La Copa del Rey volvió a deparar una noche de infarto en el estadio Carlos Belmonte. El Albacete Balompié consumó una de las gestas más memorables de su historia reciente al eliminar al Celta de Vigo en una emocionante tanda de penaltis que finalizó 3-0 a favor de los locales, tras haber igualado 2-2 en los noventa minutos reglamentarios. La eliminatoria, que ya auguraba el técnico vigués Claudio Giráldez como tremendamente igualada, no defraudó a las expectativas y se resolvió desde los once metros, donde los manchegos demostraron una frialdad que contrastó con la errática ejecución de los gallegos.
El encuentro arrancó con un Albacete decidido a demostrar que su presencia en esta fase del torneo del KO no era fruto de la casualidad. Desde el pitido inicial, los hombres dirigidos por su cuerpo técnico plantearon un duelo intenso, sin complejos ante un rival de Primera División que llegaba con la vitola de favorito. La primera mitad evidenció la superioridad territorial del conjunto local, que supo imponer su ritmo tanto en el juego a la contra como en la posesión del esférico, generando sensaciones de peligro que inquietaron a una defensa céltica que se mostró sorprendentemente permeable.
La segunda parte, sin embargo, trajo consigo un guion completamente diferente. Giráldez, consciente de que su equipo necesitaba un revulsivo, optó por un triple cambio que modificó sustancialmente la dinámica del compromiso. La presencia de Borja Iglesias y la veteranía de Iago Aspas comenzaron a hacer mella en el orden defensivo albaceteño. Fue precisamente el delantero internacional quien, con su olfato goleador, empujó al Celta hasta el 1-2, un marcador que parecía sentenciar la eliminatoria y dejar a los manchegos fuera de la competición.
Pero el fútbol, esa pasión impredecible, guardaba un capítulo final de infarto. Cuando el cronómetro marcaba el minuto 93, con el Celta celebrando prematuramente su pase a la siguiente ronda, apareció Vallejo para desatar la locura en el Carlos Belmonte. De un potente testarazo, el jugador del Albacete batió la portería defendida por el guardameta rival y forzó la prórroga, devolviendo la ilusión a una afición que no había dejado de apoyar a su equipo ni un solo instante.
El tiempo extra evidenció el desgaste físico de ambos contendientes. El Albacete, con la moral por las nubes, dispuso de las ocasiones más claras, mientras que el Celta, ya con Aspas como único referente ofensivo viable, se mostraba incapaz de generar peligro con claridad. Las jugadas ya no fluían con la misma precisión, y los disparos desde la frontal del área se convirtieron en la única opción viable para unos y otros. El estadio coreaba un convincente "sí se puede" mientras los jugadores aguantaban sobre el verde a la espera del desenlace inevitable desde los once metros.
La tanda de penaltis se convirtió en un auténtico calvario para los intereses célticos. El Celta, que en la ronda anterior ya había necesitado de la lotería de los lanzamientos para superar al Sant Andreu, volvía a verse abocado a la misma situación, pero esta vez la fortuna le resultó esquiva. La primera ejecución, encomendada a Mingueza, se estrelló contra el palo, inaugurando una serie nefasta para los gallegos.
Por su parte, el Albacete mostró una contundencia absoluta. Puertas transformó el primer lanzamiento con una ejecución impecable, poniendo el 1-0 en el marcador de penaltis. La tensión se palpaba en el ambiente, pero los locales mantuvieron la calma mientras el Celta se desmoronaba. Lizoain, el meta albaceteño, se convirtió en la figura indiscutible de la noche al detener el lanzamiento de Hugo Álvarez, que además envió el balón al palo, duplicando la desgracia visitante.
El segundo tanto local, obra de Riki, aumentó la presión sobre los hombros de los jugadores del Celta. Aspas, el máximo referente y goleador histórico del club, asumió la responsabilidad del tercer lanzamiento, pero su disparo se marchó por encima del larguero, consumando la debacle céltica. La escena resultó demoledora para la entidad viguesa, que veía cómo una competición que le brindaba la oportunidad de conseguir un título se le escapaba de las manos de forma tan dolorosa.
El definitivo 3-0 lo marcó el propio Vallejo, cerrando una noche mágica para el futbolista que ya había sido protagonista en el tiempo reglamentario. Su celebración reflejó la euforia de un plantel que acababa de consumar una hazaña memorable, clasificándose para los octavos de final de una competición que comienza a soñar con nuevas gestas.
El Celta de Vigo, por su parte, se convierte en el tercer equipo de Primera División que cae en esta ronda, acompañando al Villarreal y al Levante en la lista de víctimas de la Copa. La eliminatoria deja interrogantes sobre la gestión del técnico Giráldez, quien pese a realizar siete rotaciones respecto al último partido de Liga, presentó un once con jugadores que han tenido minutos esta temporada, por lo que las excusas resultan insuficientes.
La actuación de Lizoain bajo los tres palos resultó determinante. El guardameta no solo detuvo un penalti clave, sino que durante los noventa minutos y la prórroga mostró una seguridad que transmitió confianza a sus compañeros. Su intervención en el lanzamiento de Hugo Álvarez, combinada con el palo que también evitó el gol, certificó su condición de héroe de la jornada.
El Albacete demostró que en el fútbol no siempre gana el favorito. La entidad manchega plantó cara en todo momento a un rival de entidad superior, demostrando una organización táctica impecable y una capacidad de sufrimiento que le permite seguir viva en la competición. El gol de Vallejo en el último suspiro del tiempo reglamentario y su posterior conversión desde el punto fatídico simbolizan el espíritu de un equipo que cree en la remontada y en la posibilidad de escribir su nombre con letras mayúsculas en el palmarés de la Copa del Rey.
La noche del Carlos Belmonte quedará en la memoria de la afición albaceteña como una de esas veladas mágicas que justifican la pasión por este deporte. Mientras el Celta deberá centrarse exclusivamente en la competición liguera, el Albacete ya piensa en su próximo rival, soñando con seguir sumando gestas que pongan a la institución en el lugar que merece dentro del panorama futbolístico nacional. La Copa del Rey, una vez más, ha demostrado ser el terreno propicio para que los sueños se hagan realidad y los presuntos gigantes caigan ante la determinación de los equipos humildes.