Geopolitical Alpha: el marco de Marko Papic para invertir en tiempos de incertidumbre

Análisis del método del estratega de Clocktower Group que vincula geopolítica y finanzas, sus fortalezas y las críticas a su enfoque contextual

La publicación en 2020 de Geopolitical Alpha por Marko Papic, Socio y Estratega Principal del Clocktower Group, marcó un punto de inflexión en cómo los inversores profesionales debaten la intersección entre política global y decisiones de mercado. En un momento en que el mundo atravesaba una transición de poderes y la pandemia reconfiguraba las cadenas de valor, Papic argumentó contundentemente que la geopolítica había regresado para quedarse, y que ignorarla equivalía a navegar a ciegas en aguas turbulentas.

El núcleo de su tesis identifica tres fragilidades críticas en la comunidad financiera contemporánea. Primero, la dependencia casi exclusiva de modelos cuantitativos que solo integran variables macroeconómicas tradicionales, dejando fuera del análisis factores exógenos como conflictos bélicos, tensiones comerciales o resultados electorales imprevistos. Segundo, una visión ingenuamente tecnocientífica de las finanzas, donde prevalece la creencia de que los mercados siguen leyes físicas newtonianas predecibles. Tercero, un desdén institucional hacia la política y los gobernantes, considerados ruido de fondo irrelevante para el rendimiento de los activos.

Para superar estas limitaciones, Papic construye un marco de trabajo tripartito que busca sistematizar el análisis geopolítico para el inversor práctico. El primer pilar se inspira en el materialismo dialéctico marxiano, no desde una perspectiva ideológica, sino metodológica. Rechaza la primacía de las ideas en la conducción de la historia humana, sosteniendo que son las estructuras materiales—modos de producción, intereses económicos, recursos físicos—las que configuran en última instancia las normas, valores e instituciones. Para Papic, comprender la base material de una sociedad permite anticipar sus límites de acción con mayor precisión que cualquier análisis discursivo.

El segundo pilar, y quizás el más innovador para el mundo financiero, es el diagnóstico de restricciones (constraints, en su terminología original). A diferencia de las preferencias políticas, que son volubles y difíciles de medir, las restricciones son observables, cuantificables y empíricas. Papic distingue entre restricciones duras (presupuestarias, militares, demográficas) y blandas (opinión pública, alianzas, legitimidad interna). Su método invierte la lógica tradicional: en lugar de preguntarse qué quiere un líder, debe preguntarse qué no puede hacer. Esta aproximación, advierte el autor, requiere disciplina epistémica: más datos no garantizan mejores pronósticos si no se seleccionan las variables relevantes.

El tercer pilar, contexto sobre individuo, plantea que las circunstancias estructurales determinan más el comportamiento estatal que la psicología de los líderes. Las instituciones, la geografía, la demografía y la economía crean un campo de juego que limita las opciones disponibles, independientemente de quién ocupe el poder. Esta premisa, sin embargo, genera la principal controversia en torno al libro.

Los críticos del enfoque de Papic, incluido el autor del texto original que revisamos, cuestionan este tercer pilar con ejemplos contundentes. El conflicto de Ucrania ofrece un caso de estudio revelador. El contexto geopolítico—la dependencia energética rusa de Europa, el estado de las fuerzas armadas rusas, la integración económica—sugería, según el análisis de Papic en 2020, que una invasión a gran escala era inviable. Sin embargo, la variable individual resultó determinante: la decisión personal de Vladimir Putin, al margen de las restricciones identificadas, desencadenó la guerra. De manera similar, el giro en la política estadounidense hacia Ucrania no respondió a cambios estructurales, sino al relevo de Biden por Trump, dos líderes con preferencias antagónicas en un contexto idéntico.

Estas objeciones no invalidan completamente el marco, pero sí matizan su aplicabilidad. La lección práctica para el inversor es que las restricciones definen el espacio de lo posible, pero dentro de ese espacio, la agencia individual puede optar por extremos inesperados. Un buen análisis geopolítico debe, por tanto, calibrar tanto el campo de juego como las tendencias psicológicas y los incentivos personales de los actores clave.

La relevancia de Geopolitical Alpha en 2025 es indiscutible. Si Papic ya alertaba en 2020 sobre el retorno de la geopolítica, los años posteriores han confirmado su tesis con creces: guerra en Europa, tensión en el Estrecho de Taiwán, reconfiguración de cadenas de suministro, sanciones económicas como arma de Estado. Los inversores que ignoraron estas variables sufrieron volatilidades inesperadas en carteras supuestamente diversificadas.

El método de Papic ofrece una herramienta valiosa, pero no infalible. Su mayor contribución es legitimizar el análisis geopolítico en salas de trading y comités de inversión, tradicionalmente reacios a incorporar variables cualitativas. Sin embargo, el inversor inteligente debe usarlo como complemento, no como sustituto, de la evaluación de riesgos políticos y psicológicos. La geopolítica no es una ciencia exacta, y pretender que las restricciones materiales lo explican todo es tan reduccionista como ignorarlas por completo.

En definitiva, Geopolitical Alpha es lectura obligada para quienes gestionan capital en un mundo multipolar. Su marco estructurado ayuda a filtrar el ruido mediático y enfocarse en lo sustancial. Pero su tercer pilar, el contexto sobre individuo, debe leerse con espíritu crítico: las restricciones dibujan el tablero, pero son los jugadores, con sus pasiones y errores, quienes mueven las piezas. La sabiduría práctica consiste en conocer las reglas del juego sin subestimar la capacidad humana para romperlas.

Referencias

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