El Real Madrid afrontó su estreno en la Copa del Rey con más complicaciones de las esperadas. En el Estadio Municipal del Prado de Talavera de la Reina, el equipo merengue tuvo que emplearse a fondo para superar a un combativo Talavera por 2-3, en un encuentro que estuvo lejos de ser el mero trámite que muchos anticipaban. La presencia de Kylian Mbappé en el once inicial resultó decisiva, al igual que las intervenciones del guardameta Andriy Lunin, permitiendo al conjunto de Xabi Alonso evitar una prolongación que hubiese sumado más tensión a una noche ya de por sí complicada.
La alineación presentada por el técnico vasco generó sorpresa desde el primer momento. A pesar de haber acumulado más minutos que ningún otro futbolista esta temporada, el delantero francés saltó al césped desde el inicio. La motivación parecía clara: la posibilidad de batir el récord de tantos en un año natural que ostenta Cristiano Ronaldo. Esta decisión, lejos de ser cosmética, se convirtió en el eje sobre el que giraría el destino del encuentro.
Desde el pitido inicial, el dominio del Madrid fue evidente. Dani Ceballos ejerció de director de orquesta en el centro del campo, mientras los centrales Raúl Asencio y Mika Huijsen avanzaban sus posiciones para participar en la construcción. Los laterales David Jiménez y Fran García ofrecían profundidad por las bandas, creando un asedio constante sobre la meta defendida por Jaime. El conjunto castellano-manchego, por su parte, optó por una estrategia defensiva ultraconservadora, replegándose en su área y buscando cerrar todos los espacios posibles.
La primera ocasión clara llegó cuando Endrick, con una acción de gran habilidad, superó al defensor Cuenca y sirvió un balón perfecto para Mbappé. El francés, sin embargo, no logró definir con la contundencia habitual y el portero local desvió el disparo, provocando un suspiro de alivio entre la afición talaverana que pronto se convirtió en ovación.
El partido mantuvo este guion durante más de media hora, con el Madrid generando ocasiones y el Talavera resistiendo con orden. La única llegada significativa del equipo local antes del ecuador del encuentro fue un cabezazo de Marcos Romero que obligó a Lunin a lucirse, demostrando que la concentración debía mantenerse al máximo nivel.
El momento decisivo llegó en el minuto 40, cuando una acción dentro del área local terminó con el balón impactando en la mano de un defensor del Talavera. El colegiado Guillermo Cuadra no dudó en señalar la pena máxima. La polémica surgió de inmediato: en esta fase de la competición aún no opera el VAR, por lo que la decisión fue inapelable. Endrick solicitó encargarse de la ejecución, pero Mbappé ejerció su jerarquía y se colocó el balón. Con frialdad, engañó a Jaime y abrió el marcador, poniendo fin a una sequía de 40 minutos de dominio estéril.
El gol cayó como un jarro de agua fría en las aspiraciones del conjunto local, que veía cómo su plan defensivo se resquebrajaba. Antes del descanso, el Madrid ampliaría su ventaja de forma fortuita. En el minuto 46, una jugada iniciada por Mbappé terminó con el central Farrando desviando el esférico a su propia portería en el intento de despejar. En cuestión de seis minutos, el 0-0 se había transformado en un 0-2 que parecía sentenciar el encuentro.
La segunda mitad comenzó con un cambio en el bando local. El entrenador Sandroni introdujo a Capo por Cuenca, buscando mayor presencia ofensiva y estirar el campo de juego. Esta modificación, paradójicamente, benefició al Madrid, que encontró más espacios para desarrollar su juego de transición.
Sin embargo, el Talavera demostró orgullo y carácter. Los locales no se dieron por vencidos y continuaron buscando la heroica. La conexión con su afición era palpable, especialmente tras el homenaje previo al partido a Javier Dorado, histórico futbolista del club fallecido recientemente. Cada aproximación generaba un clamor en las gradas, con los cánticos de "sí se puede" resonando por todo el estadio.
El Madrid, cómodo con el resultado, gestionó el ritmo del encuentro. Lunin volvió a intervenir cuando fue necesario, mostrando la solvencia que le ha convertido en una pieza clave del equipo. La experiencia de jugadores como Luka Modric, que entró en la segunda parte, ayudó a mantener el control en momentos de presión local.
Los minutos finales trajeron algo de emoción con dos tantos del Talavera que maquillaron el resultado, pero que no pusieron en verdadero peligro la clasificación madridista. El pitido final confirmó el pasaporte a octavos de final para el conjunto blanco, aunque dejando sensaciones encontradas.
Este encuentro sirve como recordatorio de que la Copa del Rey no perdona la relajación. Equipos de inferior categoría, bien organizados y con el apoyo de su afición, pueden complicar la vida a los grandes. El Madrid evitó convertirse en la próxima víctima de una sorpresa, algo que ya le ocurrió a entrenadores anteriores como Manuel Pellegrini ante el Alcorcón o Rafa Benítez ante el Cádiz, aunque en este último caso por una alineación indebida.
La figura de Mbappé resultó indiscutible. No solo por su gol, sino por la presencia que ejerce sobre los rivales y la capacidad para resolver situaciones complejas. Su decisión de jugar pese al desgaste acumulado demuestra su compromiso con los objetivos del equipo y su ambición personal. Lunin, por su parte, demostró que puede ser de los más fiables cuando el equipo necesita seguridad bajo palos.
El camino hacia la final sigue siendo largo, pero este tipo de partidos sirven para reforzar la mentalidad competitiva. El Madrid avanza en una competición que le permite rotar pero que exige máxima concentración en cada duelo. La lección de Talavera quedará grabada: en la Copa, cualquier rival puede convertirse en una piedra en el zapato si no se le toma con la seriedad debida.