A pocos días de que comience la cuenta atrás para la Navidad, una noticia ha conmovido a muchos españoles: Clive Arrindell, el mítico 'calvo de la Lotería', falleció en el verano de 2024. Aunque su muerte pasó desapercibida en los medios, fue un lotero de Murcia quien dio a conocer la triste noticia tras una exhaustiva investigación en redes y contactos personales.
Miguel Ángel Zapata, propietario del establecimiento El Perolo en San Pedro del Pinatar, había iniciado un proyecto llamado 'La Ruta de la Suerte' y quería contar con la participación del actor. Al buscarlo en internet, encontró mensajes de despedida de instituciones como UK Theatre y el colegio británico Old Augustinians. Tras confirmar la noticia con un amigo cercano del actor, Zapata decidió compartirlo públicamente, devolviendo así el protagonismo a un hombre que marcó una era en la publicidad navideña española.
Nacido en Trinidad y Tobago en 1950, Arrindell se mudó a Londres a los nueve años. Su pasión por el teatro comenzó en un internado del sur de Inglaterra, donde se rodeó de amigos que lo introdujeron en el mundo escénico. Su carrera en España comenzó en 1998, cuando la agencia Publicis lo eligió para protagonizar los anuncios de la Lotería de Navidad. Durante siete años, su imagen —con cabeza rapada, traje oscuro y sonrisa tímida— se convirtió en un símbolo de esperanza y buena fortuna para millones de hogares.
Su presencia en pantalla no solo era emotiva, sino también efectiva: las ventas de décimos aumentaron hasta un 7% anual durante su etapa en los anuncios. Su conexión con el público fue tan profunda que muchos españoles lo consideraban parte de su propia familia navideña. En una entrevista con EL MUNDO en 2006, Arrindell reflexionaba sobre su papel: "No creo en la suerte. Creo en la buena fortuna. La buena fortuna se busca, se trabaja, se alimenta. La suerte, de existir, es una casualidad".
También expresó su gratitud hacia España: "Sé que la gente me había hecho suyo. En España, la gente abre las puertas de su casa y te sientes bien con ellos. Eso, para mí, ha sido un privilegio. Me han dado la oportunidad de estar entre ellos". Su honestidad y autenticidad fueron claves para que su personaje trascendiera la publicidad y se convirtiera en un símbolo cultural.
En 2005, su participación en los anuncios llegó a su fin. Arrindell confesó que no fue decisión suya: "Tenía un año más de contrato, pero Loterías y Apuestas del Estado decidió prescindir de mi personaje". Aun así, nunca guardó rencor. Al contrario, agradeció la conexión emocional que logró con el público: "La honestidad es lo que marca la diferencia. Cuando representas a un personaje, lo importante es lo que la gente siente contigo. Si eres honesto, las cosas salen bien".
Además de su trabajo en la Lotería, Arrindell tuvo una carrera teatral sólida en Londres, interpretando obras de Shakespeare y otros clásicos. Su talento escénico y su carisma lo convirtieron en un actor respetado en el Reino Unido, aunque fue en España donde alcanzó su mayor reconocimiento popular.
Su legado sigue vivo. Aunque ya no aparece en los anuncios, su imagen sigue asociada a la ilusión navideña. Muchos españoles aún recuerdan sus gestos, su mirada serena y su sonrisa que parecía decir: "Este año puede ser el tuyo". Su historia es un recordatorio de que, a veces, los personajes más simples pueden tener el impacto más profundo.
La noticia de su fallecimiento ha generado una ola de recuerdos y homenajes en redes sociales. Muchos usuarios han compartido sus anuncios favoritos, recordando cómo Arrindell se convirtió en parte de sus tradiciones navideñas. Para algunos, su ausencia en la televisión desde 2005 ya era una pérdida; ahora, su muerte cierra un capítulo importante en la historia de la publicidad navideña española.
Clive Arrindell no solo vendió décimos; vendió esperanza. Su mensaje de buena fortuna, trabajada y cultivada, sigue resonando en quienes lo vieron. En un mundo donde la suerte parece aleatoria, él nos recordó que la verdadera fortuna se construye con honestidad, esfuerzo y conexión humana.
Aunque ya no estará en nuestras pantallas, su espíritu sigue presente en cada décimo que se compra, en cada sonrisa que se dibuja al soñar con el Gordo, y en cada hogar que celebra la Navidad con ilusión. Gracias, Clive, por ser parte de nuestras fiestas. Tu legado, como tu sonrisa, perdurará.