A pesar de la volatilidad e incertidumbre generadas por la política comercial impredecible de Donald Trump, el año 2025 ha demostrado ser un período favorable para la rentabilidad de los activos financieros. La pregunta que ahora inquiere a los inversores es si esta tendencia alcista se mantendrá durante el próximo ejercicio.
Esta es precisamente la interrogante que formula Thomas Hempell, responsable de macroeconomía e investigación de mercados en Generali Asset Management, perteneciente al conglomerado Generali Investments. Para abordar esta cuestión, el experto ha identificado una serie de factores que considera fundamentales para vigilar de cerca a lo largo de 2026.
El primer punto de atención se centra en la evolución de los riesgos extremos asociados al denominado Día de la Liberación del presidente estadounidense, los cuales, según Hempell, se han moderado considerablemente. Esta situación abre la posibilidad de que el comercio internacional prolongue su sorprendente capacidad de resistencia.
La tregua comercial de doce meses pactada entre Estados Unidos y China, vigente hasta noviembre de 2026, ha contribuido significativamente a aliviar las tensiones comerciales en el corto plazo. Este acuerdo, sumado a otros pactos bilaterales establecidos por Washington, ha creado un clima de relativa calma. No obstante, el experto advierte que estos convenios permanecen frágiles y vulnerables. El incremento de los aranceles estadounidenses hasta niveles no vistos en casi un siglo ha perturbado seriamente los flujos comerciales globales.
En respuesta a estas medidas, las autoridades chinas han advertido que podrían restringir la exportación de tierras raras y minerales estratégicos, elementos cruciales para numerosas industrias tecnológicas. Esta potencial medida tendría capacidad para perturbar gravemente las cadenas de suministro internacionales. "La rivalidad estratégica entre ambas superpotencias está lejos de encontrar una solución definitiva y, inevitablemente, repercutirá en la Unión Europea y otras naciones con fuerte vocación comercial", subraya Hempell. Aunque considera improbable un colapso total del sistema comercial mundial, el experto es tajante al afirmar que las décadas de integración global creciente como motor del crecimiento económico han llegado a su fin definitivo.
El segundo elemento a monitorizar es la evolución de la inflación, que continuará presente en el panorama económico del nuevo año. En este contexto, el Banco Central Europeo (BCE) podría estar en condiciones de proclamar misión cumplida en su prolongada batalla contra la escalada de precios iniciada en 2022.
"Es probable que durante 2026 observemos incluso una ligera reducción en las tasas de inflación. El crecimiento salarial continúa desacelerándose de manera consistente, lo que frena la persistente inflación en el sector servicios. Paralelamente, el cambio de orientación en las exportaciones chinas y la fortaleza relativa del euro también contribuyen a los procesos desinflacionarios", detalla el analista.
Respecto a la política monetaria, Hempell anticipa que el BCE mantendrá los tipos de interés sin modificaciones durante un período prolongado, adoptando una postura de cautela. Sin embargo, el experto no descarta la posibilidad de un nuevo recorte si la incipiente recuperación económica muestra signos de agotamiento prematuro.
La situación difiere notablemente en Estados Unidos, donde desde Generali Investments prevén que los aranceles mantendrán la inflación en niveles elevados hasta que el efecto del enfriamiento del mercado laboral comience a imponerse de manera clara. "El elevado coste de vida representa el talón de Aquiles del presidente Trump de cara a las elecciones de mitad de mandato de 2026. Esta circunstancia podría llevarle a actuar con mayor prudencia en aquellas políticas que impactan directamente en los bolsillos de los consumidores", señala Hempell.
En cuanto a la Reserva Federal (Fed), el experto pronostica que continuará con el ciclo de reducción de sus elevados tipos de interés, aunque probablemente a un ritmo menos agresivo de lo que actualmente descontado por los mercados financieros.
