La situación en el Liverpool ha llegado a un punto de inflexión crítico. Lo que comenzó como una racha de malos resultados se ha transformado en un conflicto abierto entre su máxima estrella y el cuerpo técnico, poniendo en jaque el futuro inmediato del proyecto deportivo en Anfield.
Mohamed Salah ha roto su silencio de forma explosiva. Tras permanecer en el banquillo durante tres partidos consecutivos de Premier League, el delantero egipcio ha decidido alzar la voz en una entrevista que sacude los cimientos del club. Sus palabras, lejos de ser una simple queja deportiva, constituyen una auténtica declaración de guerra contra Arne Slot y la directiva del Liverpool.
"Teníamos una buena relación... pero ya no", afirmó contundente el futbolista de 33 años. La frase, pronunciada ante los micrófonos de TV 2 Sport, revela un deterioro en las relaciones que parece irreversible. Salah no se quedó ahí: "Me parece que alguien no me quiere en el club", añadió, dejando entrever que el problema va más allá de decisiones tácticas.
El egipcio se mostró "muy decepcionado" y se sintió "traicionado" por una situación que considera injustificada. Su ausencia en los encuentros contra West Ham, Sunderland y Leeds United no ha sido por lesión ni sanción, sino una decisión técnica que el jugador interpreta como un mensaje claro en su contra. Esta es su tercera suplencia consecutiva en liga, un hecho sin precedentes desde que llegó a Anfield.
El impacto en el vestuario debe ser considerable. Cuando la figura indiscutible del equipo, máximo goleador histórico del club en la era moderna, cuestiona abiertamente al entrenador, las consecuencias son impredecibles. Los compañeros se ven obligados a posicionarse, el ambiente se enrarece y el rendimiento colectivo se resiente inevitablemente.
La posición de la directiva se ha vuelto extremadamente complicada. Michael Edwards y Richard Hughes, máximos responsables deportivos del Liverpool, se encuentran atrapados entre dos fuegos. Por un lado, no pueden permitir que un jugador, por importante que sea, dicte quién debe ser el entrenador. Establecer ese precedente sería un error gravísimo que debilitaría la autoridad del club a largo plazo.
Por otro lado, desoír a Mohamed Salah supone enfrentarse a la estrella del equipo, al máximo referente de la afición y a un activo comercial de enorme valor. El egipcio no solo es un goleador excepcional, sino un icono global que representa al Liverpool en todo el mundo. Su salida generaría un terremoto institucional difícil de gestionar.
Los posibles sustitutos ya circulan por los mentideros futbolísticos. El nombre de Oliver Glasner, actualmente en el Crystal Palace, suena con fuerza como candidato ideal para suceder a Slot. Su trabajo en el Palace, donde ha convertido al equipo en un conjunto competitivo y atractivo, no ha pasado desapercibido para los clubes grandes.
La otra opción, más romántica pero también más arriesgada, sería Steven Gerrard. La leyenda red, actualmente sin equipo, representaría el regreso del hijo pródigo al banquillo de Anfield. Su conexión emocional con la entidad es indiscutible, pero su falta de experiencia en la élite europea plantea dudas razonables sobre su preparación para un desafío de esta magnitud.
El rendimiento deportivo del equipo no ayuda a Slot. A pesar de no perder en los últimos tres encuentros, el Liverpool ocupa la octava posición con 23 puntos, a diez del líder. La distancia con los puestos de Champions League es preocupante para un club de sus aspiraciones. La irregularidad ha sido la tónica dominante durante toda la temporada.
El equipo ha demostrado ser extremadamente frágil. La remontada del Leeds United en Elland Road, donde desperdiciaron una ventaja de 0-2 y encajaron el empate en el minuto 96, ejemplifica perfectamente la falta de carácter y solidez defensiva. Esos puntos perdidos pueden resultar decisivos al final de la temporada.
El contexto contractual de Salah añade más tensión a la situación. El pasado verano, el egipcio vivió un largo período de incertidumbre sobre su futuro. El club tardó en presentarle una oferta de renovación, lo que generó malestar en el jugador. Finalmente, en abril, se llegó a un acuerdo para su continuidad hasta 2027 con un salario millonario.
Esa negociación ya dejó heridas abiertas. Salah se sintió desvalorizado entonces, y ahora la situación se repite de forma diferente pero con el mismo fondo: una sensación de no ser apreciado como se merece. El jugador consiguió imponer su voluntad en la renovación, pero el conflicto actual sugiere que las cosas no se han resuelto realmente.
Arne Slot, por su parte, siempre ha sido cuidadoso en sus declaraciones sobre Salah. El entrenador holandés ha repetido en múltiples ocasiones que el egipcio "ha sido muy importante y seguirá siéndolo porque es un jugador muy especial". Sin embargo, sus decisiones tácticas dicen lo contrario. Dejar fuera a tu mejor jugador en tres partidos seguidos no es una casualidad, es una declaración de intenciones.
El futuro inmediato del Liverpool depende de cómo reaccione la directiva en las próximas horas. La destitución de Slot parece cada vez más probable, pero no será una decisión fácil. El club debe valorar el coste de mantener a un entrenador sin el apoyo de su estrella versus el riesgo de ceder al chantaje de un jugador.
La afición, dividida, observa con preocupación cómo su equipo se desmorona desde dentro. Los ultras de Anfield han apoyado históricamente a Salah, pero también entienden que el club debe estar por encima de cualquier individualidad. En las redes sociales, el debate está servido: #SlotOut y #SalahStay son tendencia alternativamente.
Lo que está claro es que esta situación no tiene vuelta atrás. O Salah se va, o Slot se va. O ambos. El Liverpool se juega mucho más que una temporada: se juega su estabilidad institucional, su proyecto deportivo y su imagen como club bien gestionado. En Anfield, el río suena... y parece que agua lleva.
La próxima semana será decisiva. El mercado de invierno se acerca y el club no puede permitirse llegar a él con esta incertidumbre. Las decisiones que tomen Edwards y Hughes marcarán el rumbo del Liverpool no solo para esta temporada, sino para los próximos años. El tiempo apremia y las soluciones son pocas.