Con el paso de las horas, el mundo sigue atento a las repercusiones de un documento filtrado que ha sacudido la diplomacia internacional: un plan de paz de 28 puntos para Ucrania, elaborado por dos figuras ajenas al ámbito político tradicional. Steve Witkoff, ex promotor inmobiliario y enviado de Donald Trump para Oriente Próximo, y Kiril Dmitriev, director del fondo soberano de Rusia, son los arquitectos de esta propuesta que, según muchos analistas, mezcla intereses geopolíticos con una visión maximalista de las demandas rusas.
El documento, cuya existencia fue revelada por fuentes rusas, ha generado una ola de reacciones en Kiev, Washington y Bruselas. En el centro de la tormenta, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien este viernes lanzó un mensaje solemne a la nación: "Ucrania podría enfrentarse a una decisión muy difícil: o bien perder la dignidad o correr el riesgo de perder un socio clave". Esta frase, cargada de simbolismo, refleja la encrucijada en la que se encuentra el país: aceptar condiciones que comprometen su soberanía o arriesgarse a una ruptura con aliados fundamentales.
Uno de los puntos más polémicos del plan es el que propone entregar a Rusia el control de la región de Donetsk aún no ocupada por sus fuerzas. Este detalle ha sido rechazado de forma tajante por la embajadora ucraniana en la ONU, Hayovyshyn, quien afirmó que "Ucrania no aceptará límites a su derecho a la legítima defensa ni al tamaño y las capacidades de sus Fuerzas Armadas". Además, subrayó que no tolerarán "ninguna infracción a nuestra soberanía, incluido nuestro derecho soberano a elegir las alianzas a las que queremos unirnos".
Zelenski, sin embargo, ha optado por un tono más cauteloso. En su discurso, reconoció que la próxima semana será "difícil" y que habrá "mucha presión, tanto política como informativa, para dividirnos". Aunque no ha descartado negociar, dejó claro que "no le daremos al enemigo motivos para decir que Ucrania no quiere la paz". Esta postura refleja una estrategia de equilibrio entre la defensa de los principios nacionales y la necesidad de mantener el apoyo internacional.
La reacción europea no se ha hecho esperar. Friedrich Merz, canciller de Alemania, criticó el plan al señalar que "la línea de contacto debe seguir siendo la base de cualquier negociación", haciendo referencia a la inaceptabilidad de entregar Donetsk a Rusia. Por su parte, Kaja Kallas, jefa de la diplomacia europea, resumió la postura de la Unión Europea en dos puntos claros: "primero, debilitar a Rusia; segundo, apoyar a Ucrania". Donald Tusk, primer ministro de Polonia, fue aún más contundente en sus redes sociales: "Todas las decisiones relativas a Polonia serán tomadas por polacos. Nada sobre nosotros sin nosotros. En materia de paz, todas las negociaciones deben incluir a Ucrania. Nada sobre Ucrania sin Ucrania".
En Estados Unidos, Donald Trump ha señalado que el próximo jueves, Día de Acción de Gracias, podría ser una fecha límite adecuada para que Ucrania acepte una propuesta de paz respaldada por Washington. Esta afirmación ha generado controversia, ya que muchos ven en ella una presión indebida sobre un país que ya enfrenta un invierno extremadamente duro, con escasez de energía y recursos.
El plan de 28 puntos, aunque no ha sido oficialmente presentado por ninguna parte, ha abierto un debate profundo sobre el futuro de la guerra en Ucrania. ¿Es posible una paz negociada sin sacrificar la soberanía ucraniana? ¿Qué papel deben jugar los aliados occidentales en este proceso? Estas preguntas no tienen respuestas fáciles, pero lo que sí está claro es que cualquier solución debe contar con el consentimiento de Ucrania.
Zelenski ha prometido proponer alternativas, lo que sugiere que no está dispuesto a aceptar el plan tal como está. Sin embargo, la presión internacional, especialmente de Estados Unidos, podría forzar una reevaluación de las prioridades. En un contexto de escasez de recursos y un invierno que promete ser el más duro de todos, la decisión que tome Ucrania podría marcar un antes y un después en la historia del conflicto.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención. La diplomacia está en juego, y las decisiones que se tomen en las próximas semanas podrían definir no solo el futuro de Ucrania, sino también el equilibrio de poder en Europa. En este escenario, la dignidad nacional y la soberanía se enfrentan a la necesidad de mantener alianzas estratégicas, y Zelenski deberá navegar entre ambos sin perder el rumbo.
La historia no perdonará errores en este momento crucial. Ucrania no puede permitirse una paz que la deje vulnerable, pero tampoco puede ignorar las señales de sus aliados. La decisión que tome el presidente ucraniano será recordada como un punto de inflexión en la guerra, y su legado dependerá de cómo equilibre estos dos pilares fundamentales: la dignidad y la supervivencia.