El tercer factor de riesgo identificado es el continuo aumento de la deuda pública mundial, tendencia que ha respaldado la emisión récord de bonos a nivel global durante 2025. Esta dinámica está generando creciente preocupación sobre el dominio fiscal, una situación en la que la necesidad de financiar la deuda pública comienza a condicionar y limitar el margen de maniobra de las políticas económicas.
Hempell advierte que este fenómeno podría generar tensiones en los mercados de deuda soberana, particularmente en aquellas economías con niveles de endeudamiento más elevados. La creciente emisión de bonos gubernamentales podría absorber una proporción significativa del ahorro global, creando competencia con el financiamiento del sector privado y potencialmente presionando al alza los tipos de interés a largo plazo.
El cuarto aspecto a considerar es la evolución de los mercados laborales, especialmente en las economías avanzadas. El enfriamiento gradual del mercado de trabajo estadounidense, mencionado anteriormente, jugará un papel crucial en la moderación de la inflación. Sin embargo, este proceso debe ser lo suficientemente lento para evitar una desaceleración económica brusca.
En Europa, la situación laboral muestra matices diferentes. Aunque el crecimiento salarial pierde impulso, ayudando a contener las presiones inflacionarias, el mercado laboral se mantiene relativamente resiliente en varios países de la eurozona. Esta combinación ofrece al BCE cierto margen para mantener su postura de espera sin necesidad de actuaciones drásticas.
Otro elemento relevante es la posición de la Unión Europea en este escenario geopolítico complejo. Hempell considera que la UE se encuentra en una posición particularmente delicada, ya que debe navegar entre sus relaciones comerciales con ambas superpotencias sin alienar a ninguna de ellas. La capacidad de la Unión para mantener su autonomía estratégica mientras protege sus intereses económicos será determinante.
Además, el experto destaca que la fortaleza del euro, mencionada como factor desinflacionario, también presenta desafíos para la competitividad de las exportaciones europeas. Este equilibrio entre beneficios en la lucha contra la inflación y costes en términos de crecimiento será una constante para los responsables políticos.
Respecto a los mercados emergentes, Hempell observa que podrían beneficiarse de la divergencia en las políticas monetarias entre las principales economías desarrolladas. A medida que la Fed continúe su ciclo de relajación monetaria, mientras el BCE mantiene una postura más cautelosa, podrían surgir oportunidades de inversión en estas economías.
No obstante, advierte que esta potencial ventana de oportunidad dependerá en gran medida de cómo se desarrollen las tensiones comerciales y de la capacidad de estos países para gestionar sus propios desequilibrios macroeconómicos.
En cuanto a las recomendaciones de inversión, desde Generali Investments se sugiere una postura de cautela selectiva. La volatilidad probablemente permanecerá elevada, dada la multiplicidad de factores de incertidumbre. Los inversores deberían prepararse para ajustar sus posiciones rápidamente ante cambios en el escenario.
Hempell recomienda especialmente prestar atención a la curva de rendimientos de los bonos soberanos, que podría aplanarse o incluso invertirse si las preocupaciones sobre el crecimiento se intensifican. Asimismo, sugiere monitorizar de cerca los sectores más expuestos a las cadenas de suministro globales, como la tecnología y la automoción, que podrían verse afectados por las restricciones chinas.
El experto concluye que, aunque 2026 no presenta riesgos de colapso sistémico, la acumulación de factores de tensión -comerciales, inflacionarios y fiscales- requiere una vigilancia constante. La capacidad de adaptación de las economías y los mercados a este nuevo entorno de menor integración global y mayor fragmentación será la clave para los resultados de inversión.
Finalmente, Hempell insiste en que la flexibilidad será la cualidad más valiosa para los inversores en este contexto. La capacidad para reaccionar con agilidad ante los desarrollos en las negociaciones comerciales, los datos de inflación y las decisiones de política monetaria marcará la diferencia entre el éxito y el fracaso en la gestión de carteras durante 2026.