La trampa de la felicidad forzada: cómo la positividad tóxica nos hace sentir peor

El psicólogo Luis Miguel Real desmonta el mandato social de estar siempre feliz, especialmente en Navidad, y defiende el derecho al descanso emocional

En una sociedad obsesionada con el optimismo, la tristeza se ha convertido casi en un delito. Las redes sociales bombardean con mensajes de positividad forzada que, lejos de ayudar, generan una presión insostenible. El terapeuta Luis Miguel Real, reconocido autor de obras como *La mentira de la fuerza de voluntad*, ha puesto el foco en este fenómeno, alertando sobre las consecuencias de exigirnos estar bien constantemente.

La época navideña magnifica este problema. Las calles se llenan de luces, las familias se reúnen y se respira un ambiente de felicidad obligatoria que pocos cuestionan. Sin embargo, detrás de esa fachora colectiva se esconde una realidad mucho más compleja. Millones de personas se sienten forzadas a participar en eventos que no desean, a sonreír cuando lo único que anhelan es silencio, y a justificar su necesidad de soledad ante un entorno que no la comprende.

Real explica que esta presión social no es inocua. Cuando el entorno transmite el mensaje de que «debes estar feliz», quien no lo está experimenta una doble carga: la de su malestar original más la culpa por no «encajar» en el estado emocional esperado. Esta dinámica crea un círculo vicioso donde la persona se siente «más mal por sentirse mal», invalidando sus propias emociones.

El costo emocional de cumplir con estas expectativas es elevado. Aceptar invitaciones por miedo a quedar mal, asistir a cenas familiares por inercia o fingir entusiasmo para evitar críticas genera un desgaste psicológico significativo. El cuerpo y la mente necesitan descanso genuino, no una pausa repleta de compromisos sociales. La Navidad, lejos de ser un periodo de recuperación, se convierte a menudo en una maratón de obligaciones que dejan exhausta a la población.

La solución no pasa por fingir más, sino por legitimar el derecho al descanso emocional. Quedarse en casa, leer un libro, ver una serie sin horario o simplemente no hablar con nadie durante horas son formas válidas de cuidarse. El bienestar no tiene un único formato, y la calma es tan necesaria como la celebración. Aprender a decir «no» sin culpa es una habilidad esencial para la salud mental.

Esta perspectiva encuentra apoyo en la comunidad científica. La psicóloga Lorena Gascón ha defendido abiertamente la importancia de abrazar la tristeza y transitar por el malestar sin prisa por «solucionarlo». Según su visión, la creencia de que toda crisis esconde una oportunidad puede generar frustración adicional cuando no encontramos ese supuesto lado positivo. Si cada problema tuviera una recompensa oculta, los profesionales de la salud mental no tendrían trabajo.

Un reciente estudio publicado en 2025, titulado *The Dark Side of Positivity*, confirma estas alertas. La investigación demuestra que la supresión emocional derivada de la positividad tóxica contribuye directamente al deterioro de la salud mental a largo plazo. Invalidar experiencias negativas no las hace desaparecer; las entierra, donde crecen y se vuelven más dañinas. Las emociones, positivas o negativas, necesitan ser reconocidas y procesadas, no negadas.

El mensaje es claro: no estás fallando por priorizarte. Elegir la tranquilidad ante el ruido no es egoísmo, es autocuidado inteligente. La calma también cuenta. Y, sobre todo, la calma es lo que muchas veces más falta hace en nuestras vidas. Esta Navidad, quizá el mejor regalo sea permitirse sentir lo que se siente, descansar sin justificaciones y entender que la felicidad no se construye sobre la negación de las demás emociones, sino sobre la aceptación de todas ellas.

La verdadera salud mental no se mide por la cantidad de sonrisas, sino por la capacidad de ser auténtico con uno mismo. Es hora de desmontar la dictadura de la alegría y construir un espacio donde la tristeza, la soledad elegida y el descanso sean tan respetables como la celebración colectiva. Solo así podremos vivir de forma más plena, más real y, paradójicamente, más sana.

Referencias

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