Los estadios vacíos de la Copa África cuestionan la candidatura de Marruecos al Mundial 2030

La falta de público en los partidos de la Copa Africana de Naciones, pese a las entradas agotadas, genera dudas sobre la capacidad organizativa del país para la final del Mundial 2030.

La Copa Africana de Naciones que actualmente se desarrolla en Marruecos está dejando imágenes que generan serias interrogantes sobre la capacidad organizativa del país. A pesar de que los partidos aparecen como entradas agotadas en los sistemas oficiales, la realidad que se observa en los estadios es bien distinta: gradas parcialmente vacías que contrastan con la alta demanda manifestada por los aficionados.

Este fenómeno no es aislado. Lo que inicialmente parecía una simple anécdota en el partido inaugural se ha convertido en una constante preocupante a lo largo de la fase de grupos. Los encuentros, especialmente aquellos con menor trascendencia mediática, muestran un espectáculo desolador de asientos sin ocupar, mientras miles de seguidores se quejan de su imposibilidad para adquirir localidades.

La situación resulta particularmente llamativa en los compromisos donde participan las selecciones más populares del torneo. Tanto los partidos de Marruecos, como país anfitrión, como los de Argelia, nación vecina con gran afluencia de seguidores, presentan este mismo patrón. La paradoja es evidente: mientras los canales oficiales anuncian que no quedan entradas disponibles, las retransmisiones televisivas muestran amplios sectores de las tribunas sin ningún espectador.

La frustración de la afición local crece día a día. Numerosos seguidores marroquíes expresan su desconcierto ante la imposibilidad de conseguir entradas para apoyar a su selección nacional, mientras observan en pantalla cómo las instalaciones no registran el aforo completo que oficialmente se anuncia. Esta contradicción entre la oferta teórica y la asistencia real está generando un malestar social creciente.

El problema parece radicar en un sistema de distribución fallido que favorece la especulación. Las entradas salen a la venta en las plataformas autorizadas y se agotan en cuestión de minutos, lo que abre la puerta a una reventa masiva a precios desorbitados. Los revendedores están llegando a multiplicar por diez el valor original de las localidades, lo que demuestra el interés real del público pero también la existencia de una red organizada que acapara las entradas para lucrarse.

Este fenómeno de la reventa no solo perjudica económicamente a los aficionados, sino que genera una distorsión completa del sistema. Muchas de las entradas adquiridas por especuladores probablemente no encuentran comprador final, lo que explicaría las gradas vacías pese al supuesto agotamiento de localidades.

Los datos oficiales de asistencia resultan igualmente cuestionables. El pasado viernes, en el Estadio Príncipe Moulay Abdellah de Rabat, con capacidad para casi 70.000 personas, se registró oficialmente una asistencia de 63.844 espectadores en el partido entre Marruecos y Malí. Sin embargo, las imágenes del encuentro no reflejaban esa cifra, mostrando numerosos espacios vacíos en las gradas.

Este estadio, que debería estar repleto para un compromiso del anfitrión, presentaba zonas desocupadas que desmentían las cifras oficiales. La prensa local y los aficionados en redes sociales han cuestionado estos números, que no se corresponden con la realidad visual.

El miércoles anterior, en el Estadio Moulay El Hassan, también en Rabat pero con menor capacidad (22.000 plazas), el partido entre Argelia y Sudán registró oficialmente 16.115 asistentes. Aunque la cifra representa un buen porcentaje del aforo, las imágenes mostraban de nuevo sectores completamente vacíos, lo que sugiere que incluso los datos oficiales pueden estar siendo inflados.

La situación alcanzó su punto más álgido el martes en el Grand Stade de Tanger. Esta imponente instalación, con capacidad para 68.000 personas, apareció prácticamente desierta durante el partido correspondiente. Las imágenes de televisión mostraban una ocupación mínima, difícilmente justificable con el cartel de "entradas agotadas" que oficialmente se había colgado.

Estos ejemplos concretos ilustran un problema sistémico que va más allá de simples errores de organización. La combinación de reventa descontrolada, posible inflación de datos de asistencia y una gestión deficiente de la distribución de entradas está creando una crisis de imagen para Marruecos.

El contexto resulta especialmente delicado porque Marruecos no solo es anfitrión de esta Copa Africana, sino que también forma parte de la candidatura tripartita para organizar la final del Mundial 2030 junto a España y Portugal. La FIFA valora especialmente la capacidad de los países candidatos para garantizar un ambiente espectacular y una organización impecable.

Las imágenes de estadios vacíos, independientemente de las causas, proyectan una percepción negativa que puede influir en la decisión final. La institución del fútbol mundial busca sedes que garanticen gradas llenas y una experiencia óptima para los aficionados, y lo que se está viendo en Marruecos genera dudas razonables sobre su preparación.

La preocupación entre los organizadores marroquíes es palpable. Lo que inicialmente se consideró un incidente aislado se ha transformado en un patrón repetitivo que amenaza con manchar la reputación del país como potencia organizadora de eventos deportivos de primer nivel.

La FIFA, aunque no ha hecho declaraciones oficiales al respecto, seguramente está monitorizando esta situación. La capacidad de Marruecos para gestionar la demanda de entradas y garantizar la asistencia masiva es un indicador clave de su idoneidad como sede de una cita tan importante como la final del Mundial 2030.

Los responsables del fútbol marroquí se enfrentan ahora a la necesidad de implementar soluciones urgentes para revertir esta tendencia. La transparencia en la gestión de entradas, el combate a la reventa y la garantía de que los aficionados reales puedan acceder a las localidades son medidas imprescindibles.

La experiencia de esta Copa Africana debería servir como punto de inflexión para mejorar los sistemas de distribución y evitar que la especulación económica perjudique tanto a los seguidores como a la imagen del país. La confianza de la FIFA y de la comunidad futbolística internacional está en juego.

Marruecos tiene la oportunidad de demostrar que puede superar estos obstáculos y organizar eventos de máximo nivel con éxito. Sin embargo, el tiempo juega en su contra, y cada partido con gradas vacías refuerza la narrativa negativa que puede perjudicar sus aspiraciones mundialistas.

La lección es clara: la organización de un torneo internacional no solo depende de la calidad de las instalaciones, sino también de una gestión eficiente y transparente que ponga al aficionado en el centro del evento. Hasta que no se resuelvan estas deficiencias, la candidatura de Marruecos para el Mundial 2030 seguirá bajo sospecha.

El desafío es considerable, pero no insuperable. Con medidas decididas contra la reventa, un sistema de venta más justo y una comunicación transparente sobre las cifras reales de asistencia, Marruecos puede revertir esta situación y demostrar que está preparado para los retos que implica organizar la fase final de un Mundial.

Referencias

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