Xabier Martín (Beasain, 2001) ha tomado una decisión que marcará un antes y un después en su carrera como rugbyista. Tras una temporada de regreso a sus orígenes con el Ordizia Rugby, el joven de 24 años pondrá rumbo el próximo 1 de enero a Nueva Zelanda, la meca mundial de este deporte, en busca de la excelencia que solo se alcanza en las grandes ligas oceánicas.
La historia de Martín es un ejemplo de perseverancia y adaptación. A los 17 años, dejó su Beasain natal para cruzar el charco y formarse en las categorías inferiores de un club inglés. Aquella experiencia le abrió las puertas del rugby profesional europeo, pero también le enseñó las dificultades de estar lejos de casa en una cultura deportiva radicalmente diferente. Tras dos temporadas en tierras británicas, el guardapuntas regresó a España para enrolarse en las filas del Alcobendas Rugby, uno de los clubes más potentes de la Liga Heineken.
Fueron cinco años en la capital de España donde Martín no solo creció como jugador, sino también como persona. Gracias a una beca deportiva, pudo compaginar su pasión con los estudios universitarios, graduándose en un doble título de fisioterapia y ciencias del deporte. Una formación que, lejos de ser un plan B, representa su visión de futuro: "Mi sueño es poder unir el rugby con la readaptación deportiva y el alto rendimiento en algún momento, aunque sin prisa", confiesa el guipuzcoano.
El regreso a Ordizia, sin embargo, no fue un capricho nostálgico. Fue una decisión meditada, casi terapéutica, después de siete años de ausencia. "Desde que tenía 6 años iba con mi padre a Altamira y lo veía como una meta", recuerda. Ese campo de tierra donde creció viendo a sus ídolos se convirtió en su lugar de trabajo, aunque con un rol diferente: "Los jugadores que admiraba de niño ahora son mis entrenadores. La sensación es distinta: jugar en Altamira es jugar en casa, pero con responsabilidades".
La temporada en Ordizia ha sido intensa y emotiva. Martín ha podido compartir vestuario con amigos de toda la vida e incluso con primos, algo que le ha llenado de orgullo. "Cambiar las zapatillas de casa por los tacos y sentirte en tu sitio, eso no tiene precio", asegura. Pero también ha sido un periodo de transición para el club, que está sembrando las bases de un proyecto a largo plazo. "Han dado pasos grandes para crecer en muchas facetas. Ver tanta gente de casa y tanta estima por el club me enorgullece", valora.
La experiencia en Alcobendas, por su parte, le forjó un carácter competitivo que ahora le diferencia. El club sufrió un descenso administrativo que desmanteló la plantilla, y los jugadores jóvenes como él tuvieron que asumir el liderazgo. "Pasamos de ser jugadores que aportábamos a ser los líderes del grupo tras la marcha de los titulares. Fue un periodo de entender que nuestra carrera son etapas, que debemos pulirnos, como los diamantes", resume con una sonrisa.
Ahora, con 24 años, Martín afronta el desafío más ambicioso de su trayectoria. Nueva Zelanda no es solo un destino exótico; es el corazón del rugby mundial. Allí, el juego se vive con una intensidad y una pasión difíciles de replicar en Europa. La decisión de irse con su pareja demuestra que se trata de un proyecto de vida, no solo deportivo. Busca "vivir el rugby al máximo nivel", pero también crecer como persona en una cultura donde este deporte es mucho más que una disciplina: es una forma de ser.
El legado que deja en Ordizia es intangible pero valioso. Ha demostrado que es posible volver a casa sin renunciar a la ambición, que los valores del rugby trascienden los resultados. Su historia inspira a los jóvenes de la cantera beasaindarras, que ven en él un ejemplo de que los sueños no tienen fronteras, pero tampoco obligan a olvidar las raíces.
En los próximos meses, mientras se adapta a la vida en el hemisferio sur, Martín seguirá conectado con Ordizia. No descarta colaborar desde la distancia en proyectos de formación o readaptación, aunque su foco estará en el campo. "Quiero dejar huella en Altamira, pero también construir mi propio camino", afirma.
La despedida del 1 de enero será emotiva, pero no definitiva. En el rugby, las puertas nunca se cierran del todo. Xabier Martín sabe que su regreso a Nueva Zelanda es una inversión en su futuro, y que algún día, quizás, podrá volver a casa con la experiencia de haber competido contra los mejores. Mientras tanto, su historia sigue escribiéndose, lejos de Beasain pero siempre con Beasain en el corazón.