El Palau Blaugrana volvió a convertirse en una fortaleza inexpugnable. El FC Barcelona demostró una vez más que su buena racha no es fruto de la casualidad, sino el resultado de un trabajo metódico y una transformación radical que ha convertido al equipo en uno de los más temibles de la Euroliga. La victoria por 98-85 ante el Olympiacos confirma que los de Xavi Pascual han encontrado la fórmula del éxito, sumando su quinto triunfo consecutivo en la competición continental.
El encuentro comenzó con un ritmo trepidante y una intensidad propia de los grandes duelos europeos. Los griegos, conocedores de la necesidad de sumar en cancha ajena, salieron con una actitud agresiva que sorprendió a los locales durante los primeros compases. El intercambio de canastas fue constante, con ambos equipos mostrando una efectividad notable desde el perímetro. La defensa, aunque presente, no conseguía frenar el ímpetu ofensivo de los rivales, lo que generó un marcador ajustado que mantuvo a la afición en vilo.
Sin embargo, el verdadero carácter del Barça emergió tras el descanso. El tercer cuarto se convirtió en un monólogo culé, un parcial demoledor que dejó sin respuesta al Olympiacos. La clave no residió únicamente en el acierto ofensivo, sino en una defensa asfixiante que ahogó las opciones de los visitantes. Los jugadores del Barça movieron el balón con precisión quirúrgica, encontrando los espacios libres y castigando cada error defensivo griego.
La figura indiscutible de la noche fue Will Clyburn. El alero estadounidense firmó una actuación para el recuerdo, anotando 28 puntos con una efectividad brutal desde más allá de la línea de tres: 7 triples, una cifra personal que establece su nuevo récord profesional. Su valoración de 33 puntos refleja una influencia que trascendió la simple anotación. Clyburn fue el termómetro del equipo, asumiendo responsabilidades en los momentos de mayor presión y contagionando su confianza a cada compañero. Cada lanzamiento suyo generaba una expectación en el Palau que se transformaba en euforia cuando la pelota atravesaba la red.
La dirección de Xavi Pascual ha sido fundamental en esta metamorfosis. El entrenador ha conseguido que un grupo que parecía perdido en los primeros compases de la temporada haya encontrado su identidad. La vuelta de Pascual al banquillo culé ha supuesto una revolución táctica basada en tres pilares: una defensa agresiva que genera pérdidas rivales, una transición ofensiva rápida y letal, y una rotación inteligente que mantiene el nivel físico durante los 40 minutos. Los jugadores que antes dudaban ahora actúan con decisión, y los que parecían prescindibles se han convertido en piezas clave del engranaje.
El tercer cuarto fue el momento definitorio. Un parcial de 28-14 dejó el partido sentenciado, aunque matemáticamente quedaba tiempo. La defensa del Barça subió dos enteros, presionando el balón en toda la pista y forzando a los griegos a lanzar fuera de su zona de confort. Los robos de balón se convirtieron en canastas fáciles, y los triples de Clyburn abrieron una brecha que el Olympiacos no pudo cerrar pese a sus intentos.
Entre los momentos más destacados, la jugada del alley-oop entre Walkup y Hall demostró la conexión y la química que ha desarrollado el equipo. La bandeja de Shengelia entre dos defensores en transición reflejó la confianza que ahora tienen los jugadores para tomar decisiones arriesgadas. Incluso en los minutos finales, con el partido decidido, el Barça mantuvo la intensidad, algo que había carecido en encuentros anteriores.
El Olympiacos, por su parte, mostró dos caras. En la primera mitad fue un rival competitivo, con Vezenkov y Punter liderando el ataque. Sin embargo, la presión defensiva del Barça en la segunda parte desarticuló completamente su juego. Los tiros forzados y las pérdidas de balón se sucedieron, y pese a algún intento de reacción aislado, nunca lograron recuperar la confianza necesaria para inquietar a los locales.
Esta victoria tiene un sabor especial porque confirma una tendencia. No se trata de un triunfo aislado, sino de la quinta victoria consecutiva que sitúa al Barça en posiciones de privilegio en la tabla. El equipo ha pasado de la incertidumbre a la consolidación, y cada partido refuerza la creencia de que puede competir por los objetivos más ambiciosos. La Euroliga es una maratón, y el Barça ha demostrado que tiene el ritmo y la resistencia para estar en la cabeza.
El calendario no se detiene, y la exigencia seguirá siendo máxima. Pero este Barça ya no es el mismo. La confianza es un activo intangible pero invaluable, y actualmente el equipo lo posee en abundancia. Los jugadores saben que su trabajo defensivo será compensado con canastas fáciles, que sus compañeros estarán en la posición correcta y que el sistema funciona. Esa seguridad se traduce en lanzamientos más certeros, decisiones más inteligentes y un rendimiento colectivo superior.
La afición del Palau ha vuelto a creer. El ambiente en la segunda mitad fue eléctrico, con cada jugada defensiva celebrada como una canasta y cada triple de Clyburn coreado con fervor. Esa conexión entre equipo y público es otro de los factores que Pascual ha recuperado, conscientes de que en la Euroliga el factor cancha puede marcar la diferencia en los momentos decisivos.
Analizando las estadísticas, más allá de los números de Clyburn, destaca la alta efectividad en tiros de campo del equipo y el bajo número de pérdidas de balón. Esa eficiencia es el reflejo de un grupo que piensa antes de actuar, que valora cada posesión y que no se deja llevar por la ansiedad. La rotación ha permitido mantener frescos a los titulares, y los suplentes han respondido con minutos de calidad.
El reto ahora es mantener esta dinámica. La Euroliga castiga cualquier relajación, y los rivales estudiarán este partido para encontrar antídotos a la defensa del Barça. Pero el equipo ha demostrado adaptabilidad, y Pascual tiene la experiencia necesaria para seguir ajustando el sistema. La profundidad de la plantilla se ha convertido en una ventaja competitiva, con múltiples jugadores capaces de liderar el marcador en cualquier noche.
La victoria ante el Olympiacos no es solo tres puntos en la clasificación. Es una declaración de intenciones. El Barça ha vuelto a la élite europea con un estilo definido y una mentalidad ganadora. Los equipos rivales ya no ven al conjunto culé como una víctima propicia, sino como un adversario temible en cualquier escenario. Ese respeto se gana con actuaciones como la de esta noche, donde el talento individual se subordina al éxito colectivo.
El camino hacia el Final Four es largo y estándar, pero este Barça ha demostrado que tiene los argumentos para estar en esa conversación. La regularidad es la clave, y cinco victorias consecutivas contra rivales de nivel demuestran que el equipo ha encontrado la fórmula. La defensa, el juego en transición y la efectividad desde el perímetro son las señas de identidad de un conjunto que ha dejado atrás las dudas del inicio de temporada.
En definitiva, la noche del Palau dejó claro que el Barça de Xavi Pascual es una realidad consolidada. La exhibición de Will Clyburn, la solidez defensiva y la conexión con la afición son los ingredientes de un equipo que aspira a todo. La Euroliga ha sido testigo de la resurrección de un gigante, y los próximos rivales tendrán que prepararse para enfrentar a un conjunto que ha recuperado su esencia ganadora. La cuenta atrás hacia los playoffs ha comenzado, y el Barça ha tomado una posición de privilegio.