David de Jorge: la cocina tradicional frente a la despersonalización gastronómica

El chef Robin Food defiende la temporalidad de los productos y los saberes tradicionales tras recibir el Premio Nacional de Gastronomía

David de Jorge, el reconocido chef vasco de 55 años, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación en 2025. Este reconocimiento culmina un año excepcional para el cocinero de Hondarribia, quien ha demostrado una versatilidad asombrosa en múltiples ámbitos: desde los fogones hasta la televisión, pasando por la radio y el mundo editorial. Su trayectoria reciente incluye la publicación de nada menos que tres libros, siendo el último "El hombre que susurraba a las morcillas" (Ed. Debate), una obra que compila su particular visión sobre productos gastronómicos, bebidas y establecimientos culinarios, todo ello impregnado con el característico humor que le ha valido el apodo de Robin Food.

En una extensa conversación mantenida tras el lanzamiento de su último libro, el chef reflexiona sobre sus diversas facetas profesionales. Cuando se le interroga sobre qué rol le resulta más gratificante—si el de cocinero, escritor o figura televisiva—su respuesta es contundente y clara: la cocina es su verdadera esencia. Todo lo demás, según sus propias palabras, constituye meras ramificaciones de un mismo tronco, alimentadas por la pasión que siente por su oficio cada mañana cuando se pone el delantal.

Esta declaración de principios revela la filosofía que ha guiado su carrera: ningún éxito mediático es posible sin el dominio técnico y el amor por la profesión. Desde su infancia, David de Jorge consumía avidamente los programas culinarios de referentes como Elena Santonja, soñando con algún día tener su propio espacio en la pequeña pantalla. Ese sueño infantil se materializó con el tiempo, pero siempre sobre los cimientos de su condición de guisandero. La perseverancia y un toque de fortuna le abrieron las puertas de los medios, pero nunca abandonó su identidad primordial de cocinero.

El valor de la tradición culinaria

Una de las máximas que definen su pensamiento gastronómico es la defensa de la temporalidad de los productos. En declaraciones recientes, el chef ha manifestado su descontento con la disponibilidad ilimitada de ingredientes durante todo el año: "Ahora hay de todo a todas horas y eso es una desgracia. A mí no me ilusiona comer melón en enero". Esta frase resume su rechazo a la globalización desmedida en la alimentación, que según su criterio, anula la expectativa y el disfrute que proporcionan los ciclos naturales.

Para De Jorge, la espera forma parte del placer gastronómico. Comer un producto fuera de temporada no solo implica una pérdida de calidad organoléptica, sino que supone una ruptura con el ritmo tradicional de la cocina, ese saber ancestral que ha regido nuestras mesas durante generaciones. Su postura invita a reflexionar sobre la importancia de recuperar la conexión con la tierra y los ciclos naturales, incluso en una época de supermercados que ofrecen todo, siempre.

Recuerdos que alimentan el presente

La infancia del chef en el País Vasco dejó en su memoria sabores imborrables que continúan influyendo en su cocina actual. Su padre le transmitió una verdadera devoción por la tortilla de patata, un plato que se ha convertido en un símbolo familiar. En cada celebración, cada cumpleaños, esta preparación ocupa un lugar central en la mesa. De Jorge recuerda con especial cariño las excursiones con su progenitor en busca de bares que prepararan una tortilla excepcional, llegando a degustar hasta veinticinco pinchos en una sola jornada.

La memoria gastronómica de su madre, sin embargo, guarda recetas más humildes pero igual de significativas. Una de ellas son las tortillas de arroz blanco, un plato de aprovechamiento que muchos podrían considerar modesto, pero que para el joven David representaba una delicia. Su madre mantenía siempre arroz cocido en la nevera, mezclado con cebolla pochada. Con esta base, batía huevos y formaba unas tortillas que, lejos de resultar improvisadas, encapsulaban toda la sabiduría de la cocina de recuperación. El chef mismo reconoce que este preparado "suena a comida de guerra", pero que seguramente provenía de los hábitos alimentarios de la infancia de su madre, convirtiéndose para él y sus hermanos en un manjar nocturno.

