Heidi Klum y Victoria's Secret: reinventarse o desaparecer

Mientras la modelo alemana se convierte en reina de Halloween, la marca de lencería lucha por modernizarse sin perder su esencia.

La transformación de Heidi Klum es un ejemplo de reinventarse con el paso del tiempo. A sus 52 años, la ex 'ángel' de Victoria’s Secret ha dejado atrás las pasarelas para convertirse en la reina indiscutible de Halloween. Cada año, su disfraz se convierte en tendencia global, demostrando que el talento y la creatividad pueden trascender los límites de la moda tradicional. Klum no solo se adapta a los tiempos, sino que los lidera, convirtiendo una noche festiva en un espectáculo de arte y autenticidad.

En contraste, Victoria’s Secret sigue luchando por encontrar su lugar en un mundo que ya no reconoce su antiguo modelo. Tras su regreso en 2024, el desfile prometía ser una nueva era: inclusivo, moderno, diverso. Pero lo que se vio fue, en esencia, más de lo mismo: cuerpos ideales, luces rosas y una estética que evoca los años 90. A pesar de contar con figuras como Ashley Graham, Kate Moss o las hermanas Hadid, la crítica fue unánime: el espectáculo no logró conectar con la cultura actual.

La marca ha intentado adaptarse. Su catálogo ahora incluye modelos reales, prendas más cómodas y campañas que hablan de empoderamiento. Pero en la pasarela, el mensaje sigue siendo contradictorio. Mientras en sus campañas promueve la libertad y la diversidad, en el desfile sigue apostando por un ideal de belleza que ya no resuena con las nuevas generaciones. Esta incoherencia visual es el mayor obstáculo para su reinicio.

El problema no es solo estético, sino estratégico. Victoria’s Secret sigue atada a un modelo de negocio que prioriza beneficios trimestrales sobre transformaciones culturales. Su consejo de administración, aunque mayoritariamente femenino, mantiene una mentalidad financiera que teme romper con el pasado. La nueva CEO, Hillary Super —procedente de Savage X Fenty— y el director creativo Adam Selman intentan inyectar aire fresco, pero chocan con una estructura que se resiste al cambio radical.

La lección de Barbie es clara: para sobrevivir, hay que reescribir el mito. Mattel no solo cambió el cuerpo de su muñeca, sino su narrativa. La película de Greta Gerwig convirtió la autocrítica en espectáculo, y el público lo celebró. Victoria’s Secret, en cambio, sigue justificándose en lugar de reírse de sí misma. Su desfile, con sus fuegos artificiales y alas de ángel, simboliza una indecisión que la aleja cada vez más de su público.

El verdadero desafío para la marca no es elegir entre ser sexy o inclusiva, sino entender qué significa el deseo hoy. Ya no se trata de ser observada, sino de sentirse libre para mostrarse como se quiera. El poder ya no está en las alas, sino en la autenticidad. Si Victoria’s Secret quiere volver a brillar, debe dejar de pedir perdón y empezar a contar una historia nueva —una en la que las mujeres sean protagonistas, no espectáculo.

Mientras tanto, Heidi Klum sigue demostrando que reinventarse no es perder la esencia, sino encontrar nuevas formas de brillar. Y eso, en el mundo de la moda, es lo que realmente cuenta.

Referencias