Javier Pereira, el actor madrileño que conquistó el Premio Goya al Mejor Actor Revelación por su papel en 'Stockholm', no solo brilla en la pantalla. Fuera de los focos, su pasión por el fútbol lo mantiene activo, centrado y con los pies en la tierra. Aunque nunca ha pisado un gimnasio, su forma física y su resistencia se deben a horas de juego en la calle, en el parque y en partidos benéficos con otros actores y equipos profesionales.
Desde su debut en la serie 'Al salir de clase', Pereira ha construido una carrera sólida en televisión y cine, con una presencia constante en el panorama audiovisual español. En 2025, ha protagonizado dos películas —'La Niña de la Cabra' y 'El Instinto'—, participado en dos series —'Mamen Mayo' y 'Bety La Fea'— y ha sumado tres cortometrajes premiados en festivales internacionales: 'Bicimaníacos', 'Insalvable' y 'Violetas'. Además, tiene dos películas pendientes de estreno —'Mala Madre' y 'Hugo 24'— y una serie cómica rodada el verano pasado.
Pero más allá de los premios y los estrenos, lo que realmente define a Pereira es su relación con el fútbol. Para él, no es solo un deporte, sino una forma de vida. "El fútbol me hizo no pensar", confiesa. "Cuando juego, mi cabeza se apaga. Ese es el momento en el que más desconecto, y eso es algo que necesito". Aunque reconoce que, en cuanto termina el partido, los pensamientos vuelven —ya sean sobre el rendimiento, las noticias o las emociones—, durante el juego, solo existe la pelota, el campo y la adrenalina de competir.
Su amor por el fútbol comenzó en la infancia, jugando en las calles y parques de Madrid. Hoy, sigue manteniendo esa misma pasión, aunque con un enfoque más maduro. "Juego muy bien, la verdad", dice con una sonrisa. "Para ser actor, soy de los que mejor juegan en los partidos benéficos". Ha participado en encuentros en estadios icónicos como el Vicente Calderón, el Wanda Metropolitano y el Camp Nou, y recuerda con emoción un partido benéfico contra el Atlético de Madrid femenino, donde el estadio estaba lleno y él logró hacer varios regates. "Escuchar al público fue la hostia", confiesa. "En ese momento, fui feliz".
Pereira no se considera un deportista profesional, pero sí un deportista nato. Su cuerpo se mantiene en forma gracias a la actividad constante y al disfrute que le proporciona el juego. "Nunca he ido a gimnasios, pero aguanto jugando con chavales de 27", dice con orgullo. Para él, el fútbol no es solo ejercicio físico, sino también una herramienta emocional y mental. Le ayuda a liberar tensiones, a mantener la motivación y a recordar lo que realmente importa: disfrutar del momento.
Cuando se le pregunta qué prefiere, el Goya o una Champions, su respuesta es rápida y divertida: "Como el Goya ya lo tengo… ¡vamos a por la Champions!". Aunque reconoce que ya no sueña tanto con jugar una final —"soy un poco más mayor"—, sigue fantaseando con la posibilidad de estar en un estadio lleno, con la pelota a sus pies y el público animándolo. "Siempre sueñas", dice. Y en ese sueño, no importa si es real o imaginario: lo que cuenta es la emoción, la pasión y la conexión con el deporte.
Para Pereira, el fútbol y la actuación tienen más en común de lo que parece. Ambos requieren concentración, entrega y la capacidad de vivir el momento. "En el campo, como en el escenario, no puedes pensar en nada más", explica. "Solo estás tú, tu equipo y el objetivo. Esa es la magia". Y aunque su carrera en el cine y la televisión sigue en ascenso, su verdadero refugio sigue siendo el césped, donde puede ser simplemente Javier, el chico que juega al fútbol como si fuera el último día.
En un mundo donde la presión y el estrés son constantes, Pereira encuentra en el deporte una forma de equilibrio. No necesita un entrenador ni un plan de entrenamiento: solo necesita una pelota, un campo y ganas de jugar. Y eso, para él, es suficiente. "El fútbol me salvó de muchas cosas", dice. "Y todavía lo hace".