En TikTok, una tendencia llamada skinnytok está ganando fuerza, y no es motivo de celebración. Esta corriente, que mezcla el término inglés 'skinny' (delgado) con el sufijo de la plataforma, promueve dietas extremas, entrenamientos intensivos y una estética corporal poco realista. Aunque muchos videos se presentan como consejos de fitness o bienestar, en realidad fomentan una relación tóxica con la comida y el cuerpo.
La psicóloga Jemma Sbeg, especialista en salud mental y creadora del podcast 'The Psychology of your 20s', ha analizado esta tendencia con profundidad. Según ella, el contenido de skinnytok no es nuevo: ya existía en plataformas como Tumblr, donde los blogs de 'thinspo' y 'pro-ana' se volvieron virales entre adolescentes. Hoy, TikTok lo ha reinventado con un formato más dinámico y adictivo.
¿Por qué funciona? Porque apela a emociones intensas: envidia, culpa, admiración. Las redes están diseñadas para premiar lo que genera interacción, y este tipo de contenido lo hace con facilidad. Pero detrás hay tres mecanismos psicológicos clave: control, moralidad y autoestima.
Primero, la delgadez se convierte en símbolo de fuerza de voluntad. Si alguien logra restringir su alimentación o seguir una rutina extrema, se le considera disciplinado, valioso. Segundo, se moraliza la comida: lo 'limpio' es bueno, lo 'indulgente' es malo. Esto lleva a pensamientos como 'hoy fui buena porque comí sano', creando una jerarquía moral donde el cuerpo delgado es virtuoso y el resto, fracaso.
Finalmente, el valor personal se vincula al comportamiento: si controlas tu cuerpo, eres mejor persona. Esta lógica es peligrosa, porque reduce la autoestima a un número en la báscula. Además, el auge de medicamentos como el Ozempic, promocionados como soluciones mágicas, refuerza la idea de que la delgadez es el único camino hacia la felicidad.
Los expertos advierten: este contenido no es motivación, es manipulación. No solo afecta a quienes lo consumen, sino que también normaliza trastornos alimentarios. Combatirlo requiere educación, conciencia crítica y, sobre todo, promover una cultura del cuerpo que celebre la diversidad y la salud real, no la apariencia idealizada.