El Valencia CF continúa inmerso en una dinámica preocupante que parece no tener fin. La era Meriton deja una herida profunda en la entidad che y, a juzgar por lo presenciado este domingo en Mestalla, las cicatrices siguen sangrando. El equipo dirigido por Carlos Corberán desaprovechó la oportunidad de consolidar la leve mejoría mostrada en semanas anteriores y volvió a exhibir las mismas carencias que mantienen al club en una situación crítica. El empate a uno frente al Sevilla no sirve de consuelo cuando la necesidad apremia y el calendario no espera.
El resultado final refleja una realidad estadística que resulta demoledora: 15 puntos en 15 jornadas. Esta ratio de un punto por partido es sinónimo de sufrimiento constante y, lo que es más alarmante, de permanencia en los puestos que condenan a pelear por la permanencia. El Valencia quiere dar un paso adelante, pero sus pies están clavados en el barro de la irregularidad y la falta de recursos tanto en defensa como en ataque. La racha actual, lejos de ser positiva, confirma las dudas que rodean al proyecto deportivo.
Desde el empate cosechado contra el Real Betis, que muchos consideraron un punto de inflexión emocional, el rendimiento del conjunto blanquinegro ha sido insuficiente. En las últimas cuatro jornadas de LaLiga, el Valencia ha sumado solo seis puntos de doce posibles: una victoria ajustada contra el Levante (1-0) y tres empates con idéntico marcador (1-1) ante Betis, Rayo Vallecano y Sevilla. La condición de invicto, lejos de ser un motivo de celebración, esconde una verdad incómoda: el equipo no pierde, pero tampoco gana con la regularidad necesaria para abandonar la zona peligrosa.
La situación clasificatoria se vuelve cada vez más delicada. Con el Atlético de Madrid a la vuelta de la esquina, el Valencia cierra la jornada a tan solo tres puntos de los puestos de descenso, ocupados actualmente por el Girona. La presión aumenta si consideramos que un posible triunfo de Osasuna ante el Levante este lunes podría dejar al conjunto de Mestalla en la decimosexta posición, mirando hacia abajo en la tabla y rozando la zona roja. Con este promedio de puntuación, hablar de Europa es una quimera, una utopía que se desvanece con cada jornada que pasa sin sumar de tres en tres.
El análisis del juego deja pocos motivos para el optimismo. Corberán intentó poner una cara valiente a la situación, destacando el esfuerzo y la intensidad de sus futbolistas, pero los hechos son tercos. El Valencia volvió a mostrarse desajustado en fase defensiva, concediendo ocasiones claras que un rival de mayor calidad habría castigado con dureza. La línea de cuatro atrás parece no encontrar el equilibrio necesario, los espacios entre líneas son un problema crónico y la falta de liderazgo en el eje de la zaga se hace evidente en cada contragolpe enemigo.
En ataque, la historia no es más alentadora. La circulación de balón es espesa, lenta y carente de precisión. El equipo carece de la chispa necesaria para desestabilizar defensas ordenadas y la creatividad brilla por su ausencia. Las ocasiones claras de gol son un bien escaso, y cuando llegan, la puntería no acompaña. La dependencia de jugadores con talento contrastado se vuelve una losa cuando el sistema no funciona colectivamente. El fútbol moderno exige solidez defensiva y eficacia ofensiva, y el Valencia no cumple con ninguno de los dos requisitos básicos.
El partido también dejó secuelas a nivel individual que no pasaron desapercibidas para la exigente grada de Mestalla. Javi Guerra, uno de los jóvenes talentos sobre los que recaen las esperanzas de futuro, fue sustituido en el minuto 60 por Filip Ugrinic. La decisión del técnico no sentó bien a la afición, que pitó al jugador saliente en un gesto de frustración que resume el mal ambiente que se respira en la ciudad deportiva de Paterna. La falta de paciencia con los futbolistas de la casa es síntoma de una tensión que puede acabar afectando al rendimiento de los más jóvenes.
El contexto institucional tampoco ayuda. La gestión de Meriton ha dejado un legado de incertidumbre, deudas y decisiones deportivas cuestionables que pesan como una losa sobre el presente. La falta de inversión en reforzar la plantilla de manera inteligente, la venta de activos clave sin reemplazos adecuados y la ausencia de un proyecto deportivo claro han creado un círculo vicioso del que resulta complicado escapar. Corberán llegó con el objetivo de estabilizar el barco, pero las aguas siguen siendo demasiado turbulentas.
La pregunta obligada es: ¿qué puede cambiar esta dinámica? El mercado de invierno se presenta como una oportunidad de oro para reforzar posiciones clave, pero la tesorería del club no es precisamente holgada. La cantera, tradicionalmente la salvaguardia del Valencia, no parece tener la profundidad necesaria para aportar soluciones inmediatas. La confianza en el cuerpo técnico es relativa, pero el tiempo se agota y los resultados no llegan.
El próximo compromiso contra el Atlético de Madrid en el Metropolitano se presenta como una montaña casi inexpugnable. Los de Simeone llegan en un momento dulce, sólidos en defensa y letales en ataque. El Valencia, por el contrario, viaja con la moral por los suelos y la necesidad de puntos apremiando. Un resultado positivo en Madrid podría suponer un punto de inflexión real, pero las probabilidades están en contra. La historia reciente no invita al optimismo.
La afición, fiel y sufrida, merece respuestas. Mestalla, que este domingo volvió a mostrar su cara más exigente, necesita motivos para creer en un futuro mejor. Los pitos a Javi Guerra son solo una muestra de la frustración acumulada durante años de gestión deficiente y resultados deportivos insuficientes. El club necesita un cambio de rumbo radical, una hoja de ruta clara que devuelva la ilusión a una masa social que ha visto cómo su equipo pasaba de disputar títulos a pelear por no descender.
En definitiva, el Valencia CF está en una encrucijada peligrosa. Los 15 puntos en 15 jornadas son un síntoma de una enfermedad que parece crónica. La falta de gol, la fragilidad defensiva, la ausencia de un estilo de juego definido y la presión de la clasificación crean un cóctel explosivo. Corberán tiene la difícil tarea de revertir esta situación con los recursos disponibles, pero el margen de error es cada vez menor. La Liga no perdona y el tiempo corre en contra de un club que necesita urgentemente encontrar la senda del triunfo para evitar una tragedia deportiva que podría tener consecuencias devastadoras a todos los niveles.