La localidad leonesa de Villamanín, con escasos 900 habitantes, vivió una de las Navidades más agitadas de su historia. Lo que comenzó como una celebración colectiva por haber tocado el número premiado del Gordo terminó convertido en un conflicto vecinal que ha dejado heridas difíciles de cerrar. La causa: la comisión de fiestas había vendido más participaciones de las que realmente tenía consignadas, generando un déficit económico de cuatro millones de euros que ahora deberán asumir entre todos los afortunados.
El 22 de diciembre, el 79432 resultó ser uno de los números agraciados con el máximo premio del Sorteo Extraordinario de Navidad. La alegría fue desbordante en este pequeño municipio de la provincia de León, donde la tradición de vender participaciones a través de la comisión de fiestas es una práctica habitual para financiar actividades locales. Durante horas, los vecinos celebraron lo que parecía un golpe de fortuna inesperado que beneficiaría a gran parte de la población.
Sin embargo, esa euforia duró apenas cuatro días. El problema surgió cuando, tras repartir las papeletas a cinco euros cada una, los organizadores contabilizaron los talonarios y detectaron una discrepancia alarmante. Habían distribuido un total de 400 participaciones, pero tras el sorteo encontraron un taco adicional de 50 papeletas más para las que no existían décimos físicos. Es decir, habían cobrado por participaciones inexistentes, creando un agujero de dos millones de euros en las arcas comunitarias.
La tensión llegó a su punto álgido el pasado martes cuando la comisión de fiestas convocó una asamblea extraordinaria en el Hogar del Pensionista. A las seis de la tarde, cerca de 300 personas —de las 400 que habían adquirido papeletas— acudieron a la cita con la incertidumbre de si verían peligrar los 80.000 euros que creían haber ganado por cada participación. El ambiente era tenso, mezclado con la sensación de haber sido engañados por sus propios vecinos.
Durante tres horas, a puerta cerrada y exclusivamente para portadores de papeletas premiadas, se desarrolló un intenso debate en el que incluso intervino un abogado. La comisión comenzó pidiendo un gesto de solidaridad: que cada participante cediera el 6% de su premio para compensar las 50 papeletas fantasma. Esto suponía pasar de los 80.000 euros iniciales a 75.200, renunciando a 4.800 euros por cabeza. Además, ofrecieron el décimo que la propia comisión jugaba colectivamente para reducir el montante del descubierto.
La propuesta, sin embargo, evolucionó durante la maratoniana reunión. Los miembros de la comisión no solo ofrecieron el décimo colectivo, sino que también decidieron renunciar al dinero que habían invertido a título personal. En total, la aportación de los organizadores ascendió a la cantidad equivalente a cinco décimos, es decir, dos millones de euros. Este gesto de responsabilidad buscaba calmar los ánimos y demostrar compromiso con la solución.
Con esta aportación, el déficit se redujo a la mitad. Aún así, quedan pendientes otros dos millones por cubrir, lo que significa que los premiados deberán asumir una reducción en sus ganancias. El reparto exacto de cuánto deberá ceder cada uno aún no ha sido determinado, pero lo que sí quedó claro es que el acuerdo está condicionado a que nadie presente una denuncia judicial. La posibilidad de acciones legales planea como una espada de Damocles sobre el entendimiento vecinal.
El ambiente en Villamanín es ahora de desconfianza y división. Muchos vecinos se sienten engañados por quienes precisamente debían gestionar con transparencia una actividad comunitaria. La sensación de haber sido víctimas de un error "involuntario", según palabras de la comisión, no consuela a quienes vieron esfumarse parte de su premio soñado. La confianza, una vez rota, es difícil de reconstruir, especialmente en una comunidad tan pequeña donde todos se conocen.
El resultado más visible de este conflicto ha sido la cancelación de la fiesta de prenochevieja que estaba prevista para este sábado. Un evento que debía servir para celebrar la fortuna colectiva se ha convertido en un recordatorio de la fractura social que ha generado la mala gestión. La celebración ha dado paso al silencio de las calles divididas.
Este caso pone de manifiesto los riesgos de las apuestas colectivas cuando no se realiza una contabilidad rigurosa. La ilusión de la lotería navideña, que une tradicionalmente a los pueblos españoles, en Villamanín ha dejado una herida que tardará tiempo en cicatrizar. La lección es clara: la transparencia en la gestión de fondos comunitarios no es negociable, especialmente cuando las expectativas económicas son tan altas.
Mientras tanto, los vecinos de Villamanín tendrán que conformarse con una parte de su premio y con la amargura de haber perdido algo más valioso que el dinero: la confianza en su comunidad. El Gordo les sonrió, pero la mala administración les recordó que la fortuna sin control puede convertirse en la peor de las pesadillas. La Navidad de 2024 quedará en la memoria de este pueblo no por la alegría del premio, sino por la lección sobre la importancia de la honestidad en la gestión colectiva.