El mundo de la política española vive hoy una jornada de luto tras el fallecimiento de Francisco Fernández Marugán, una de las figuras más respetadas y veteranas del socialismo nacional. A los 79 años, el histórico dirigente del PSOE ha dicho adiós, dejando tras de sí una trayectoria de casi cinco décadas dedicadas al servicio público y a la defensa de los valores socialistas.
Nacido en la ciudad cacereña de Cáceres en 1946, Marugán formó parte de esa generación de políticos que vivieron la transición democrática en primera persona. Licenciado en Economía, su perfil técnico le aportó un enfoque riguroso y metódico a la política, alejado de los improvisados. Su compromiso con el PSOE nació en 1974, cuando el partido aún operaba en la clandestinidad bajo el régimen franquista. Aquella militancia temprana marcó el carácter de toda su carrera: discreta, leal y tenaz.
La primera vez que ocupó un escaño en el Congreso de los Diputados fue en 1982, el año de la histórica victoria de Felipe González que llevó al PSOE al gobierno por primera vez en la democracia. Aquel triunfo suponía el inicio de una etapa de transformación profunda en España, y Marugán se convirtió en uno de los artífices silenciosos de aquel cambio. Durante 29 años ininterrumpidos, representó a los ciudadanos en ocho legislaturas consecutivas, una longevidad parlamentaria que habla de la confianza que sus votados depositaron en él.
Su vinculación con el sector conocido como 'guerrista' del PSOE definió buena parte de su trayectoria interna. Este ala del partido, liderada históricamente por Alfonso Guerra, representaba una corriente de pensamiento socialdemócrata con raíces marxistas y un fuerte arraigo en los movimientos obreros. Marugán, con su perfil técnico y su capacidad de diálogo, se convirtió en una pieza clave dentro de esta corriente, actuando como puente entre las necesidades del aparato partidario y las exigencias de la gestión pública responsable.
En 1984, su prestigio dentro del partido le llevó a formar parte de la Ejecutiva Federal del PSOE, el máximo órgano de dirección entre congresos. Fue precisamente en este terreno donde demostró su mayor capacidad: la gestión económica y financiera. Cuando estalló el escándalo del caso Filesa, una trama de financiación irregular del partido a través de una empresa ficticia, Marugán asumió con naturalidad las responsabilidades que le correspondían. Sustituyó a Guillermo Galeote en el área de Finanzas y se convirtió en tesorero del PSOE en un momento de máxima turbulencia.
Su intervención en aquella crisis fue crucial para la supervivencia del partido. Marugán no solo gestionó la situación con transparencia, sino que también participó activamente en la redacción de la nueva ley de financiación de partidos políticos, un texto normativo que buscaba precisamente evitar situaciones como la que acababa de vivir el PSOE. Su experiencia en esta materia le convirtió en un referente dentro del partido, y su voz contó siempre que se debatieron cuestiones relacionadas con la transparencia y la ética en la política.
Más allá de la gestión económica, su labor parlamentaria fue intensa y diversa. Participó en la elaboración de la ley de huelga, una normativa clave para las relaciones laborales en España, y colaboró estrechamente en la preparación de múltiples programas electorales del PSOE. Su capacidad de análisis y su conocimiento de la realidad económica española le hicieron imprescindible en los equipos de campaña, donde su trabajo siempre fue más de puertas adentro que de proyección pública.
En 2021, una nueva etapa se abría en su carrera cuando fue nombrado adjunto primero del Defensor del Pueblo. Esta institución, encargada de velar por los derechos de los ciudadanos ante las administraciones, encontró en Marugán a un profesional con el perfil exacto que necesitaba: experiencia, rigor y una profunda vocación de servicio público. Dos años después, en 2017, asumió la presidencia en funciones de la institución tras la dimisión de Soledad Becerril.
Durante cuatro años, hasta el 11 de noviembre de 2021, Marugán ejerció como Defensor del Pueblo en funciones con la misma discreción y eficacia que había caracterizado toda su carrera. Bajo su mandato, la institución mantuvo su independencia y fortaleció su papel como garante de los derechos fundamentales. Finalmente, fue sustituido por Ángel Gabilondo, otro histórico del socialismo español, en un relevo que simbolizaba la continuidad de los valores socialdemócratas en la institución.
La noticia de su fallecimiento ha provocado una oleada de reacciones en el mundo político, especialmente dentro del PSOE. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, no ha dudado en calificarle como "gran político y excelente diputado", destacando una trayectoria "ejemplar guiada por la igualdad, la honestidad y el compromiso social". Estas palabras resumen perfectamente el legado de Marugán: un político que entendió su trabajo como un servicio a la comunidad, nunca como un trampolín personal.
Por su parte, el exdiputado Eduardo Madina, que compartió con él bancada en el Congreso, ha escrito en redes sociales: "Un gran socialista extremeño y uno de los mejores diputados que conocí. Trabajar a su lado, durante algunos años en el Congreso, fue una enorme suerte". Este testimonio personal refleja el impacto que Marugán tuvo en quienes tuvieron la oportunidad de conocerle de cerca: un político riguroso, leal y siempre dispuesto al diálogo constructivo.
La figura de Francisco Fernández Marugán representa un modelo de político que parece pertenecer a otra época: formado en la escuela de la militancia clandestina, forjado en la transición democrática y madurado en la consolidación de las instituciones. Su perfil bajo, su rechazo al protagonismo innecesario y su compromiso con la gestión responsable lo distinguieron en un mundo donde estos valores no siempre están presentes.
Su muerte deja un vacío en el PSOE y en la política española en general. No solo por su experiencia, que era vasta, sino por la forma en que ejerció su responsabilidad: sin escándalos, sin protagonismos excesivos, con una ética de trabajo que se antoja ejemplar. En tiempos donde la confianza en la clase política se ve constantemente cuestionada, figuras como la de Marugán sirven de recordatorio de que la política puede ser un oficio honrado y al servicio de los demás.
El legado de este economista cacereño se extiende más allá de los cargos ocupados. Dejó una huella en la forma de hacer política, en la importancia de la gestión rigurosa, en la necesidad de la transparencia financiera y en el compromiso constante con los derechos ciudadanos. Su paso por el Defensor del Pueblo cerró un círculo que comenzó militando por las libertades en los años oscuros del franquismo.
España pierde hoy a uno de sus servidores públicos más dignos. El PSOE, a uno de sus militantes más leales. Y la democracia, a un defensor silencioso pero eficaz de sus valores fundamentales. Descanse en paz.