La integridad de María Salomé frente al pelotazo de las mascarillas

Su denuncia en plena pandemia se convirtió en símbolo de resistencia ética. Murió sin saber que su legado resurgiría años después.

María Salomé Ballesteros Rodríguez, funcionaria del Servicio Canario de Salud, falleció en enero de 2023 sin imaginar que su postura ética durante la pandemia se convertiría en un referente nacional. Su nombre volvió a la luz tras la publicación del informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que desveló un entramado de corrupción en la compra de material sanitario en Canarias.

En abril de 2020, mientras el mundo luchaba contra el primer impacto del Covid-19, Ballesteros se negó a ceder ante presiones para agilizar compras irregulares. En un correo que hoy es emblemático, escribió: "Me da igual de dónde venga. Soy funcionaria y tengo que comprobar unos mínimos". Su mensaje, dirigido a su superiora, reflejaba la postura de muchos empleados públicos que, en silencio, intentaron frenar decisiones que comprometían la transparencia y la seguridad.

La trama investigada implicaba a la empresa Soluciones de Gestión, vinculada a Víctor de Aldama y Koldo García, ex asesor de José Luis Ábalos. Las mascarillas adquiridas a esta red no solo eran de precio desorbitado, sino que en muchos casos no cumplían con los estándares mínimos de protección. Ballesteros no estuvo sola en su denuncia. Junto a ella, Sebastián Fuentes Tarajano y Tomás Zerolo González también levantaron la voz. Fuentes cuestionó el salto del procedimiento administrativo habitual, mientras Zerolo redactó un informe técnico que descartaba la idoneidad de las mascarillas KN95 FFP2 adquiridas.

Estos tres funcionarios, hoy reconocidos como "los buenos" en un sistema que a veces premia la complacencia, representan una ética pública que no se doblega ante el poder. Su actitud contrasta con la imagen que algunos medios han intentado construir sobre la administración canaria, acusada de ser la que más gastó y peor controló durante la crisis. Desde la Consejería de Sanidad, sin embargo, se defiende que "la mayoría de los funcionarios actuaron con rigor y responsabilidad".

La historia de María Salomé trasciende lo administrativo. Era una mujer comprometida con su trabajo, pero también con su comunidad. Participó en la Transgrancanaria, un ultramaratón de montaña que refleja su espíritu resiliente y su amor por el esfuerzo. Su muerte dejó un vacío en sus compañeros, quienes hoy la recuerdan no solo como una jefa, sino como una ejemplo de integridad.

La investigación de la UCO ha reabierto el debate sobre la gestión de la pandemia en Canarias, pero también sobre el valor de quienes, desde la sombra, defienden los principios de la administración pública. Ballesteros, Fuentes y Zerolo no buscaban protagonismo. Solo querían que se respetaran las normas. Su legado, hoy más vigente que nunca, es un recordatorio de que la ética no es un obstáculo, sino el fundamento de una gestión responsable.

En un contexto donde la corrupción y la improvisación han dejado cicatrices profundas, sus acciones son un faro. No solo para los funcionarios, sino para cualquier ciudadano que crea que la honestidad sigue teniendo un lugar en la política y en la administración. Su historia no es de tragedia, sino de dignidad. Y aunque María Salomé no llegó a ver cómo su voz resonaba más allá de su oficina, su mensaje sigue vivo: "No importa quién lo pida. Si no cumple, no se aprueba".

Referencias