peligro constante. El premio llegó en el 77', cuando definió con frialdad un pase de Giuliano Simeone, estableciendo el 2-0. Curiosamente, esa misma conexión ya había funcionado frente a Osasuna, donde el argentino anotó el gol decisivo del 1-0.
Pero Almada no se conformó con el tanto. Minutos después, asistió a Antoine Griezmann para el definitivo 3-0, demostrando visión de juego y generosidad. Su participación fue un masterclass en eficiencia: toques precisos, decisiones acertadas y un impacto directo en el resultado final.
Las palabras de Giuliano Simeone tras el partido resultaron reveladoras: "Me alegro mucho por Almada, por cómo entró desde el banco, con un gol y una asistencia. Eso demuestra las ganas y el hambre que tiene de estar en este equipo". El mensaje es claro: el técnico valora enormemente la actitud del argentino, pero también es consciente de que el hambre de Almada es por la titularidad, no solo por los minutos.
Antes de la lesión, Simeone le había concedido la confianza de ser titular en tres encuentros consecutivos. Ese período coincidió con una de las mejores versiones del Atlético, donde el juego asociativo y la presión alta daban sus frutos. La lesión no solo le privó de continuidad, sino que abrió la puerta a alternativas que han funcionado a las mil maravillas.
El Cholo afronta ahora un dilema de lujo. Con la enfermería prácticamente vacía, dispone de múltiples opciones para configurar su línea ofensiva. Baena ha demostrado versatilidad jugando como interior y en el doble pivote. Nico Williams alterna posiciones entre extremo abierto y segundo delantero. Griezmann, por su parte, continúa siendo el referente, aunque también cae a bandas para generar superioridad.
En este contexto, Almada se ha convertido en el suplente de lujo por excelencia. Su capacidad para cambiar partidos en minutos lo convierte en un activo estratégico invaluable. Sin embargo, el propio jugador ha dejado entrever en diversas declaraciones que no se conforma con este rol. A sus 22 años, quiere ser protagonista, líder del juego rojiblanco.
La temporada es larga y la Champions League exigirá rotaciones. Simeone sabe que necesita a todos sus futbolistas en el mejor nivel, y Almada le está demostrando que está preparado para más responsabilidades. La clave estará en encontrar el equilibrio entre mantener la competitividad interna y satisfacer las aspiraciones de un jugador que, con cada acción, reclama su lugar.
El argentino representa la nueva generación de futbolistas del Atlético: técnicamente refinados, tácticamente versátiles y mentalmente fuertes. Su evolución desde el banquillo es un caso de estudio sobre cómo transformar la adversidad en oportunidad. Cada minuto que pisa el césped lo hace con la determinación de quien sabe que su momento puede llegar en cualquier instante.
El futuro inmediato de Almada dependerá de su capacidad para mantener este nivel de eficiencia y de las necesidades tácticas que vaya teniendo Simeone. Lo que está claro es que el suplente de lujo ya no quiere ser suplente. Quiere ser titular, y cada gol, cada asistencia, cada gesto en el campo es una carta de presentación que envía directamente al cuerpo técnico.
En el fútbol moderno, la paciencia es una virtad que pocos jóvenes poseen. Almada la está cultivando, pero sin perder la ambición. Su reto personal es convertir esos minutos de oro en una titularidad indiscutible. El Atlético, por su parte, solo puede beneficiarse de tener un futbolista de esta calidad peleando por un puesto. La competencia sana eleva el nivel de todos, y en el Wanda Metropolitano, la batalla por la titularidad está más viva que nunca.
La reconquista de Almada no es solo una cuestión personal, sino un síntoma de la salud de un plantel profundo y competitivo. En los momentos decisivos de la temporada, esos jugadores que han demostrado eficacia desde el banquillo pueden ser la clave entre un título y una decepción. Por ahora, el argentino sigue escribiendo su historia con letras mayúsculas cada vez que Simeone le da la oportunidad. Y cada vez, el mensaje es más claro: estoy listo para más.