Otra creación materna que perdura en su memoria es una sopa de zanahoria que no contenía zanahoria. Se trataba de una preparación híbrida, a medio camino entre la sopa de cocido y la sopa de ajo, con salsa de tomate que dejaba ver pequeñas gotas de grasa flotando en la superficie, conferiéndole un tono naranja característico. El sabor de este caldo, que nunca ha vuelto a encontrar, le provoca una sonrisa cada vez que lo evoca, demostrando cómo los sabores de la infacia trascienden la mera nutrición para convertirse en emociones puros.

La polémica paella exprés

Entre sus recuerdos familiares, De Jorge también menciona una preparación que podría levantar ampollas entre los puristas: una paella cocinada en olla exprés. Consciente de que esta confesión podría indignar a los valencianos más ortodoxos, el chef describe cómo su madre preparaba el sofrito con anticipación, incluso incorporando almejas y guisantes de conserva, pollo, azafrán y verduras. El domingo, al regresar de misa, solo necesitaba añadir el arroz y completar la cocción a presión.

Esta anécdota ilustra perfectamente la tensión entre la tradición y la adaptación moderna en la cocina doméstica. Mientras que los puristas defendan rituales inalterables, la realidad de las familias ha sido siempre la de encontrar soluciones prácticas sin renunciar al sabor. La paella exprés de su madre representa esa sabiduría popular que prioriza la convivencia familiar y el disfrute sobre el estricto cumplimiento de las normas.

Un legado comunicativo

El Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación reconoce precisamente esta capacidad de De Jorge para transmitir valores culinarios a través de múltiples canales. Su éxito no reside únicamente en sus dotes técnicas, sino en su habilidad para conectar con el público mediante el humor y la autenticidad. El apodo de Robin Food, con el que ha popularizado su figura, encapsula esta dualidad: el compromiso con la buena mesa y la accesibilidad de su mensaje.

En un momento en que la gastronomía española disfruta de proyección internacional sin precedentes, figuras como David de Jorge cumplen un papel fundamental al humanizar la alta cocina y recuperar las raíces populares de nuestra gastronomía. Su discurso reivindica el oficio sobre el espectáculo, la tradición sobre la improvisación, y la honestidad sobre el artificio.

La defensa de una gastronomía consciente

La reflexión del chef sobre la disponibilidad constante de productos apunta a una preocupación más profunda: la pérdida de identidad gastronómica. En una época de globalización alimentaria, donde los supermercados ofrecen los mismos productos en enero que en julio, De Jorge aboga por una vuelta a la sensibilidad estacional. Esta postura no es una simple nostalgia romántica, sino una propuesta consciente sobre sostenibilidad, calidad y respeto al entorno.

Su mensaje invita a los consumidores a ser más exigentes, a preguntarse sobre el origen de lo que comen y a recuperar el placer de la espera. Comer un melón en verano no es solo una cuestión de sabor superior; es un acto de conexión con el ciclo natural, de respeto a la tierra y de preservación de un patrimonio culinario que corre peligro de diluirse en la uniformidad global.

Conclusiones: el cocinero completo

La trayectoria de David de Jorge demuestra que es posible alcanzar el éxito mediático sin perder la esencia del oficio. Su receta parece simple: trabajo constante, pasión auténtica y respeto por la tradición. Cada libro publicado, cada programa televisivo, cada intervención radiofónica, bebe de su experiencia diaria en la cocina, de su contacto con los productos y de su memoria gastronómica.

En un mundo donde la velocidad y la instantaneidad priman, el chef vasco nos recuerda que los mejores platos, como las mejores historias, necesitan tiempo. Tiempo para cocinarse, para madurar, para ser contadas. Y sobre todo, necesitan raíces sólidas que los sustenten, esas mismas raíces que él ha sabido cultivar desde su infancia en Hondarribia hasta convertirse en una de las voces más respetadas y queridas de la gastronomía española contemporánea.

El premio recibido no es solo un reconocimiento personal, sino una validación de su modelo de comunicación: cercano, honesto y profundamente arraigado en los valores de la cocina tradicional. En definitiva, David de Jorge representa la evolución natural del cocinero moderno: respetuoso con el pasado, comprometido con el presente y con la mirada puesta en formar paladares más conscientes para el futuro.

Referencias

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