El joven intérprete catalán Óscar Casas, de 27 años y reconocido con el premio Goya en 2021, ha decidido alzar la voz ante uno de los desafíos más acuciantes para la sociedad española. Miembro de una de las familias más conocidas del panorama nacional, donde destaca la figura de su hermano Mario Casas, el actor no ha dudado en posicionarse sobre una problemática que afecta a millones de personas en todo el territorio.
La crisis de vivienda se ha consolidado, a finales de 2025, como la principal preocupación tanto social como económica en España, desplazando incluso al histórico desempleo del primer puesto. Los datos son contundentes: el precio de la vivienda registrará un incremento anual estimado entre el 5% y el 10%, situando el valor medio por metro cuadrado por encima de los 1.900 euros en numerosas comunidades autónomas. Esta escalada imposibilita el acceso a la compra para la mayoría de la población, especialmente para los colectivos con menores ingresos.
La situación del mercado de alquiler resulta aún más alarmante. En los últimos dos años, los precios han experimentado una subida media del 24%, con un coste promedio que roza los 14,6 euros por metro cuadrado. Esta dinámica está expulsando a muchas familias de los centros urbanos y generando una tensión social creciente. El Banco de España ha cuantificado el déficit estructural en aproximadamente 700.000 unidades residenciales para satisfacer la demanda actual, con un desfase adicional de 100.000 viviendas solo durante 2025.
En una reciente entrevista, Casas ha manifestado su convicción de que la situación no avanza porque las administraciones no están implementando medidas eficaces. Para el actor, la ausencia de soluciones reales perpetúa un problema que castiga de manera desproporcionada a las generaciones jóvenes, que ven cómo su capacidad de emancipación se diluye ante un mercado inaccesible. La falta de perspectivas claras genera incertidumbre sobre el futuro próximo si no se producen cambios sustanciales en las políticas públicas.
La postura de Óscar Casas es tajante: considera imprescindible que la movilización ciudadana se intensifique. En su opinión, la sociedad no puede permanecer pasiva ante esta situación y debe organizarse para exigir soluciones justas y duraderas. El actor defiende que solo mediante la presión social y la participación activa se conseguirá que las instituciones tomen conciencia de la gravedad del problema y actúen con la contundencia que requiere.
Más allá de la vivienda, el intérprete ha querido ampliar el foco hacia otros retos que, a su juicio, definen la juventud actual. En este sentido, ha mostrado una postura crítica respecto al uso excesivo de la tecnología y sus consecuencias en el día a día de los más pequeños. Casas advierte sobre los riesgos de una hiperconectividad que puede generar dependencia y afectar al desarrollo saludable de los niños y adolescentes.
El actor practica lo que predica. En su vida personal mantiene una relación muy limitada con las redes sociales y los dispositivos móviles. Ha asegurado que no utiliza plataformas como TikTok, Twitter o Instagram, restringiendo su uso digital exclusivamente a WhatsApp. Esta decisión responde, en parte, a su responsabilidad como referente de su hermano menor, de apenas 11 años, con quien compete en edad y con quien intenta establecer un modelo de conducta saludable.
En el ámbito familiar, Casas ha explicado que se esfuerzan por concienciar sobre los peligros asociados al abuso de pantallas. La estrategia pasa por no normalizar el uso constante del teléfono delante de los niños, entendiendo que la pedagogía más efectiva es el ejemplo cotidiano. Esta reflexión sobre la tecnología conecta con su visión más amplia sobre los desafíos que afrontan los jóvenes: acceso a una vivienda digna y la construcción de una relación equilibrada con el entorno digital.
La intervención de Óscar Casas se suma a las voces de otros profesionales del mundo cultural que han utilizado su visibilidad para visibilizar problemas sociales. Su doble preocupación —por la crisis habitacional y por el impacto de la tecnología— refleja una comprensión holística de las dificultades que atraviesa la sociedad española. Mientras que la vivienda representa una necesidad material básica que se ve comprometida, la gestión de la tecnología afecta a la salud mental y al desarrollo de las futuras generaciones.
El actor barcelonés insiste en que la solución a la crisis de vivienda pasa por una combinación de medidas de oferta —aumentando el parque público y privado de forma sostenible— y políticas de demanda que regulen los precios y garanticen el acceso. Sin embargo, subraya que ninguna reforma será posible sin una ciudadanía organizada que presione y acompañe el proceso. La movilización, en su opinión, debe ser constante y transversal, involucrando a todos los sectores afectados.
Respecto al futuro inmediato, Casas reconoce la incertidumbre que genera la persistencia de la crisis. La combinación de precios desbocados, escasez de oferta y falta de respuesta institucional efectiva dibuja un escenario complejo. No obstante, su llamamiento al activismo ciudadano transmite un mensaje de esperanza: la ciudadanía tiene el poder de transformar la realidad cuando se articula de manera colectiva y reivindicativa.
La reflexión del actor sobre la tecnología, por su parte, invita a una revisión crítica de los hábitos digitales. En una época donde la presencia en redes sociales se ha convertido casi en una obligación para los profesionales del sector, su rechazo a participar en ellas resulta notable. Esta postura le permite, según sus propias palabras, mantener una mayor conexión con la realidad inmediata y ser más consciente de los problemas que le rodean, como precisamente la crisis habitacional.
La intersección entre ambas temáticas —vivienda y tecnología— revela una preocupación por la calidad de vida real de las personas. Mientras que la primera afecta la capacidad de tener un hogar estable, la segunda influye en cómo se construyen las relaciones y se percibe el mundo. Para Casas, ambos aspectos requieren una respuesta activa y crítica de la sociedad.
En definitiva, la intervención de Óscar Casas constituye un llamado a la acción. Su mensaje es claro: la crisis de vivienda no se resolverá sola y el abuso tecnológico no se revertirá sin concienciación. Ambos desafíos demandan compromiso, organización y una ciudadanía que no se conforme con ser espectadora de su propia realidad. La voz de un actor joven y reconocido puede contribuir a poner estos temas en la agenda pública, pero solo la movilización colectiva garantizará cambios efectivos.