El Atlético sufre pero avanza en Copa ante un heroic Baleares

Griezmann y Musso, claves en la clasificación a octavos tras un duelo vibrante y plagado de errores defensivos

El Atlético de Madrid logró el pase a los octavos de final de la Copa del Rey, pero lo hizo tras una noche de intensos sudores en Palma. El conjunto rojiblanco superó al Atlético Baleares por 3-2 en un encuentro que estuvo lejos de ser un paseo y que dejó más dudas que certezas sobre el estado de forma del equipo de Simeone. La heroica del portero Juan Musso y la inspiración de Antoine Griezmann evitaron una sorpresa que estuvo más cerca de lo que el marcador final sugiere.

Desde el inicio, el choque prometía emoción. El Atlético salió con la seriedad que requiere un duelo de eliminatoria ante un rival de categoría inferior, pero pronto se vio envuelto en un túnel de incertidumbre. Los balearicos, lejos de amedrentarse, plantaron cara con una actitud valiente y un juego directo que desconcertó a la defensa visitante. La primera mitad dejó entrever las carencias de un equipo madrileño que alternó momentos de calidad con lapsus de concentración preocupantes.

Griezmann apareció cuando más se le necesitaba. El francés, con esa capacidad que le define para leer los partidos complicados, se erigió en referente ofensivo. Sus dos tantos, lejos de ser simples anotaciones estadísticas, representaron el oxígeno que el Atlético reclamaba a gritos. Cada golpe de su bota sirvió para contener la embestida local y para dar algo de tranquilidad a una escuadra que parecía perdida en demasiados instantes del compromiso.

Sin embargo, la tranquilidad duró poco. El conjunto de Simeone, tras alcanzar el 1-2, experimentó un colapso anímico y táctico que casi le cuesta la eliminatoria. Los errores individuales se sucedieron con una preocupante naturalidad. Musso, el guardameta argentino que esta temporada ha tenido minutos escasos, se convirtió de repente en el protagonista absoluto. Su intervención en el lanzamiento desde los once metros que detuvo no solo evitó el empate, sino que mantuvo con vida las aspiraciones rojiblancas en un momento de absoluto descontrol.

La polémica llegó de la mano de dos acciones penales. Primero, una dudosa falta dentro del área que el colegiado no dudó en señalar. Musso, con una estirada espectacular, adivinó la intención del ejecutante y desvió el esférico con la punta de los dedos. La segunda pena máxima, señalada por una entrada desesperada de Nico González, volvió a poner el partido patas arriba. Esta vez, el delantero local no perdonó y recortó distancias para establecer el definitivo 2-3.

El Atlético Baleares merece un párrafo aparte. El equipo de la Tercera RFEF realizó un encuentro memorable, lleno de coraje y con un planteamiento táctico que desnudó las fragilidades del rival. Con nueve remates a puerta, superaron en ocasiones claras al cuadro colchonero, que apenas generó cuatro situaciones de peligro. Los locales presionaron hasta el último segundo, buscando el empate que habría supuesto una gesta histórica para el club balear. Moha Keita, autor del segundo tanto, fue una pesadilla constante para la zaga visitante con su despliegue físico y su movilidad sin balón.

El sufrimiento madrileño se prolongó hasta el pitido final. Los cuatro minutos de descuento se convirtieron en una tortura para los seguidores rojiblancos, que vieron cómo su equipo se replegó con demasiada pasividad. La gestión del resultado fue, cuanto menos, cuestionable. Simeone, desde el banquillo, gesticulaba sin encontrar respuestas a la desorganización defensiva que permitió múltiples aproximaciones peligrosas.

El balance final es paradójico. El Atlético cumple el objetivo de pasar de ronda, pero lo hace exhibiendo las mismas carencias que le han perseguido durante la temporada. La falta de solidez en defensa, la imprecisión en la salida de balón y la dependencia de los aciertos individuales son síntomas que preocupan de cara a los compromisos de mayor exigencia. La Copa del Rey, esa competición que tanto obsesiona a la entidad, se presenta como un camino tortuoso donde ni siquiera los rivales teóricamente inferiores garantizan un paseo tranquilo.

Musso, con su actuación salvadora, y Griezmann, con su instinto goleador, son los nombres propios de una noche que pudo acabar en drama. El resto del plantel, especialmente los futbolistas que han contado con menos minutos, desperdiciaron una oportunidad de oro para demostrar su valía. La irregularidad colectiva contrasta con el acierto individual, un patrón que se repite con demasiada frecuencia en el Metropolitano.

La afición rojiblanca viajó a Mallorca con la esperanza de ver un partido plácido y regresará con la sensación de haber escapado de una trampa mortal. El camino hacia la final copera exige regularidad, intensidad y, sobre todo, seguridad. Tres cualidades que el Atlético mostró a cuentagotas en Son Moix. Los octavos de final ya esperan, pero el rival, sea quien sea, habrá tomado nota de los puntos débiles expuestos en esta noche de enero.

El tiempo dirá si este sufrimiento sirve como lección o si es solo el preludio de nuevas tribulaciones. Mientras tanto, el Atlético de Madrid sigue vivo en una competición que le obsesiona, pero que cada vez le exige más sacrificio. La victoria, aunque merecida por los goles de Griezmann, sabe a poco y deja más interrogantes que respuestas en un momento crítico de la temporada.

Referencias

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