Manuel Castells: el mundo vive una crisis de autodestrucción y necesita espiritualidad

El prestigioso sociólogo analiza la transformación china, la revolución de la IA y las paradojas de una época en crisis

El intelectual catalán Manuel Castells (Hellín, 1942) encarna como pocas personas las contradicciones de nuestra era. Reconocido como el sociólogo español más citado a nivel mundial, su trayectoria vital está marcada por paradojas que él mismo define como inherentes a la historia contemporánea. Revolucionario en el Mayo Francés, más tarde ocupó el cargo de ministro de Universidades. Es un profundo conocedor de internet y las redes digitales, aunque personalmente mantiene una distancia prudente de ellas. Su corazón late con ideario anarquista, pero ha asesorado a los máximos líderes políticos y económicos del planeta.

Esta amalgama de aparentes contradicciones convierte a Castells en un observador único de nuestro tiempo. Desde su posición de catedrático en la Universidad del Sur de California y profesor emérito de Berkeley, mantiene una conexión especial con Barcelona, ciudad que considera la mejor del mundo para estudiar los fenómenos urbanos. Fue precisamente allí donde mantuvimos una conversación que transcurrió entre su despacho académico y una mesa frente al Mediterráneo, buscando respuestas a la pregunta que muchos nos hacemos: ¿qué está sucediendo realmente en el mundo?

El ascenso de China y el mito del libre mercado

La experiencia reciente de Castells en China le ha dejado una impresión profunda. El gigante asiático está protagonizando una transformación tecnológica, económica y social sin precedentes históricos. Hoy es la primera potencia económica mundial y la única alternativa tecnológica real a Estados Unidos, un hecho que adquiere especial relevancia cuando la estabilidad de Occidente dependía hasta ahora de una potencia que considerábamos aliada, pero que puede dejar de serlo en cualquier momento.

Lo que más sorprende al sociólogo es cómo China desmonta las teorías económicas dominantes. Las doctrinas neoclásicas siempre sostuvieron que el motor del desarrollo debía ser el mercado y la internacionalización libre. Sin embargo, la gran historia económica del último medio siglo ha sido asiática: Japón, el Sudeste Asiático y ahora China. Y en todos estos casos, el Estado ha sido el verdadero impulsor del crecimiento.

"Podemos estar en desacuerdo políticamente —admite Castells, que confiesa no sentirse cómodo con el intervencionismo estatal—, pero esto rompe completamente con la teoría establecida", señala. La paradoja resulta evidente: el gran milagro económico del siglo XXI ha sido dirigido por un Estado comunista. De hecho, añade el sociólogo, la mejor empresa del siglo XXI no ha sido una corporación privada, sino ese mismo Estado comunista.

Inteligencia Artificial: entre la realidad y la ficción

El fervor actual por la Inteligencia Artificial plantea otro interrogante crucial para Castells. La innovación tecnológica en este campo es indiscutiblemente real y ha despertado un enorme interés en los mercados financieros. Sin embargo, el sociólogo advierte de que gran parte del discurso público se basa en ficciones peligrosas.

"Las máquinas no son inteligentes ni humanas", afirma tajante. "No pueden tomar decisiones por sí mismas, excepto aquellas para las que han sido programadas específicamente". La IA transforma todos los ámbitos de la vida, al igual que hizo internet, pero no constituye un sector aislado: se integra en todo lo que hacemos.

Recientemente, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, encargó a Castells la creación de un Consejo Asesor Internacional de Inteligencia Artificial. El proyecto aún es incipiente, pero la preocupación principal es clara: evitar que la tecnología se convierta en un instrumento de desigualdad y control. La IA tiene el potencial de mejorar la vida humana, pero también de profundizar las fracturas sociales si no se regula adecuadamente.

Una época de crisis profunda y autodestructiva

Más allá de los fenómenos económicos y tecnológicos, Castells identifica una crisis civilizatoria de mayor calado. El mundo atraviesa un proceso de autodestrucción que afecta a múltiples dimensiones: ecológica, social, política y existencial. Esta no es una crisis coyuntural, sino estructural, que pone en cuestión los fundamentos mismos de cómo hemos organizado nuestras sociedades.

El sociólogo insiste en que las soluciones no vendrán únicamente de la tecnología o de la política. En tiempos de crisis profunda como la actual, resulta imprescindible recuperar una dimensión que el mundo moderno ha relegado: la espiritualidad. No se refiere necesariamente a la religión institucional, sino a una búsqueda de sentido que trasciende lo material y lo inmediato.

Esta reflexión cobra especial relevancia viniendo de alguien que, a pesar de su formación científica rigurosa y su análisis basado en datos, no renuncia a la fe católica. Para Castells, la racionalidad y la espiritualidad no son excluyentes, sino complementarias. La primera nos permite diagnosticar los problemas; la segunda, encontrar el propósito para afrontarlos.

La paradoja vital como método de conocimiento

Precisamente estas aparentes contradicciones en la biografía de Castells —activista y ministro, anarquista y asesor de líderes, teórico de internet y usuario reacio, desconfiado del poder y creyente— constituyen su mayor fortaleza analítica. Le permiten observar los fenómenos desde múltiples perspectivas simultáneas, captando matices que se escapan a miradas más dogmáticas.

Su obra magna, "La era de la información", una trilogía visionaria que pronto cumplirá tres décadas, anticipó gran parte de las transformaciones que vivimos. Sin embargo, Castells sigue activo, dirigiendo tesis doctorales y manteniendo una agenda internacional que le lleva regularmente a la Universidad de Tsinghua en China, además de sus compromisos en California.

Barcelona como laboratorio urbano

A pesar de su condición de teórico global, Castells dedica todo el tiempo posible a Barcelona. Su primera especialización académica fue el estudio de las ciudades, y considera que la capital catalana ofrece el escenario perfecto para entender los desafíos urbanos del siglo XXI. La complejidad social, la tensión entre globalización e identidad local, y los problemas de sostenibilidad se manifiestan allí con particular intensidad.

Desde esta perspectiva, la ciudad no es solo un lugar de residencia, sino un laboratorio vivo donde se materializan las grandes tendencias globales. La capacidad de Barcelona para integrar la diversidad, innovar en políticas urbanas y mantener su identidad frente a la homogeneización global ofrece lecciones aplicables a otras metrópolis.

El futuro: entre la razón y la esperanza

Cuando se le pregunta sobre perspectivas de futuro, Castells evita tanto el catastrofismo como el optimismo ingenuo. La situación es grave, reconoce, pero no inevitablemente fatal. La salida del proceso autodestructivo requiere una combinación de análisis riguroso, compromiso político y búsqueda espiritual.

La clave está en reconocer que vivimos una época de transición entre dos modelos civilizatorios. El anterior, basado en el crecimiento ilimitado, el consumo desaforado y la competencia desenfrenada, ha agotado su capacidad de dar respuestas. El nuevo aún no ha nacido, y su gestación es dolorosa y conflictiva.

En este contexto, la tarea de los intelectuales, políticos y ciudadanos no es predecir el futuro, sino construirlo con las herramientas del presente. Eso implica aceptar las paradojas, dialogar con quienes piensan diferente y mantener viva la llama de la esperanza sin perder la lucidez crítica.

El mensaje final de Castells es claro: la crisis es real, la autodestrucción es un riesgo tangible, pero la respuesta humana no puede limitarse a lo técnico o lo material. Necesitamos recuperar el sentido de lo trascendente, de lo comunitario, de lo que nos hace humanos. Solo así podremos navegar la tormenta que atravesamos y construir un mundo más justo, sostenible y con sentido.

Referencias

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