La localidad gallega de Mugardos amaneció conmocionada el pasado 25 de diciembre tras el descubrimiento de dos cadáveres en el interior de una vivienda afectada por un incendio silencioso durante la noche de Navidad. Las víctimas, un padre de 49 años y su hijo de 21, fueron encontrados sin vida en una habitación de la casa situada en el número 19 de la calle Catro Ventos, en pleno centro del municipio ferrolano.
El suceso ha dejado consternada a la comunidad, especialmente a quienes conocían a la familia, popularmente identificada en la zona como Os Mier, apellido que los vecinos utilizaban cariñosamente para referirse a ellos. El padre, cuyo nombre no ha sido facilitado oficialmente, trabajaba como empleado en los astilleros de Navantia y residía solo en la vivienda de alquiler desde que se separó de su pareja. Por su parte, el joven, que vivía con su madre en Albacete, había viajado a Galicia para pasar las fiestas navideñas con su progenitor.
La cronología de los hechos apunta a que el siniestro se produjo en la madrugada del 24 al 25 de diciembre, sin que nadie en el entorno percibiera la magnitud del desastre. Un familiar mantuvo una conversación telefónica con ambos sobre las 21.15 horas de Nochebuena, constatando que todo parecía normal. Sin embargo, al día siguiente, las llamadas permanecían sin respuesta y los teléfonos móviles aparecían apagados, lo que inicialmente no generó mayores sospechas entre los allegados.
La alerta se activó definitivamente durante la mañana del 26 de diciembre, cuando un pariente se acercó hasta la casa tras comprobar que seguían sin responder. Al acceder con su llave, se encontró con una escena devastadora: el interior de la vivienda presentaba claros signos de haber sufrido un incendio, con cristales ennegrecidos y olor a quemado. Inmediatamente contactó con el servicio de emergencias 112, que movilizó a la Policía Local de Mugardos, al Grupo de Emerxencias Supramunicipal (GES) y a la Guardia Civil. Los primeros efectivos llegaron al lugar sobre las 10.15 horas.
Las primeras hipótesis que barajó el familiar que dio la voz de alarma apuntaban a una posible explosión de bombonas de butano, teoría que los técnicos del GES desestimaron rápidamente tras inspeccionar las instalaciones. La realidad resultó aún más trágica y silenciosa. El fuego, que según las investigaciones preliminares se originó en un sofá del salón-comedor, consumió esa estancia por completo, carbonizando los muebles y comprometiendo la estructura del techo. El resto de las dependencias quedaron cubiertas por una espesa capa de hollín y humo.
Lo más llamativo del siniestro fue su autoextinción. Los técnicos explicaron que la combustión consumió todo el oxígeno disponible en el interior, creando una atmósfera irrespirable rica en gases tóxicos. Al no existir entradas de aire fresco que alimentaran las llamas, el fuego se apagó por sí solo, pero el humo y los gases letales se propagaron por toda la vivienda. Esta circunstancia explica por qué no hubo llamas visibles desde el exterior, salvo por algunos cristales manchados de negro, y por qué nadie en la calle, poco transitosa además por ser festivo, detectó el peligro.
Las víctimas fueron localizadas en una habitación contigua a la zona del incendio. Las investigaciones sugieren que uno de ellos pudo percatarse del peligro y acudió a alertar al otro, encontrando la muerte juntos. Curiosamente, la ventana de esa habitación estaba abierta, pero el aire exterior no fue suficiente para contrarrestar la concentración de gases tóxicos en el ambiente. Junto a ellos, los equipos de rescate encontraron el cuerpo sin vida de su perro, que yacía debajo de la cama.
El joven fallecido tenía una corta pero significativa trayectoria en la comunidad ferrolana. Había cursado sus estudios en el colegio Ludy de Ferrol desde los tres años, centro que ahora lamenta su pérdida. Además, formó parte de las categorías inferiores del Galicia de Caranza, histórico club de fútbol del barrio homónimo, donde compañeros y técnicos le recuerdan con cariño. Durante años, la familia residió en la ciudad naval antes de la separación de los progenitores.
Los cuerpos fueron trasladados al Hospital Naval para la práctica de la autopsia correspondiente, cuyos resultados confirmarán de manera oficial la causa de la muerte, aunque todas las indagaciones apuntan a la inhalación de gases derivados de la combustión como el motivo de la fatal desgracia. La Guardia Civil ha asumido la investigación para esclarecer las circunstancias exactas del origen del fuego, aunque no se descarta que fuera accidental.
El municipio de Mugardos, con algo más de 5.000 habitantes, vive estos días con pesar una tragedia que ha interrumpido la celebración navideña. Vecinos y conocidos de la familia expresan su consternación por un suceso que ha dejado sin padre a dos hijos más, sin hermano a un joven y sin compañero a varios trabajadores de Navantia. La rápida autoextinción del fuego, lejos de ser una suerte, se convirtió en una condena, al permitir que los gases tóxicos actuaran sin que el exterior percibiera la emergencia.
Este caso vuelve a poner de manifiesto los riesgos de los incendios en viviendas, especialmente durante periodos de baja actividad como las fiestas, donde la falta de testigos puede retrasar la detección. Los expertos en protección civil recuerdan la importancia de contar con detectores de humo y sistemas de alarma que alerten incluso cuando las llamas no son visibles, ya que los gases tóxicos son la principal causa de mortalidad en este tipo de siniestros.
La investigación continúa abierta, aunque las primeras conclusiones apuntan a un desenlace accidental sin indicios de criminalidad. Mientras tanto, la comunidad de Mugardos y Ferrol despide a dos de sus habitantes en circunstancias especialmente dolorosas, en plenas fechas señaladas, y se prepara para acompañar a la familia en los difíciles días venideros.